Mientras el globo se inclina cada vez más al mercado natural, y ahora también Brasil como se evidenció en las recientes elecciones Argentina, aunque resulte inverosímil, reprime esa tendencia. Un principio físico y metafísico, de la esencia de la naturaleza dice que toda acción produce una reacción inversa de la misma magnitud. Así, cuanto más se comprime algo luego con más fuerza estalla. El gobierno, entre muchas cosas, aumenta la represión a las cuevas con lo que logrará una mayor ansiedad por el blue que, sumada a la frase de Vanoli las reservas están para usarse, o sea que gastarán los dólares que quedan alienta la suba del dólar, mejor dicho, la baja del peso.

Otro caso de represión social, la de las compras por internet se hizo, entre otros objetivos, para defender la industria nacional. Pero la industria nacional no existe, es una quimera, y la represión como toda violencia solo destruye. Una fábrica argentina puede derivar sus ganancias al exterior y producir poco aquí y, viceversa, una extranjera puede dejar mucho. Los empresarios no importa qué pasaporte tengan buscan ganancias, ese es su trabajo, de otro modo sería monjes tibetanos. Entonces, defiende al país bajando el costo argentino parasitario impuestos, burocracia represiva, trámites costosos, etc. al punto que todos quieran dejar sus ganancias aquí, como en un paraíso fiscal.

Gracias a la represión, la producción industrial cayó, en agosto, 9.7% contra igual período de 2013, acumulando en 2014 una baja del 5.1%, según FIEL. Entre otras cosas porque, irónicamente, al complicar las importaciones complican toda la cadena de producción y consumo. Y menos producción lleva a más importaciones y menos exportaciones necesarias para generar divisas y pagar la deuda. El comercio exterior global promedia el 60% del PIB con una proporción equilibrada entre exportaciones e importaciones, mientras que en la reprimida Argentina las ventas de bienes y servicios al mundo llegan al 19% del PBI.

De paso, digamos que el problema no son los buitres sino que el gobierno ha malgastado los fondos y ahora no puede devolverlos salvo que venda propiedades como YPF con lo que podría seguir teniendo crédito y reciclar al menos parte de esa deuda. Irónicamente, a pesar del aumento en las normativas represivas, los bancos, en julio 2014 ganaron casi

$ 4.000 millones 55% más que en julio 2013 acumulando ganancias por $ 29.074 millones en los primeros siete meses 117% más que en igual período de 2013 y de casi $ 45.000 millones en los últimos doce meses.

Obviamente no ganaron por su actividad natural, el otorgamiento de créditos ni por comisiones sino que por suscripción de Lebac y tenencia de otros títulos públicos y diferencias de cotización les ingresaron

$ 4.228 millones en julio y

$ 23.000 millones en siete meses, el doble del año pasado. Por sus préstamos, el aumento en sus resultados fue en julio de solo 16% interanual. Por cierto, para los bancos extranjeros los resultados aumentaron 98% interanual en 2014 y para los privados nacionales, en cambio, 66%. Pero el gobierno auténtico creador de la patria financiera ahora se pisa la cola y pretende reprimir las ganancias de los bancos.

Otro principio físico es que el hilo se corta por lo más fino. Así, cuando se utiliza la fuerza los más débiles son los más perjudicados. En el caso actual, los fondos dilapidados por el Estado terminan siendo pagados particularmente por los más pobres ya que, a mayor posición económica, más herramientas existen para derivar las cargas fiscales inflación incluida hacia abajo. Los empresarios, por caso, las derivan subiendo precios, bajando salarios, etc. Hoy caen las ventas, suben los costos y las compañías no pueden dar aumentos salariales del 40% anual para equiparar a la inflación. Peor, según la consultora Mercer, el 33% de las empresas ya despidió gente y el 70% no está cubriendo vacantes.