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¿La recesión en el comercio mundial ya empezó?

Las fuerzas económicas ponen en peligro el apetito de riesgo de los inversores hacia las economías emergentes.

Mientras los economistas se inquietan sobre si nos enfrentamos a una recesión mundial grande o pequeña, y si la afrontaremos antes o después, conviene tener en cuenta que el comercio ya está mostrando signos de profunda tensión. El apetito de riesgo hacia las economías emergentes podría verse sacudido como consecuencia de ello.

La tasa de crecimiento anual de los volúmenes mundiales de importación pasó a ser negativa a finales del año pasado, seguirá siéndolo a principios de 2023, según datos de Citi, y hay pocas razones para pensar que las cosas vayan a mejorar. Mientras eso sea así, serán las economías abiertas y dependientes del comercio -especialmente en el mundo en desarrollo- las más afectadas.

Hay tres razones principales por las que el crecimiento del comercio parece tan apagado en estos días. La primera es que simplemente estamos sufriendo una resaca comercial tras el repunte de la época del Covid. Ese impulso puede atribuirse en gran medida a las diferentes respuestas de política económica adoptadas durante la pandemia.

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Mientras que Estados Unidos y otros gobiernos liberales se empeñaron en utilizar las transferencias fiscales para apuntalar el poder adquisitivo de los ciudadanos, el enfoque de China se caracterizó más por conseguir que los trabajadores volvieran a las fábricas. En otras palabras, China pretendía impulsar la oferta mientras sus socios comerciales impulsaban la demanda. El resultado fue una aceleración del crecimiento del comercio, como no habíamos visto desde la recuperación económica que siguió a la crisis financiera de 2008.

Una segunda razón de la caída del comercio es el evidente cambio en el gasto, especialmente en las economías avanzadas, de bienes a servicios. El número de televisores y computadoras nuevos que se pueden comprar en un corto espacio de tiempo es limitado, y los servicios se comercializan menos.

En tercer lugar, el crecimiento del comercio se está viendo socavado por la naturaleza de la recuperación económica de China. Dado que hasta ahora se trata de una recuperación esencialmente 'sin estímulos', una gran parte del aumento del gasto en China se destina actualmente a los servicios, en lugar de al gasto en inversión financiado oficialmente, que tiende a generar mayores importaciones.

Y como la confianza es tan débil en China, la llamada 'rebaja del consumo' -o más prosaicamente, búsqueda de gangas- es un fenómeno muy extendido entre los hogares chinos. Sin una 'gran bazuca' de estímulo por parte de Beijing, es poco probable que esto cambie.

¿Por qué no van a mejorar las cosas? Vale la pena mencionar un par de factores. El primero es el deterioro de las perspectivas de la demanda mundial. El crecimiento económico mundial este año parece que se situará en torno al 2,3%, y el año que viene será casi con toda seguridad más débil que éste, entre otras cosas porque los grandes bancos centrales están, en efecto, tratando de inducir desaceleraciones para recuperar el control sobre la inflación.

Una ralentización del crecimiento creará sin duda un entorno más hostil para el comercio, y cabe destacar lo malo que es el entorno de demanda mundial en el que estamos entrando. La última vez que el mundo vio dos años consecutivos de crecimiento inferior al 2,5% fue tras la crisis financiera.

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Otra razón por la que no es fácil ser optimista sobre el comercio es simplemente que estamos en un mundo que está claramente más allá del 'pico de la globalización', un hecho que ha estado ejerciendo presión a la baja sobre el crecimiento del comercio mundial durante más de dos décadas. A principios de la década de 1980, las exportaciones mundiales equivalían al 15% del PBI mundial, según datos del FMI. La globalización empujó esa proporción hasta el 25% justo en la época de la crisis de 2008, tras la cual se inició un declive constante que la situará en el 20% en 2020.

Otra forma de ilustrar este debilitamiento del comercio mundial es considerar la relación entre el crecimiento del comercio mundial y el crecimiento del PBI mundial. En los 10 años hasta 2020, la tasa promedio de crecimiento del comercio mundial cayó por debajo de la del crecimiento del PBI mundial: esta fue la primera década desde la Segunda Guerra Mundial en la que esta afirmación es cierta. Cuando el ritmo al que se integra el mundo es inferior al crecimiento de los ingresos, los países que más dependen de esa integración -las economías emergentes- sufrirán de forma desproporcionada.

La OMC cree que el crecimiento del comercio mundial volverá a caer por debajo del crecimiento del PBI en 2023, y el aumento del proteccionismo, las tensiones geopolíticas y la localización de las cadenas de suministro bien podrían hacer que esto sea cierto en un futuro previsible. Esto significa que si usted es de un país en desarrollo sin la suerte cósmica de estar situado junto a un gran mercado -como México, por ejemplo-, sus posibilidades de atraer industrias relacionadas con la exportación podrían verse limitadas.

Más allá de lo que uno pueda pensar de la globalización, ofrecía la esperanza de que una economía emergente de cualquier lugar pudiera atraer capital a largo plazo que pudiera aumentar los niveles de renta impulsando las exportaciones. Ahora las perspectivas son sombrías, y no sólo para los próximos años.

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