Control de cambios

El sueño del pibe: que te paguen por hacer lo que amás

Una nueva ola de plataformas ponen el foco en premiar la creatividad y la individualidad, escribiendo así un nuevo capítulo de la historia económica. ¿Qué es la llamada "Economía de la pasión"?

Empresas como Uber, Rappi o Freelancer trajeron a la Argentina una oportunidad de empleo para muchos: la promesa, por fin cumplida, del trabajo flexible y el deseo por una remuneración que le gane a la inflación. Después de todo, trabajás cuándo querés y armás tus tiempos: sin jefes, la única responsabilidad es cumplirle a la plataforma que reparte tareas sin prejuicios; llegar al objetivo sin ponerle al trabajo más que lo mínimo.

Todos ellos están inscritos en lo que se conoce como la Gig Economy, la economía de las changas. Lejos de hacer una crítica sobre la forma de contratación, o de quienes eligen -por decisión o necesidad- trabajar en ella, el problema central de estos trabajos reside en la incertidumbre financiera que generan para el trabajador. No hay depósitos bancarios a fin de mes, ni aguinaldo ni vacaciones. La zanahoria es la búsqueda; el próximo trabajo, el próximo pedido, el próximo pago. La libertad, aprenden rápido quienes están metidos en el trajín del día a día, siempre tiene su precio.

 Contra esta forma de trabajo aparece otra, más centrada en la individualidad y la creatividad, que promete pagos con cierta periodicidad. Es la economía de la pasión: la aparición de nuevas plataformas que sirven para ganar dinero y, a la vez, resaltan las características propias de la persona. 

No es ponerle al trabajo lo mínimo porque ya no es trabajo: la economía de la pasión nace porque las personas no quieren ganarse la vida haciendo cosas que no les gustan. En ese sentido, es un nuevo modelo de trabajo y también de vida. Más de 50 millones de personas a escala global ya forman parte de esta nueva economía y más se suman día a día.

La plataforma más característica de la Passion Economy, como le dice Adam Davidson en su libro "The new rules for thriving in the 21st century", es Patreon, que permite a los usuarios suscribirse como mecenas entregando cada mes una cierta cantidad de dinero a cambio de beneficios exclusivos. Desde académicos hasta youtubers se valen de este modelo para vivir de lo que más les gusta. 

Más controversial es OnlyFans, una web en donde jóvenes suben fotos subidas de tono a cambio de una moneda pero aún así modelos y cantantes famosas se han suscripto recientemente a la plataforma para comercializar sus contenidos de forma directa. No hay, en esta nueva economía, espacio para un intermediario. Sin middle men, la relación es estrecha entre creador y usuario, lo que le permite a este último sentir, en términos criollos, que su plata vale.

Una creación argentina, incluso, permite hacer donaciones periódicas en pesos argentinos. Se llama Cafecito y fue desarrollada por el dev Damián Catanzaro que abrió la plataforma de crowdfunding en medio de la pandemia y ya tiene más de medio millón de usuarios que lo usan para recolectar, donando tan poco como $ 50, sumas que les permitan, sino vivir, tener un ingreso adicional haciendo lo que de todas formas harían gratis.

 Tecito se le unió un tiempo después -sí, el amor por las bebidas calientes y el patrocinio es cosa común en el circuito tecnológico- y ya son dos las plataformas que permiten a cualquiera persona con público recolectar dinero por internet. Eso sí, Tecito tiene sede, dicen, en los Estados Unidos, y aceptan pagos con tarjetas de crédito tradicionales pero también con Google y Apple Pay. 

La tecnología -con su poder para automatizar tareas y eliminar trabajos- a menudo tiene mala fama. Sucede que la verdadera revolución estará en dejar de hacer tareas insignificantes para pasar a resolver problemas que solo los humanos, y no las máquinas, podemos atacar

La Economía de la pasión se vuelve, así, una nueva forma de hacer dinero, esta vez mucho más enfocada en la creatividad humana, la atención, la perspectiva y... la pasión. En ese sentido, apuesta al optimismo integralista, en términos de Umberto Eco, y no a la hipótesis siempre pesimista de los apocalípticos que prefieren ver en la tecnología al gran mal de nuestro tiempo. En definitiva, propone una mirada más humanista para la economía del futuro.

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