

En un análisis que combina optimismo financiero con una férrea defensa del rumbo fiscal, el economista Antonio Aracre planteó un escenario de fuerte recuperación para el próximo año.
Según su lectura, la Argentina se encamina a un 2026 marcado por un “crecimiento bastante alto” y una inflación a la baja, condiciones que, advirtió, estarían garantizadas si el Gobierno logra sortear con éxito los vencimientos de deuda de corto plazo y consolidar la baja del riesgo país.
“Me imagino que en diciembre el Gobierno va a poder obtener la financiación en los mercados internacionales para pagar el vencimiento de enero”, sostuvo, en referencia a los compromisos por 4.000 millones de dólares que afronta el Tesoro.
Según el economista, el éxito de esta operación no está completamente descontado por el mercado (“no está priceado”, indicó), por lo que su concreción provocaría un desplome del riesgo país y, consecuentemente, una baja sustancial en las tasas de interés para el sector privado.
El exfuncionario puso también el foco en el impacto que tendrá la regularización de activos en la economía real. Aracre pronosticó que la ley de “perdón fiscal” será el catalizador que “va a dar vuelta la economía en 2026”, al facilitar el ingreso de miles de millones de dólares destinados no solo a la construcción y actividades productivas, sino también a depósitos bancarios.
Este flujo de capitales, explicó, “va a movilizar muchísimo el crédito”, replicando y profundizando la dinámica positiva que ya se observó en el segundo semestre de 2024.
Sin embargo, el economista advirtió sobre los riesgos de ceder ante las presiones para acelerar la acumulación de reservas a cualquier costo.
Aracre se mostró crítico de la idea de que el Banco Central deba emitir pesos para comprar dólares, señalando que esa estrategia tiene efectos colaterales nocivos: o bien genera inflación si los pesos quedan en la calle, o bien incrementa el déficit cuasifiscal si el BCRA debe absorber ese excedente mediante letras remuneradas.

En esa línea, diferenció los roles de las instituciones monetarias, subrayando que “el que tiene que juntar dólares para pagar sus compromisos es el Tesoro, no el Banco Central”, dado que fue el fisco quien emitió la deuda.
Para Aracre, la vía sana para engrosar las arcas del Central no es la emisión, sino la cuenta capital: que las empresas traigan sus propios dólares para financiarse o que el Tesoro consiga excedentes de deuda en el mercado, como podría ocurrir si consigue más fondos de los necesarios para el “roll over” de enero.
El economista también cargó con dureza contra los sectores industriales y financieros que reclaman una corrección cambiaria para favorecer la acumulación de divisas. “Lo que quieren en general los que piden que el Banco Central compre reservas es forzarlo a una intervención que mueva el tipo de cambio para arriba”, disparó Aracre, y agregó sin rodeos: “No le veo un sentimiento tan santo a los que hacen eso, los veo más con un sombrerito de lobistas”.
Respecto a la economía real y la competitividad, Aracre desestimó las críticas por el cierre de plantas industriales que no logran competir con precios internacionales, citando el caso de Whirlpool. “La regla es que tenés que tener tanta producción y tantas fábricas como competitividad tengas actual o futura”, explicó, argumentando que subsidiar puestos de trabajo en sectores no competitivos implica que “50 millones de argentinos vivan peor” pagando sobreprecios en bienes durables como electrodomésticos o indumentaria básica.
Finalmente, aunque aclaró que no forma parte de la estructura formal del Gobierno, Aracre admitió reuniones recientes con Santiago Caputo y al ministro Luis “Toto” Caputo. “Me siento en comunión ideológica y emocional con el Gobierno”, confesó, aunque ratificó su decisión de mantenerse en la actividad privada.















