Matías Kulfas critica a Cristina y dice que el peronismo no piensa en un plan estabilizador
El ex Ministro de Producción, presentó su libro "Un peronismo para el siglo XXI", donde también critica a los movimientos sociales. Sostiene que este espacio debe ordenar las cuentas y discutir reformas para formalizar empleo.
El exministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, recibió a El Cronista en sus oficinas de Palermo, donde montó su nueva consultora. Es un espacio despojado, de paredes blancas y mobiliario mínimo, donde todo está por hacerse. Desde allí, Kulfas da "la batalla por un desarrollo que sintonice con el mundo actual y confronte el mito del ajuste eterno". Esa es la bajada de Un peronismo para el siglo XXI, su nuevo libro.
En el texto, Kulfas propone algunos principios rectores para ese peronismo. En discusión franca e intensa con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y los movimientos sociales, enfatiza que ese espacio político debe promover un modelo económico de tipo de cambio alto, equilibrio fiscal y matriz exportadora. Sostiene que el salto exportador de la energía y la minería dan aire para encarar un plan de estabilización. Y considera necesario encarar una reforma laboral para formalizar empleo y darle un marco normativo a la economía de plataformas.
-El peronismo de estas dos décadas es el kirchnerismo. ¿Por qué cree que el peronismo del siglo XXI debe ser distinto del que viene gobernando?
-Lo que planteo en el libro es que el peronismo y, en general, la política argentina, no terminan de internalizar los desafíos del siglo XXI, que trae grandes cambios a nivel tecnológico, productivo y, de manera más reciente, geopolíticos. Por un lado, en mi fuerza política, en el peronismo, cuando se habla de la industrialización, muchas veces se sigue pensando en los parámetros del siglo XX. Se plantean discusiones antinómicas que, para mí, son falsas, como que crecés exportando o crecés con el mercado interno, cuando en realidad las buenas experiencias muestran que se pueden hacer las dos cosas y que eso contribuye a una mejora macroeconómica. Por otro lado, la derecha, Juntos por el Cambio sigue pensando el mundo como si esto fuera la caída del muro de Berlín, el capitalismo triunfante en ese momento, y no el escenario de tensiones geopolíticas entre China y Estados Unidos y los cambios que se han producido después de la pandemia.
Plan de estabilización peronista
-¿Qué propone en ese escenario?
-El libro propone replantear muchas cuestiones que tienen que ver con lo productivo, una estrategia de industrialización, de cambio tecnológico, incluso del agro. Soy muy autocrítico con el peronismo, porque no ha sabido estructurar un buen mensaje para el campo, que es un sector productivo fundamental para Argentina. Todo esto configura la idea de que hay que repensar el peronismo del siglo XXI. Y a esto le agrego el desafío de la estabilización. El peronismo hoy es muy reactivo a pensar un programa de estabilización.
-¿Por qué?
-Lo asocia con programas recesivos, excluyentes, con que genera daños a los sectores más vulnerables, y al no hacerse cargo de esa responsabilidad termina relegando esa suerte de trabajo sucio a la derecha, que ya sabemos que lo hace con criterios excluyentes, cargando los costos sobre los más vulnerables. Y la realidad es que, primero, hay experiencia argentina y mundial que muestra que los programas de estabilización son reactivantes, no son recesivos, porque se ponen en valor un montón de recursos, y por otro lado está la propia experiencia peronista. Yo muestro en el libro que Perón, con el plan de estabilización de 1952, logró bajar la inflación del 50% anual al 4%. El peronismo hoy también tiene que asumir esa responsabilidad.
"Perón, con el plan de estabilización de 1952, logró bajar la inflación del 50% anual al 4%. El peronismo hoy también tiene que asumir esa responsabilidad".
-¿Por qué el gobierno de Alberto Fernández no pudo, no quiso o no supo encarar un plan de estabilización cuando la inflación estaba en niveles de 50% anual?
