La última vez que hablé personalmente con Javier Milei fue hace dos años y medio. Coincidimos en el desayuno del hotel Cóndor de los Andes en Mendoza (antes Intercontinental y hoy Hilton), donde mantuvimos una breve y amable conversación. Aún no había sido electo Presidente, y comenzaba sus recorridas de campaña por el interior del país. En la mesa lo acompañaban su hermana Karina, y el entonces asesor Carlos Kikuchi.
Les pregunté cómo pensaban construir las alianzas políticas que necesitarían para gobernar si ocurría lo que entonces parecía un milagro: llegar a la Casa Rosada. La respuesta fue contundente: tenemos que lograr el apoyo de todos los dirigentes del peronismo que están hartos de Cristina, que son la mayoría. La idea era no cometer uno de los errores importantes de la experiencia fallida de Mauricio Macri, quien por su propia determinación terminó prisionero de los progres del radicalismo y la Coalición Cívica. Parecía que lo tenían clarísimo.
Con el tiempo transcurrido, con el éxito en la batalla contra la inflación y la estabilización económica más allá de los matices; y sobre todo con el batacazo del pasado 26 de octubre, quedó claro que el resultado electoral más que empoderó al Presidente. Y las novedades de las últimas semanas parecen indicar que tal vez Javier Milei asoma ahora como un nuevo jefe de ese peronismo del interior y parte del Conurbano que no se identifica con lo que representa Cristina Kirchner. Como si se fuera a cumplir la estrategia que me fue revelada en aquella fresca mañana mendocina a principios de 2023.
Por lo pronto en el nuevo mapa político del poder aparecen dentro y fuera del Gabinete figuras que vienen de ese palo. Comenzando por el equipo que comanda Karina, con los primos Lule y Martín Menem como principales escuderos. Lo mismo que Sebastián Pareja, Diego Santilli y su socio Cristian Ritondo, más la todoterreno Patricia Bullrich, ahora encargada de encuadrar al Senado.

Una remake de la era dominada por el peronismo conservador de Carlos Menem en los 90s y su alianza estratégica con las ideas liberales de la UCeDe. Hoy no está la familia Alsogaray, pero en el equipo económico y en el Gabinete hay varios profesionales que firmarían al pie de la letra los lineamientos de don Álvaro y María Julia. Empezando por el Presidente, claro.
En lo inmediato la determinación del Gobierno es lograr el apoyo de los gobernadores del PJ para avanzar en el Congreso con el Presupuesto y las reformas anunciadas en materia laboral, impositiva y de legislación penal. Para confirmar que ahora el Poder Ejecutivo está dispuesto a abrir la billetera con quienes apoyen sus iniciativas, el primer acuerdo que se insinúa ha sido bautizado por el flamante ministro del Interior con una denominación que lo dice todo: la conformación de la “mesa del cobre”, donde Diego Santilli sentó el fin de semana a los mandatarios de Mendoza, San Juan, Catamarca y Jujuy.
Ya interesado por el “cobre” se había manifestado Osvaldo Jaldo de Tucumán, entre otros, y está claro que la tentación por el vil metal seguramente ayudará a seguir juntando voluntades. En especial por aquellos que, a la hora de pagar los aguinaldos, ya no les queda ni un cobre en las arcas provinciales.
Eso sí, la habilidad de Santilli es que sus promesas no afectan el equilibrio fiscal y por lo tanto se podrían cumplir. Se trata de lograr que el ministro de Economía apruebe los planes de las provincias para colocar deuda y poder así financiarse, sin poner en peligro el superávit. Y de paso ingresar dólares al BCRA y mejorar las reservas, alivio para los muchachos de Economía. Lo primero que le mostró Santilli a Cornejo cuando aterrizó en Mendoza fue la publicación en el boletín oficial de una aprobación para un préstamo avalado por el Tesoro por unos 75 millones de dólares, que el Gobernador venía reclamando hace tiempo para obras de saneamiento en su provincia.
Hay y habrá para todos: ya avanzó en ese sentido Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos; y esta semana la Ciudad de Buenos Aires sale a colocar un bono por u$s 600 millones con respaldo oficial.
También es cierto lo que explicaba el experimentado economista del Citi, Ricardo Dessy, en charlas de estos días con inversores y periodistas especializados. Los grandes beneficiarios de lo que viene en la Argentina económica del momento y los próximos años son claramente los mandatarios provinciales. El mundo complicado de estos tiempos necesita energía y alimentos.
La prosperidad va a venir por el interior, con lo cual los gobernadores deberían ser los principales interesados en apoyar este proceso. Son las provincias, con la minería, los hidrocarburos y el agro quienes se van a llevar la mejor parte de la nueva torta. Lo cual, además, trae otro beneficio. Si las reformas estructurales que se proponen logran ser aprobadas por consenso en el Congreso, votadas con una parte mayoritaria del peronismo que no responda a Cristina, estarían llamadas a ser más sostenibles en el tiempo por los inversores. Mejor el consenso que la imposición.
Por ahora no hay perspectivas de que las cámaras de Diputados y el Senado se conviertan en una escribanía del Poder Ejecutivo. Pero hay señales y números para tener en cuenta. Los legisladores que respondan a los gobernadores tentados por las “mesas de cobre” que vaya ofreciendo el Gobierno se irán acercando a las tonalidades violetas.
Hay indicios de que se pueden romper los bloques que antes respondían a Cristina en ambas cámaras. Finalmente, el peronismo no K necesita buscar un nuevo jefe, y el que ofrece cobre y futuro político siempre corre con ventaja en ese juego. Nunca el peronismo, desde 1983 a la fecha, estuvo tan huérfano y falto de poder en el Senado, por ejemplo. Y los libertarios de tener 30 diputados ya estarían superando el centenar de fieles en Diputados a partir del 10 de diciembre.
La perspectiva de un Milei conduciendo al peronismo en el Congreso en alianza con los gobernadores le sirve también a la Casa Rosada para neutralizar los sueños imaginarios de Mauricio Macri, de lograr con bloques independientes condicionar al jefe de Estado. Ya varios amarillos se tiñeron de violeta, y todo indica que ese fenómeno cromático seguirá verificándose. Con más o menos velocidad, en la medida en que las “mesas del cobre” se vayan generalizando.
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