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La pandemia disparó la deuda global a niveles récord, ¿cuáles pueden ser las consecuencias?

Los extremadamente elevados niveles de endeudamiento pudieran acarrear profundas consecuencias para la economía mundial.

Este mes, el controvertido tema de la deuda está volviendo a aparecer, tardíamente, en el radar político de Washington. Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, advirtió que el gobierno estadounidense se quedará sin dinero en octubre a menos que el Congreso eleve el techo de la deuda (o límite de endeudamiento).

Mientras tanto, la administración Biden está enfrentando oposición conforme trata de aumentar los impuestos de los estadounidenses adinerados para pagar su supuesto plan de gastos de u$s 3,5 billones, pero sin aumentar una deuda que cada vez es mayor.

Sin embargo, en medio de estas luchas fiscales domésticas, acaba de surgir un alarmante conjunto de cifras provenientes de otro rincón de Washington -el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), un organismo bancario- al cual los inversores, los legisladores y los ciudadanos también deberían prestarle atención.

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La "actualización sobre la pandemia" del IIF en relación con la deuda mundial ha mostrado hasta qué punto la más reciente solicitud de Yellen es sólo un pequeño símbolo de una tendencia mundial mucho más amplia de unos niveles de endeudamiento en inexorable aumento. Lo único más notable que la magnitud de este aumento a largo plazo es que haya tan poco debate público sobre sus consecuencias, en gran medida porque los votantes e inversores tienden a distraerse con los problemas a corto plazo que ocurren en sus propios ámbitos.

El tema de la deuda mundial es una clásica área de "silencio social", por citar el concepto planteado por el intelectual francés Pierre Bourdieu. Bourdieu propuso la noción de un tema ‘oculto a plena vista' que solemos ignorar porque parece lento, técnico o vagamente familiar debido a nuestros prejuicios culturales.

Consideremos las cifras en este caso. El IIF ha calculado que la deuda mundial total alcanzó la cifra récord de u$s 296 billones a finales del segundo trimestre de 2021, un aumento frente a los u$s 270,9 billones del año anterior. El endeudamiento de los gobiernos, de las entidades corporativas no financieras, del sector financiero y de los hogares representó, respectivamente, u$s 86 billones, u$s 86 billones, u$s 69 billones, y u$s 55 billones.

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La buena noticia para cualquiera que esté preocupado por el exceso de deuda fue que un repunte del crecimiento mundial a principios de este año hizo que la relación entre la deuda mundial y el producto interno bruto (PBI) disminuyera ligeramente de un récord del 362% en marzo a 353% en junio.

Sin embargo, la mala noticia es que "solamente" un 353% es mucho más alto que el nivel de 333% visto antes de la pandemia, cuando los gobiernos se embarcaron en una relajación fiscal impulsada por la crisis. Además, a principios de la década, la proporción se acercaba al 300%, y en 2008 era del 280%. Sí, ha leído bien: desde que el mundo sufrió la Gran Crisis Financiera, la cual provocó una profunda ansiedad en relación con los peligros de un excesivo apalancamiento, el endeudamiento mundial ha aumentado en más de un tercio.

Un optimista pudiera argumentar que esto no importa, por tres razones. Para los estadounidenses, un detalle ligeramente reconfortante de los datos del IIF es que gran parte del reciente aumento se ha producido en China. En EE.UU., el ritmo de acumulación general de nueva deuda recientemente se desaceleró porque el endeudamiento corporativo se redujo en medio de la incertidumbre económica, incluso cuando la deuda del gobierno y de los hogares aumentó.

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Una segunda razón para no preocuparse, según algunos observadores, es que este aumento todavía no ha provocado que los inversores entren en pánico de manera sistémica. Sí, existen focos de nerviosismo en el mercado, por ejemplo en torno al sector inmobiliario chino. Pero dado que los bancos centrales han mantenido bajos los costos de los préstamos, los costos del servicio de la deuda también son bajos, lo cual hace que el problema sea más fácil de ignorar.

Un tercer punto para quienes buscan consuelo es que la historia del siglo XX mostró cómo las tendencias de la deuda pueden moverse en ambos sentidos. La carga de la deuda occidental se disparó hasta superar el 90% del PBI durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, pero luego se redujo de forma constante hasta situarse por debajo del 30%, tal como lo ha demostrado un documento de trabajo de Carmen Reinhart y Belen Sbrancia. Como era de esperar, a los legisladores les gusta decirles a los votantes que esto volverá a ocurrir, debido al elevado crecimiento futuro y a la austeridad.

Sin embargo, esto parece difícil de visualizar. La tasa de expansión que necesitarían países como EE.UU., o China, para salir de sus actuales niveles de deuda es inconcebible. Y, tal como lo han señalado Reinhart y Sbrancia en su documento, no fue el crecimiento lo único que produjo el milagro posterior a la Segunda Guerra Mundial. Fue, más bien, la "represión financiera", o el hecho de que los gobiernos mantuvieran las tasas de interés por debajo de la inflación durante años en medio de controles financieros y de capital, sigilosamente robando a los inversores. Pudiera ser difícil repetir ese truco en una era de mercados digitales.

Por consiguiente, nos enfrentamos a una pregunta existencial a largo plazo: ¿Se verán los gobiernos, a la larga, obligados a desencadenar una inflación extremadamente alta para reducir esa deuda? ¿Habrá una condonación generalizada de la deuda en el futuro para evitar una explosión política o social? Eso puede parecer difícil de imaginar actualmente, pero como el fallecido antropólogo David Graeber describió en su libro 'En deuda: Una historia alternativa de la economía', los jubileos -perdones de deuda por parte de los líderes -a veces han ocurrido durante el transcurso de la historia para evitar una explosión social. ¿O habrá incumplimientos masivos y una crisis financiera?

¿O pudiera el siglo XXI convertirse en un período en el que las tasas de interés se mantengan tan bajas durante tanto tiempo que aprendamos a aceptar los exorbitantes niveles de deuda como el inevitable corolario de los altos precios de los activos, de la aumentada oferta monetaria y de un frenético sistema financiero, y a ignorarlos? Para los inversores y para los legisladores, ¿será la deuda como los correos electrónicos no leídos en nuestra bandeja de entrada: un asunto que da miedo y que es enorme, pero tan constante que es fácil de ignorar? Sencillamente, no lo sabemos y puede que no lo sepamos hasta que suban las tasas.

Pero el hecho de que nuestro sistema global esté tres veces apalancado, y en aumento, merece mucho más debate, incluso si uno es optimista en cuanto a las implicaciones... lo cual yo no soy

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