La decisión de consumo en electrodomésticos, motos y otro tipo de bienes de los argentinos ha sido siempre la de calcular el valor de las cuotas sobre el ingreso mensual. Las tasas de interés pasaban a un segundo plano por más que diferentes regulaciones obligaron a empresas a informarlas en las publicidades en lugares y tipografía destacada. Lo que manda en la decisión es la cuota.

En las últimas dos semanas surgieron datos sobre el aumento de la morosidad en créditos, los cuales llamaron la atención dado que la economía está en crecimiento desde el tercer trimestre del 2024. Hasta Cristina Kirchner y el kirchnerismo en general se agarraron del dato para utilizar su recurso literario preferido, la hipérbole, para destacar que el plan económico está en crisis.

Gustavo Manriquez. (Fuente: archivo).
Gustavo Manriquez. (Fuente: archivo).

El ex Macro y ahora en Supervielle Gustavo Manriquez señaló la semana pasada en un encuentro financiero que "lo que fue un no tema incluso durante la pandemia, todo lo que tiene que ver con la morosidad, se está convirtiendo en uno. Hoy crece la morosidad en préstamos personales, tarjetas y volvió lo que hace mucho no había: cheques rechazados". Llama la atención en primer lugar la inclusión de los cheques, dado que ya son instrumentos de pago obsoletos en la actividad comercial.

Pero, ¿qué pasa? Tiene mucha lógica la visión del titular de Adeba, Javier Bolzico, al destacar que es una consecuencia de la baja de la inflación. Cuando consumimos en cuotas, el pensamiento del consumidor argentino era que "las últimas cuotas las pagamos con monedas". La inflación iba a hacer su trabajo de licuar el valor de las cuotas con el paso del tiempo.

La licuadora no es una herramienta única de los gobiernos. Empresas y consumidores también recurren a ese electrodoméstico. Afortunadamente deja de existir con la menor inflación. Si se consume en 12 cuotas, el valor de la primera en términos reales, no va a diferir demasiado de las siguientes once.

Simplemente la menor inflación obliga a cambio de conductas. A los gobiernos se les acaba la posibilidad de licuar gastos (aumentarlos menos que la inflación) y ahora debe reducirlos directamente. A las empresas y a un grupo de consumidores también. La eficiencia manda. A guardar la licuadora.