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Fiesta de importaciones: el dato, el relato y el peligro de un costo muy alto

La difusión del informe de comercio exterior ofrece un panorama de la Argentina cuya interpretación está sujeta a la subjetividad de cada actor a la hora de analizarla e incorporarla en su discurso. "Dato mata relato", es una de las frases más escuchadas por estas horas en las que la vicepresidenta Cristina Kirchner acude a las estadísticas para exhibir lo que considera como errores de gestión por parte de su compañero en la cúpula del poder, el presidente Alberto Fernández, y el equipo económico.

De hecho, la titular del Senado se anticipó 48 horas al trabajo con el que el Indec reveló hoy que el mes pasado se produjo un récord de compras al exterior que alcanzaron los u$s 7870 millones, apenas u$s 356 millones por debajo de unas exportaciones que se mantienen en niveles muy altos. "Hay festival de importaciones", dijo Cristina a modo de denuncia por la escasez de divisas, quizá con una mirada diferente a la que tenía durante su gestión presidencial, cuando en agosto de 2011 se registró la última mayor marca importadora, apenas u$s 200 millones por debajo de la actual.

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Curiosamente, los números de ambos registros muestran una lectura similar y la diferencia mínima se explica por la importación de energía que, en aquel entonces al igual que ahora, triplicó su valor interanual y hoy, con el aumento de la demanda por la guerra en Ucrania y el bloqueo europeo al gas ruso, ya le cuesta al país u$s 1600 millones mensuales.

Pero el grueso, unos u$s 5000 millones, lo explican la compra de bienes de capital, piezas y accesorios para esos bienes y, sobre todo, insumos y suministros industriales. En definitiva el combustible que sostiene a la actividad fabril en una etapa en la que la economía global se encamina a un enfriamiento para controlar la inflación. 

Quizá la brecha cambiaria contribuya en la actualidad a tomar el impulso para gastar los pesos en esos rubros, pero los datos no cambiaron.

El problema es que, más allá de las estadísticas parecidas, existen contextos y, fundamentalmente, necesidades insatisfechas que crecen ante la mala praxis, lo que cambia la lectura y el eje del discurso. 

Hoy, con 40% de la población por debajo de una línea de pobreza que la inflación corre diariamente (ya trepó a $ 100.000 para una familia tipo) y un déficit primario creciente, a raíz de un gasto que avanza a un ritmo 30 puntos superior al de los ingresos para afrontar la demanda social; la necesidad de divisas para atender todos los frentes altera los ánimos. Sobre todo cuando hay un acuerdo con el FMI que requiere de cumplir objetivos para habilitar desembolsos y un mercado que, al menos por lo que mostró en los últimos tiempos, ya no parece creer en las ofertas que le propone el Gobierno para comprar títulos en pesos.

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Es importante investigar si se producen operaciones de sobre facturación para evitar la comisión de delitos, pero el camino de las restricciones siempre es una línea muy delgada y complicar el acceso a maquinaria, insumos y energía para producir hará imposible obtener las divisas que se necesitan para salir adelante.

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