Desaceleración, inflación y devaluación: un sombrío panorama de la CEPAL para América Latina
El organismo presentó su "balance preliminar" de 2022 y para 2023. El desafío es atender a las demandas sociales en un marco de bajo crecimiento económico con inflación.
El año 2022 cierra con datos desfavorables para la realidad socio económica de la mayoría empobrecida de la región latinoamericana y caribeña. La afirmación resulta de los principales datos de la evaluación realizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, en su "balance preliminar" recientemente difundido.
Allí se destaca el bajo crecimiento económico con inflación con referencia al presente año y su proyección para el 2023. Con esos datos, el organismo resalta el impacto monetario y fiscal, reflejado en políticas monetarias restrictivas, de menor emisión y en límites para el estímulo al gasto fiscal de tipo social, verificado en iniciativas para reducir el déficit. Ese es el marco que explica el incremento del endeudamiento público y las restricciones presupuestarias a la hora de atender las demandas sociales.
El estudio resalta las dificultades para retomar el ciclo previo a la pandemia (2020), y pese al rebote del 2021, los efectos de la guerra en Ucrania reinstalaron problemas estructurales, especialmente en alza de precios de la energía y los alimentos. El resultado explica el aumento del empleo informal por sobre el formal, la tendencia a la baja de los salarios reales y la profundización de la discriminación hacia mujeres y jóvenes.
Una preocupación que sobresale es la merma de la inversión, asociada a un flujo de fondos globales que privilegian la seguridad y rentabilidad ofrecida en los países capitalistas desarrollados.
Los países desarrollados y sus políticas de "restricción cuantitativa" expresadas en subas de las tasas de interés, encarecen el crédito, al tiempo que favorece un proceso de valorización de las principales divisas, especialmente el dólar. Ello explica las desvalorizaciones de la mayoría de las monedas locales, manifestadas como procesos de devaluación.
A la cabeza de la suba de tasas está la política de la Reserva Federal, cuyos anuncios de alzas se proyectan para el futuro cercano del 2023. Siguen su camino el Banco central europeo y el Banco de Inglaterra, quienes definen el rumbo de las finanzas globales.
Efecto directo de la valorización del dólar y otras divisas, se verifica el límite a las cotizaciones de las materias primas, agudizando los problemas derivados del intercambio comercial de los países del sur del mundo y por ende, de la región latinoamericana y caribeña.
Aun así, para el informe de CEPAL, los precios de la energía se proyectan un 40% más altos que los registrados en 2021 y los de alimentos un 11% mayor, mientras que los metales básicos y minerales se proyectan con una reducción del -17% a los registrados en el 2021.
Por eso, la inflación pronosticada para el 2023 será mayor a los valores de la década 2010-19. Claro que existen diferencias por problemas especifico nacionales, caso de la elevada inflación registrada en países como Argentina o Venezuela, que agregan a lo global, especificidades nacionales.
Resulta preocupante el cuadro presentado por la CEPAL y habilita un debate sobre las políticas económicas necesarias, que más que pensar en la estabilización macroeconómica, requieren atender las demandas sociales, ya que puede lograrse la estabilidad, pero en un marco de creciente descontento y conflictividad social, lo que finalmente agrava el cuadro de situación.
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