Opinión

La conexión entre los impuestos a los ingresos y la calidad de la democracia

En el contexto de la corriente discusión sobre las consecuencias de la virtual eliminación del impuesto a los ingresos de la 4ta. categoría que se está discutiendo en el Congreso de la Nación, vale la pena reflexionar sobre otras consecuencias más institucionales que esta medida podría tener, además de sus efectos sobre el déficit fiscal, la aceleración inflacionaria y sus perjuicios sobre la distribución del ingreso.

La estructura de impuestos de un país no solo determina los ingresos fiscales que puede recaudar, sino que también influye en los incentivos que tienen los ciudadanos a exigir a las autoridades políticas una buena gestión de dichos ingresos. Ello ocurre cuando los impuestos que se cobran son visibles y el ciudadano entiende perfectamente que los está pagando de su bolsillo. 

Esto ocurre en el caso de los impuestos directos a los ingresos y a la riqueza (ej. impuesto inmobiliario) y en cambio es menos claro con los impuestos indirectos como el IVA, a las transacciones financieras, a las importaciones, por mencionar algunos ejemplos. A nadie le gusta pagar impuestos, por lo que, cuando la población tiene más conciencia que los está pagando, lo que el Estado haga con ellos cobra un interés especial que la activa políticamente a través del voto y otras formas de participación ciudadana.

De hecho, los historiadores económicos han documentado que la exigencia de impuestos por parte de la monarquía en Inglaterra en el siglo XVII fue una de las causas que dio origen a los primeros atisbos de democracia en la era moderna (la "revolución gloriosa" de 1688). 

La famosa frase "sin representación (política) no hay impuestos" (no taxes without representation) - levantada también en la revolución que llevó a la independencia de Estados Unidos- muestra cómo el pago de impuestos empodera a los ciudadanos exigiendo participación política como un modo de controlar al soberano en el uso de los recursos. 

En otras palabras, el establecimiento de impuestos, sobre todo aquellos que se cobran en forma directa (al ingreso y a la riqueza), constituyen una de las bases del surgimiento de las instituciones democráticas.

Esta hipótesis entre estructura de impuestos y calidad democrática y gobernanza ha sido estudiada en forma más reciente al analizar el caso de países que obtienen la mayor parte de sus recursos fiscales a través de regalías fruto de la explotación de recursos naturales. 

De no poseer una institucionalidad muy desarrollada que regula el uso de estos fondos, estos países tienden a estar sujetos a recurrentes crisis políticas, mala gestión pública y corrupción. 

En el fondo de estos problemas está el hecho que el ciudadano en estas sociedades no tiene incentivos (no se siente empoderado) a controlar al gobierno ya que percibe que esos recursos no le restan a su capacidad de consumo.

Es por ello que debilitar al impuesto al ingreso de las personas es una muy mala idea; este impuesto ya recauda poco en la Argentina y en América Latina (en promedio 2.0% del PIB contra 8% del PIB en la OECD). Es una fuente de recursos que en general tiene menos impactos negativos sobre la actividad económica (comparado, por ejemplo, con el impuesto a las exportaciones). 

Además, puede tener una impronta de progresividad muy relevante que ayuda a que el Estado tenga una acción redistributiva. A todos estos argumentos conocidos, se suma este otro factor de calidad institucional y de rendición de cuentas que promueve el empoderamiento de los ciudadanos y la calidad de la democracia, un aspecto que tanto Argentina como el resto de la región necesitan fortalecer. 

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