La integración con Brasil tiene lógica, pero depende 100% de la dirigencia
La Argentina y Brasil nunca han tenido una relación muy racional. Porque aunque la lógica económica marcaba la conveniencia de una integración para darle escala a sus respectivas economías, los celos que históricamente tuvieron entre sí dos vecinos que se creen potencia, impidieron avanzar en modelos de convivencia más productivos. De hecho, hasta que los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney sembraron la semilla del Mercosur, en 1985, ambas naciones tenían abiertas hipótesis de conflicto en las que se sospechaban mutuamente.
El Mercosur fue una alianza imperfecta. Cada país entró con realidades que no eran del todo asimilables, y por eso el bloque nunca terminó de consolidarse. Después de que la Argentina atara su destino a la convertibilidad, Brasil ensayó una versión similar pero menos rígida, el Plan Real. Diez años más tarde, los desvíos fiscales y las crisis externas hicieron colapsar el uno a uno. Para ese momento, nuestro vecino empezaba a ser asociado a los BRICs, el bloque de países en desarrollo liderado por China e India que prometían escalar hasta el top ten del PBI global.
En ese tránsito, hubo intentos por aplicar instrumentos que facilitaran la integración. El principal fue la adopción de pagos en moneda local para el comercio bilateral, en 2008, lo que ayudó a desdolarizar el intercambio. Su incidencia, sin embargo, nunca estuvo a la altura de lo esperado.
Lo que surgió ahora, desde la llegada de Jair Bolsonaro al poder, es tal vez el plan más ambicioso que se propusieron ambos países, producto seguramente de que los dos presidentes y sus ministros de Economía tienen una confianza en el libre mercado muy superior a la de todos sus antecesores. Crear una moneda común como forma de evitar las devaluaciones competitivas es una salida inteligente, pero demanda un recorrido muy largo y complejo. El modelo europeo sigue siendo fruto de cuestionamientos permanentes, y por ello conseguir votos en los parlamentos argentino y brasileño para dar un paso tan audaz todavía suena lejano.
El presidente de la Unión Industrial Argentina se ocupó de recordar en el encuentro de empresarios con Bolsonaro es que es imprescindible contar con una mayor coordinación macroeconómica, así como con una armonización tributaria.
Lo que queda claro es que la oportunidad de avanzar con nuevas iniciativas no es por la vocación racional de su dirigencia empresaria y política, sino por el interés de sus actuales mandatarios. El actual impulso de crear una moneda común responden a la vocación de profundizar una integración que nunca debería haber quedado en el camino. Las barreras que a veces levantan el fútbol o la política, tienen que desintegrarse de una vez por todas.