OPINIÓN

Humo blanco

La vicepresidenta Cristina Kirchner debe ser quien destrabe el conflicto del Consejo de la Magistratura, conflicto que es percibido por la población como parte de una discusión ajena; dice el analista político Pablo Cano.

El conflicto abierto con el reciente fallo de la Corte sobre la conformación del Consejo de la Magistratura es apasionante, y a la vez, decepcionante. Esto último porque trasluce la suma de confusiones sobre la cual hoy se asienta la disputa de liderazgos en la clase política, disputa que se da mientras el país vive la espiralización de la crisis económica, la antesala de un mundial y el almanaque anuncia la llegada del mes fatídico para la memoria colectiva...demasiado peso para la "Scaloneta".

Lo apasionante viene entre los pliegues del asunto. Suponer que esto es un conflicto entre jueces macristas y CFK le da demasiada entidad al poder real de ambos. Ni Macri conduce tanto ni Cristina es la única destinataria del fallo. Por el contrario, el que está hablando es un actor que se autopercibe vértice del poder y a través de los desdorosos fundamentos del fallo le está hablando a toda la clase política.

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Ésta debería tratar de decodificar qué es lo que está diciendo y para que construye poder Horacio Rosatti, el santafesino (este gentilicio para muchos rosarinos es una definición mucho más amplia) que entró por la ventana de un decreto, se sentó en el Cuarto Piso gracias a los oficios de otro sistémico de la política -Miguel Angel Pichetto- y con esos rasgos de misa dominguera pasó a valores al amigo de Sergio Moro.

Hay una primera tesis que el kirchnerismo rancio debería ir descartando, Rosatti no es de Macri ni de la oposición. Rosatti es de Rosatti. Si quieren negociar o pelear con él deberían enfocar mejor la mira. El propio fallo muestra esta faceta: obliga a JxC en general y al PRO en particular a abroquelarse atrás de Luis Juez (un Juecista) cuando una judicialización de la nueva composición o un fallo 10 días después dejaba la cuestión mucho más cerca de las manos de Macri.

El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti.

En el mismo orden de ideas, si la Corte y su Presidente fueran coherentes con el desquicio jurídico que se permiten en el pelotero de los fundamentos del fallo, deberían haberle tomado el juramento que Juez reclamó -con groseros errores técnicos y con tenue aval de colegas- ya que sólo habrían operativizado el despropósito que firmaron. Algunos pueden leer falta de coraje, lo racional es entender que la guerra precisa de la paz y viceversa. Mostrar el dedo sobre el botón rojo es parte del arte político.

Del mismo modo, la estabilidad en sus cargos de la que goza la justicia obliga a mirar sus tiempos con otro prisma. A diferencia de su antecesor, Rosatti capturó las dos palancas del sistema -Presidencia de la Corte y del Consejo- en un contexto político que obtura cualquier posibilidad de ver en el corto plazo alguna modificación importante en ambos organismos.

Rosatti, a contramano del resto de la política, mira el 2024 y allí encuentra que su rol de cabeza de un poder del estado puede ser decisorio en la conformación y estabilidad de los otros. No sólo conformando mayorías para nombrar jueces, sino que también haciéndose cargo de las decisiones centrales que precise el actual desbarajuste económico para encontrar un nuevo equilibrio. El "shock" que tantos reclaman es un shock sobre un universo de relaciones contractuales que no escaparán del arbitraje de los tribunales.

"El propio fallo muestra esta faceta: obliga a JxC en general y al PRO en particular a abroquelarse atrás de Luis Juez"

Frente a este escenario, la oposición se hace un daño a futuro al montarse alegremente a las manifestaciones de poder que exhibe la Corte porque presta una doble legitimación (de la acción y del actor) que la compromete a la vuelta de la esquina. Y el kirchnerismo realza los perfiles de su antagonista otorgándole una legitimidad política que ni la justicia, ni la Corte ni Rosatti tienen ante la sociedad.

El conflicto por un lugar en el Consejo de la Magistratura es aún más lejano que la guerra en Ucrania y los prolegómenos de una escalada de tal discusión son percibidos por la mayoría de la población como una disputa de poder ajena a su metro cuadrado.

Un error de cálculo puede hacer que alguien se tiente con una movilización a Tribunales con los propios en el medio de un mundial y con una inflación que no cede... Cristina, que ha pagado con un intento por matarla la consecuencia de los agites dirigidos, debería ser la primera en buscar una salida a ese escenario. Una vez, hace tiempo, ella misma asumió el error de no ubicar a otro peronista como par en la discusión de poder. Esta vez el humo blanco debe generarlo ella.

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