
En el barrio de Saavedra hay una confitería que hace tiempo dejó de ser el secreto mejor guardado de los vecinos para convertirse en un éxito en la vida real del que todos parecen hablar en las redes.
Sin embargo, los orígenes de la historia de Artiaga se remontan al barrio de La Boca, donde Don Antonio Rodríguez Figueiredo -inmigrante español proveniente de Orense- y su mujer Alba cocinaban sus panes en el horno a leña de quebracho para venderlos en la cancha y en el puerto.
En aquel entonces, Don Antonio y su caballo también cruzaban el río en una canoa para comercializar su producción en la Isla Maciel. Entre los marineros, lo más popular eran las galletas que llevan su nombre (galletas marineras), que por su durabilidad los acompañaban durante los viajes en altamar. En el negocio, Alba siempre estaba detrás del mostrador atendiendo a los vecinos con paciencia y dedicación.

Desde pequeños, sus hijos Graciela y Daniel jugaban a ser panaderos: cortaban bizcochitos, armaban los cuernitos antes de hornear y se revolcaban en las bolsas de algodón -inmensas ante sus ojos- que contenían 70 kilos de harina.
Así nació la segunda generación de Rodríguez que continuaron la tradición de una panadería que siempre cumplió dos premisas:la de ser familiar y 100% artesanal. En los años ‘80, el negocio se trasladó al local de la calle Zapiola casi General Paz, en el barrio de Saavedra, en el que aún hoy sus fieles hacen fila religiosamente cada fin de semana a la hora del mate.
Graciela -más conocida en Instagram como "mamá Artiaga"- tiene tres hijos que recuerdan cuando dormían la siesta en los canastos de mimbre para el pan y las míticas guerras de masa que se libraban en la cuadra (el lugar donde se elabora y cocina el pan).
Primero empezaron acompañando a su tío Daniel a repartir la producción en los restaurantes de la zona, y en el colegio secundario ya todos ayudaban los fines de semana en la panadería. Así aprendieron, de la mano de sus abuelos, de qué se trataba la atención al cliente.

Hoy, Sol se encarga de la comunicación y el marketing, José de la administración y Juan es el pastelero de Artiaga, quien decidió estudiar Pastelería porque todas las recetas de su abuelo Antonio "estaban únicamente en su cabeza" sin suponer que años más tarde se consagraría Campeón Argentino de Panettone y llegaría a la final del Panettone World Championship celebrado en Milán en 2021.
Así, la tercera generación llevó adelante una evolución tanto en los ingredientes, los productos y las técnicas como en la infraestructura de la panadería original. Lo único que no se toca -ni se tocará jamás- es el horno de 1931 donde se cocina todo lo que venden, ya que es parte del sabor, la calidad y la textura de cada producto. Hoy, toda la producción de Artiaga está elaborada con materia prima natural y orgánica certificada, sin colorantes, saborizantes artificiales ni conservantes.
Esta confitería tiene una variedad de productos difícil de encontrar en un mismo lugar: distintos tipos de tortas, facturas y budines, masas, alfajores, bombones, sándwiches, tablas de fiambres y hasta comidas de rotisería preparadas por Graciela. Entre ellos, el pan dulce elaborado con una receta italiana muy antigua -lleva 24 horas de producción- y el panettone que consagró a Juan como pastelero son dos de los más reconocidos por sus clientes.

En el mismo nivel, las facturas de Artiaga probablemente sean el motivo principal de las largas colas de cada sábado. Basta con decir que llevan entre 2 y 3 días de elaboración, ya que para la masa utilizan 100% manteca y esta requiere un descanso en frío de 24 a 36 horas antes de hacer las facturas.
Entre las distintas opciones que ofrecen, la más emblemática es el Paracaídas -masa de manteca cubierta de pastelera con corazón de dulce de leche- que fue creada en 1988 por un pastelero y ex combatiente de la guerra de Malvinas que trabajó en la panadería familiar.
Como muchos grandes inventos, nació de una confusión: en lugar de cortar la masa para las medialunas de forma triangular lo hizo en cuadrados, e improvisó con la forma y los ingredientes. Su nombre -Paracaídas- es un homenaje a los paracaidistas argentinos de Malvinas.

A principios de este año, Artiaga inauguró una nueva sucursal en Av. Balbín 4183 en la que además de comprar sus productos es posible degustarlos en sus mesas junto con un café de especialidad. Así, la confitería y su pastelería continúan evolucionando a lo largo del tiempo, pero siempre manteniendo la misma filosofía y el espíritu familiar que comenzó con Don Antonio y Alba hace casi un siglo atrás.














