Faltan dólares en el Central: cómo hacer para inyectar divisas en la economía

Una mirada a la discusión sobre el modelo de desarrollo, el potencial de sectores como la minería y la energía. ¿Qué puede producir la Argentina?

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En la economía argentina lo urgente converge con lo importante. La necesidad de generar un mayor ingreso de dólares a través de la exportación se ha transformado en un Norte insoslayable y es, a partir de allí, que resulta imperioso explorar nuevas vías de crecimiento y comercialización.

El país requiere de dólares para sostener el crecimiento de la actividad económica que, de manera inevitable, demanda siempre insumos importados para mantener en movimiento la cadena productiva. Y, por si esto fuera poco, la agenda marca en rojo la obligación de enfrentar el cronograma de pagos de la deuda externa.

Si hay algo en lo que coinciden los economistas es que no habrá en 2022 un boom exportador. No lo habrá por precios, ya que el veranito sojero ocurrió en 2021 y difícilmente se repita, y mucho menos ocurrirá por un salto en las cantidades. Todo indica que generar un mayor ingreso de divisas vendrá de la mano de un rediseño de la estrategia comercial.

Los expertos que analizan el comercio exterior repiten una y otra vez que para ganar en competitividad también hay que corregir políticas internas. Léase reducir la presión impositiva y talar de manera significativa o eliminar los derechos de exportación. Ese sería el sendero a transitar, aseguran, para que las cantidades terminen por dar los beneficios que por ahora otorgan los precios.

La lógica del siglo 21 impone, sin embargo, nuevos desafíos. El crecimiento, la búsqueda del desarrollo y la multiplicación de las exportaciones deben contemplar ahora, de manera inexorable, el impacto sobre el medioambiente. Las visiones de los actores se cruzan como dos aceros que se sacan chispas.

"La Argentina tiene que diversificar su matriz productiva. Cualquier país desarrollado tiene más de un polo de desarrollo internacional competitivo. Al principio pueden ser actividades de extracción, pero luego se van dando otros eslabonamientos. Nuestro país necesita de una economía federal en serio", enfatiza Eduardo Crespo, economista especializado en Desarrollo Económico y docente de la Universidad de Río de Janeiro.

Diversificar es un verbo que se escuchará mucho en cada una de las argumentaciones. Abrir el abanico a nuevas posibilidades. Pero ese mismo avance es el que ha encendido la alarma de los ambientalistas. La reacción no se hizo esperar ante el proyecto de las mega granjas porcinas, la megaminería en la estepa chubutense o la explotación del petróleo offshore a la altura de Mar del Plata.

Armonizar los conceptos de crecimiento y desarrollo, traducido en mayores exportaciones, con el cuidado del medio ambiente es una tarea ardua. El abogado ambientalista Enrique Viale destaca: "Nosotros cuestionamos desde el punto de vista ambiental pero también desde el económico. Es el rol de la división internacional del trabajo que nos puso en ese lugar. No hay que aceptar pasivamente eso, hay que rediscutirlo. Nosotros queremos discutir este modelo de mal desarrollo".

Y agrega: "El problema es que en la Argentina no existe ningún equilibrio, el país está totalmente liberalizado en materia ambiental. No hay límites ambientales, y ni siquiera es que pedimos límites. No es que no se alcanzó el desarrollo porque tiene demasiados ambientalistas que detienen el progreso".

China y la soja

En medio de la ola de coronavirus y las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, la noticia casi que pasó inadvertida: China informó que incrementará en un 40 por ciento su producción de soja para alcanzar la autosuficiencia en 2025. ¿Acelera eso la necesidad de que la Argentina diversifique su matriz productiva exportadora, hoy asentada básicamente en la venta de la oleaginosa? ¿Es un riesgo?

"No es una amenaza para la Argentina. La capacidad de producción de soja de China está muy limitada por la escasez de tierra de buena condición agrícola. Ellos tienen una dotación de superficie baja en términos relativos a la población", asegura Juan Manuel Garzón, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea. "De hecho, actualmente asignan poca tierra a la soja. En caso de que decidan asignar más tierra, para eso necesitan sacarles a otros cultivos. Es la figura de la sábana corta".

Especializado en el análisis del sector agropecuario, Garzón sostiene que China podrá "mejorar algo la productividad, los rindes, que son bajos para ellos, pero así y todo van a seguir altamente dependientes de las importaciones de granos y alimentos".

En cuanto a la urgencia por diversificar la oferta agraria, señala que "hay un avance interesante del maíz y una menor asignación de tierras a soja. Es interesante en términos de sustentabilidad del recurso más escaso y preciado que es la tierra. Estábamos muy sesgados hacia la soja y está bueno que haya más rotación con otros cereales".

