Los argentinos quieren que baje la inflación, que el dólar se estabilice, que la economía no pare de crecer, ganar salarios que tripliquen su poder adquisitivo actual, que se masifique el crédito hipotecario, tener gratis educación, salud y seguridad de primer mundo. Y así se puede seguir con una interminable lista de pretensiones. Pero el problema que tenemos en la Argentina es que no vivimos en un país rico, aunque creemos lo contrario. De hecho, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), la pobreza ascendió hasta el 39,2% en el segundo semestre del 2022. De esta forma, 11,5 millones de personas en el país no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas. Además, según el ente de estadísticas oficial, 2,4 millones son indigentes. Con esos números sobre la mesa la discusión es otra. Es decir, cuando se habla de ajuste, la pregunta que tenemos que hacer es ¿a quién se va a ajustar? Y no ¿quién va a realizar el ajuste?. Tenemos recursos naturales, es cierto: Vaca Muerta, el campo, el litio, entre los principales. Todos recursos que representan ingreso de dólares en el corto, en el mediano y en el largo plazo. Aunque hoy la urgencia indica que los dólares se necesitan ahora. En plena campaña electoral hay discursos que prometen cambios radicales para encarar los problemas económicos que hoy tiene la Argentina. ¿Por qué esos proyectos se transformarán en la solución que necesita el país? El ex presidente Mauricio Macri recibió un país con cepo, no sobraban dólares precisamente. La solución que 'encontró' su Gobierno fue liberar el cepo. La estrategia era que con Macri llegaba una lluvia de inversiones que iban a regar las arcas del Estado de dólares. Las inversiones no llegaron, al menos no llegaron de la forma estimada y los que llegaron, en su gran mayoría, tenían como objetivo ingresar moneda dura, cambiarla por pesos, colocarlos a tasa y volver a cambiar esos pesos por dólares, una estrategia legal y conocida en el mercado como Carry Trade. Macri terminó su mandato con cepo, porque lo tuvo que volver a instrumentar, con un endeudamiento tanto en moneda local como extranjera y con el mayor crédito otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El ejemplo es para demostrar que ordenar la economía no es una tarea fácil y menos sencilla. Ni siquiera hablamos de mala intención. La Argentina y los argentinos no somos lo que creemos que somos. Eso sí, de crisis podemos dar cátedra.