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¿Dónde están las ganancias de los laboratorios?

La discusión en Estados Unidos por las ganancias de los laboratorios, dónde evaden y tributan y el impacto en los precios y la inflación. Y las razones porqué ese debate no se da en Argentina

Hay una discusión que está teniendo lugar en los Estados Unidos y que tiene menos rebote local del que merecería: ¿dónde están las ganancias de los principales laboratorios, grandes ganadores durante la pandemia y la pospandemia gracias al desarrollo de las vacunas y los tratamientos para hacerle frente al virus?

El tema lo puso sobre la mesa el economista Brad Setser en una presentación en el Senado de ese país con datos reveladores sobre un fenómeno que excede a la industria del big pharma: el registro de los beneficios en paraísos fiscales que nada tienen que ver con el territorio donde se producen los ingresos de las compañías.

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Esta evaporación impositiva en el sector de los medicamentos se logra básicamente con el registro de las patentes de los hallazgos científicos más rentables a nombre de las subsidiarias que los laboratorios tienen en el exterior, en especial en Irlanda, Suiza, Singapur y Puerto Rico.

Setser, ex integrante del Departamento del Tesoro y actualmente en el Council on Foreign Relations, citó tres casos paradigmáticos. 

Pfizer, que desarrolló la vacuna más vendida en el mundo, reportó en Estados Unidos sólo US$5 mil de los US$35 mil millones de dólares de ganancia que generó en 2022. 

Abbvie, el gigante que vendió en exclusividad durante décadas el Humira, considerado el fármaco más rentable del mundo, contabilizó pérdidas locales por US$4,6 mil millones el año pasado, pero US$20 mil millones de ganancias offshore, un dato que se vuelve un escándalo mayor porque el 75% de los ingresos de la compañía se generan en el mercado estadounidense. 

El tercer caso es el de Bristol Myers Squibb, que también declaró pérdidas por US$400 millones en el país donde se dan dos tercios de sus ingresos contra US$8 mil millones de ganancias en el exterior.

Para explicar el espíritu detrás de la estrategia contable, Setser cita un párrafo de los formularios que Pfizer presenta ante la Security and Exchange Commission, el órgano regulador de Wall Street: "La reducción en nuestra tasa impositiva efectiva es resultado de la ubicación jurisdiccional de las ganancias y se debe en gran medida a tasas impositivas más bajas en ciertas jurisdicciones, así como a la fabricación y otros incentivos para nuestras subsidiarias en Singapur y, en menor medida, en Puerto Rico".

El Premio Nobel en Economía Paul Krugman, en tanto, escribió en The New York Times sobre por qué deberíamos prestar atención al loco mundo de las ganancias que desaparecen en la industria farmacéutica.

Primero, dice, porque estamos en tiempos en los que se habla de la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales. "Seguramente será relevante que el gobierno de Estados Unidos esté perdiendo una suma importante de ingresos por los trucos contables de las corporaciones multinacionales para evadir tributar sobre las ganancias que se generan en el país", postuló. Y segundo, agrega, porque se revela la mentira de las políticas que aplicó Donald Trump de bajar impuestos a las empresas para que repatrien sus ganancias e inversiones.

Lo que exacerba la discusión respecto de cuánto tributan los laboratorios es que Estados Unidos es un país donde los medicamentos son sustancialmente más caros que en otros países del primer mundo. La firma Rand Corporation, por caso, estimó en 2021 que los fármacos cuestan dos veces y media más que en otros 32 mercados comparados.

Por eso en la llamada Ley de Reducción de la Inflación que se aprobó en 2022 hay un apartado muy detallado con herramientas para que el Estado pueda negociar a la baja los precios de las drogas que compra para los seguros médicos públicos que tienen mayores de 65 años o menores con discapacidades o enfermedades graves. Como ejemplo, la norma -sancionada con impulso del Partido Demócrata pero también apoyo de los republicanos- establece que se cobrará un impuesto especial a las empresas farmacéuticas que no cumplan con el proceso de negociación.

El gravamen arranca en el 65% de las ventas de un producto en los Estados Unidos y aumentará un 10% cada trimestre hasta un máximo del 95%. Además, los fabricantes que se nieguen a ofrecer un precio acordado pagarán una sanción equivalente a 10 veces la diferencia entre el precio cobrado y el precio que debieron haber fijado. La pulseada es tan fuerte que el gigante Merck Sharpe y Dohme fue a la Justicia contra lo que considera "una extorsión" de parte de la administración de Joe Biden. Con esta estrategia, la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, en inglés) calcula que el Gobierno se ahorrará en medicamentos unos US$237 mil millones en una década.

El tabú del debate argentino

Esta discusión sobre la recaudación impositiva, las estrategias de evasión de parte de las compañías y el impacto que los precios de bienes esenciales como los medicamentos tienen en el presupuesto federal no existe, al menos de esta manera, en el debate argentino. Me animo a dos tesis sobre el por qué.

En primer lugar, porque posiblemente la gran neblina que es la inflación a la hora de ver cuánto vale realmente algo lo vuelve imposible. Sobre todo en un sector como el de la salud donde conocer cuál es el costo de un fármaco a la salida de la fábrica es un misterio, y más aún cuando luego se aplican porcentajes de descuentos que se solapan entre distribuidores, droguerías y farmacias al punto que ni Mandrake puede calcular la rentabilidad de cada medicamento.

Pero también es posible que este debate no se dé por el encastre de dos puntos de vista trágicamente complementarios.

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Mientras que en los sectores de la llamada derecha el objetivo de ajustar las cuentas públicas se propone por la vía de la reducción de gastos porque la presión impositiva esto y cobrar más bla, en el mundo nacional y popular que supimos concebir la escasez transformó a los laboratorios en aliados para las políticas públicas. No sólo por la financiación de las campañas electorales, también por el rol clave en los programas oficiales de medicamentos. Entonces, mejor dejar hacer con los precios y no preguntar mucho sobre qué pasa con los impuestos.

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