A la soja y el maíz se le suma el trigo, la trilogía granaria por excelencia. En 2021, de acuerdo a los datos difundidos por el Indec, la exportación de productos primarios redondeó los US$ 21.828 millones, mientras que las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) alcanzaron los US$ 30.961 millones. Sumados o por separado, ambas actividades superaron a las manufacturas industriales. A todas luces, es indiscutible el rol del campo como locomotora de este tren algo maltrecho.

Pero el trigo, otrora símbolo del campo argentino, viene golpeado. "Fue bastante castigado en los últimos años por el gobierno kirchnerista con retenciones y restricciones a la exportación"; explica Garzón. "Eso generó ciertos resquemores en los productores. La intervención ahora no es tan explícita pero en el mercado está. Eso no le hace bien al mercado ni a la producción".

El otro vector a explorar es el mercado de las carnes. El año pasado, de acuerdo con las cifras del último informe de la Cámara de la Industria Frigorífica, la producción vacuna totalizó 2977 millones de toneladas de carne con hueso. El volumen fue un 6,1 por ciento menor al de 2020.

El documento señala también que en 2021 se exportaron 797.600 toneladas de carne vacuna, lo que arrojaría una caída de 11,7 por ciento anual. El principal comprador, una vez más, fue China, que adquirió el 75 por ciento del total. En la lista de clientes siguen Chile (5,9 por ciento), Israel (5,4 por ciento) y Alemania (2,2 por ciento).

"La Argentina exporta hoy con relativo buen volumen carne bovina. Luego tiene una exportación importante de carne aviar y la tercera, que no termina de despegar, es el cerdo. En las tres carnes hay oportunidades para seguir creciendo", señala Garzón y agrega: "Tenemos condiciones de producción e insumos para desarrollar más la carne de pollo. En cerdo venimos más retrasados por una cuestión: la producción viene creciendo bien, pero también viene creciendo bien el consumo interno".

Y concluye: "También hace falta bajar costos en algunos rubros: industriales y otros como transporte, distribución, portuarios, para terminar de ser competitivos a nivel internacional. Uno compite con toda la cadena cuando exporta, todo lo que forma el precio de exportación de la carne. Falta pulir los costos. Tenemos derechos de exportación y costos impositivos que otros países no tienen".

Ventanas

La explotación de recursos naturales, que la Argentina tiene en cantidad y calidad, y su venta en el mercado internacional es otra de las formas que la economía tiene para generar divisas. Aquí están los proyectos a mediano y largo plazo vinculados a la minería y el petróleo, y las ventanas de oportunidades como es el caso del litio.

El economista Andrés López, director del Instituto Interdisciplinario de Economía Política UBA-Conicet, deja su punto de vista: "Depender de los recursos naturales es un problema. Cuando eso se convierte en la base de tu economía, puede haber dificultades. Ahora hay sequía y la mayor parte de las exportaciones totales vienen del agro. Bueno, entonces estamos en un problema".

El experto sugiere que "hay que diversificar las fuentes de ingresos. La minería y el petróleo también están sujetos a variables, no climáticas sino a los ciclos de precios. También están sujetos a un agotamiento. En el caso del litio, todo el mundo que estudia el tema sabe que es una fase temporaria en el desarrollo de la electromovilidad. Son ventanas de oportunidad".

Coincide Crespo en que "la minería tendría un impacto importante en la economía. Necesitamos exportar y desarrollar actividades competitivas internacionales alternativas a la pampa húmeda. Hay una única región fuertemente exportadora desde la independencia, y es la región pampeana. Antes de la independencia éramos la periferia de Potosí. Se han desarrollado otras cosas pero con poca competitividad internacional. Hoy dependemos de los dólares que genera el agro pampeano".

Y añade: "Por eso considero que la minería vendría a dar un aporte en términos de divisas y crearía polos de desarrollo en las provincias. Tenemos una gran capital muy rica comparativamente con el resto país y un conurbano gigantesco. Ahí esta toda la industria con el agro pampeano a su alrededor. Esa es la economía argentina. Algunas provincias están en esa dirección. Santa Cruz, Neuquén y San Juan son mineras. Catamarca también. La Rioja está en veremos. Mendoza prohibió la minería, aunque algo tiene, igual que Córdoba".

De acuerdo a datos oficiales de la Dirección Nacional de Promoción Minera, existen en la actualidad 64 proyectos de minería en sus diversas fases, desde la exploración a la explotación. En 2020, la Argentina exportó productos mineros por valor de US$ 2760 millones, pero en la cartera proyectan que, de prosperar estos planes, en una década se podrían alcanzar ventas por US$ 13.000 millones anuales.

El desarrollo de la minería es, sin embargo, un tema urticante. Los puentes del diálogo se quiebran porque como sostiene Viale, "no hay un punto intermedio entre el ambientalismo y el extractivismo. El ambientalismo quiere desarrollo, quiere que le vaya bien al país, quiere producción y buena distribución del ingreso. Eso no se puede dar sacrificando una parte de nuestro territorio". Y apunta sobre la megaminería: "Incluso las regiones más pobres dentro de los propios países están donde hay megaminería. Los mapas de la pobreza coinciden con los mapas del saqueo y la degradación ambiental. Por eso no nos podemos comparar con otros países que tienen otra lógica y otro rol en esta división internacional del trabajo".

Que las poblaciones de las zonas potencialmente mineras tienen la piel sensible quedó claro en diciembre, cuando Chubut aprobó la explotación en la zona central y eso disparó protestas y disturbios.

Crespo tiene una explicación para lo ocurrido: "Lo que creo que pasa es que Chubut refleja la debilidad, la falta de claridad de la clase política para enfrentar esto. Básicamente lo que hay en la Argentina es un movimiento antiexportador con argumentos variados. Todos convergen en que las exportaciones son malas. Lo que suelen hacer es la campaña del miedo. El argumento es parecido: cáncer y agua. Todo genera cáncer y se acaba el agua".

La puja también se traslada al terreno del petróleo. Viale recalca que la Argentina es uno de los pocos países del mundo que tiene permitida la técnica del fracking en Vaca Muerta, contra lo que ocurre en Alemania, Francia, Inglaterra y varios estados de los Estados Unidos. Y que, pese a esto, los resultados en materia económica son magros.

Otra es la mirada de López: "Hay que desempaquetar proyectos. Toda actividad productiva, humana, genera impacto en el medioambiente. El medioambiente original ya lo modificamos. Tal vez lo del petróleo offshore esté mal, pero discutámoslo con ideas. Hoy tenemos que la minería no, el petróleo no, los agroquímicos no, la forestación no. ¿Qué hacemos entonces? ¿De qué vamos a vivir? Si el mundo quiere petróleo y nosotros lo tenemos, bueno, hay que venderles el petróleo. No nos vamos a inmolar para que otros países no utilicen esa energía que puede contaminar".

Lejos de soslayar el criterio ambientalista, el economista advierte: "La Unión Europea está discutiendo un ajuste en frontera por uso de carbono. Es probable que eso nos pueda costar. Es decir que en poco tiempo si exportamos una silla fabricada con energía fósil, tengamos que pagar un arancel. El financiamiento de los bancos privados también va por ahí. No van a prestar si no se les presentan los proyectos respaldados por energía limpia".

La salida

Economistas con orientación al desarrollo y ambientalistas, sin embargo, coinciden en un punto: la necesidad de que la Argentina diseñe un plan productivo a mediano y largo plazo. Evitar la bala de plata o, como suelen llamarlo también, el doradismo. Esa idea de que, sea la megaminería, la pesca, el litio, Vaca Muerta o la soja, vamos a descubrir algo que nos salvará.

Una puerta alternativa a todo esto es la tecnología. "Hoy en día somos excepcionalmente valorados a nivel internacional en talentos vinculados al mundo tecnológico. Si analizamos las compañías que son la punta de lanza muchas son argentinas", destaca el divulgador tecnológico Joan Cwaik, MBA de la Universidad Austral.

El sector representa hoy el ocho por ciento de las exportaciones totales de la Argentina, y tienen una participación del 22 por ciento en el PBI. Para 2025, asegura Cwaik, ese porcentaje podría escalar al 25 por ciento. "En el país hay aproximadamente 6000 empresas que forman parte de este universo y que emplean a miles de personas".

La educación juega un rol clave. "Hoy en día el paradigma de estudiar una carrera, graduarse y trabajar está totalmente obsoleto. Hay que capacitarse constantemente", enfatiza Cwaik y agrega: "La Argentina tiene una oportunidad única si puede reconocer el talento vinculado a las criptomonedas, y apoyarlo y ayudarlo a florecer".

López completa la idea: "Las empresas que crean un software para un tractor o que le permiten al productor planificar las dosis de insumos a utilizar... ese mismo software puede utilizarse luego en otra actividad. Tiene una capacidad genérica. Los australianos tienen el desarrollo más grande en, por ejemplo, software minero, pero luego esas empresas se lo venden tal vez a la industria automotriz. Creo que el camino a transitar es este, no buscar la nueva bala de plata como el hidrógeno verde o Vaca Muerta. Son balas de plata que duran un rato y después el lobizón revive. Hay que construir capacidades".

El texto original de esta nota se publicó en el número 338 de la revista Apertura

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