-Creo que por dos motivos. El primero fue la emergencia. El Gobierno estuvo prácticamente todo el tiempo en emergencia. Cuando empezó, la agenda prioritaria era cómo reactivar, pero sobre todo cómo reestructurar la deuda privada y con el FMI. A los cien días vino la pandemia y la agenda cambia por completo. Cuando parecía que salíamos, vino la guerra de Ucrania y eso puso un nuevo piso a la inflación, y luego la sequía. El segundo condicionante fue la situación política interna, las dificultades para hacer un diagnóstico compartido. El diagnóstico predominante hoy es que los planes de estabilización son malos y esto no es así. Argentina hoy está incubando un salto productivo exportador, que es lo que le va a dar sostenibilidad a la estabilización, va a generar una oferta adicional de dólares que va a estabilizar el mercado de cambios. Se perdió la oportunidad, el año pasado, de plantear un plan de estabilización que probablemente hubiera tenido buenos resultados.
"Argentina hoy está incubando un salto productivo exportador, que es lo que le va a dar sostenibilidad a la estabilización."
-El plan de estabilización supone devaluar el tipo de cambio y eso es lo que más resistencia genera, de manera horizontal, en el Frente De Todos.
-Supone un montón de cosas. Sólo devaluar, posterga el problema. En el libro planteo cinco principios rectores para estabilizar. Uno es encontrar un tipo de cambio real estable, de equilibrio, hay que salir del tipo de cambio recontra alto porque no es sostenible. Eso hay que complementarlo con un escenario fiscal de equilibrio, esto de que el superávit fiscal es ortodoxo y de derecha y el déficit es de izquierda o justicialista es un disparate. El presidente con mayor disciplina fiscal fue Néstor Kirchner, que desde su visión pragmática notó que el superávit fiscal permite más grados de libertad en la política pública. No soy dogmático con la emisión del Banco Central, pero no lo podés hacer de manera permanente, porque generás un excedente de pesos que presionan sobre el dólar y generan más inflación.
-¿Cuál sería hoy el tipo de cambio de equilibrio?
-No puedo decir un número, está claro que el dólar paralelo llegó a $ 500 y bajó, por lo que no valía eso, pero tampoco vale lo que cuesta el oficial. En alguna franja intermedia entre el oficial y el paralelo seguramente se encontrará.
-Decía que hubiera sido deseable un plan de estabilización hace unos meses. ¿Qué escenario observa hasta el cambio de gobierno?
-La discusión shock o gradualismo se acabó con la guerra de Ucrania y el salto del 50 al 100% de inflación. Es una tarea para el próximo Gobierno. Este, lo que tiene que hacer, es lo que hace Sergio Massa, que es buscar herramientas para equilibrar y administrar la situación delicada. El plan de estabilización tiene que ser un esquema de shock y con un plan productivo atado. El plan productivo va a ayudar a estabilizar. Sería idea que hubiera un acuerdo entre oficialismo y oposición. Y rehuir de estas ideas mágicas como la dolarización de Javier Milei.
Las críticas de CFK y la gestión
-En el libro dice que las críticas de la vicepresidenta y el kirchnerismo al Presidente y a su equipo no fueron constructivas, no aportaron propuestas o soluciones programáticas, y que Cristina Fernández se dedicó a administrar el relato de 2015. ¿Qué de todo eso derivó en problemas en la gestión económica?
-Muchos temas. No sé cuántos gobierno tuvieron tantas dificultades en tan poco tiempo, pero de todas, la más complicada es esta, porque un gobierno cohesionado que enfrenta la crisis puede lograr resultados. Pero si encima hacia adentro hay boicots u obstaculizaciones, se complica. El ejemplo más claro tiene que ver con las tarifas de energía. El objetivo de reducir el déficit fiscal de manera virtuosa se estaba logrando, con una economía en expansión. Las tarifas no se podían rezagar. Argentina arrastra, desde la salida de la convertibilidad, un sistema de subsidios pro ricos y muy centrado en el AMBA que es muy injusto y no tiene nada de peronista. En eso hubo una obstaculización lisa y llana. También en el tema Vaca Muerta.
-¿Por qué?
-El sector debería haber sido el gran generador de dólares. Hace unos días escuchaba a la vicepresidenta quejarse por los pagos en dólares, cómo el superávit comercial se fugó en pagos de deuda. De esa deuda, la mitad de los intereses y el 30% del capital fue para el sector energético. Hay un problema que tuvo que ver con la dificultad para estructurar un régimen especial que garantizara inversiones en Vaca Muerta. No hacía falta mucho. Energía y minería son sectores que requieren grandes inversiones y financiamiento. En un país con cepo, la pregunta inicial de los inversores es: "¿Me vas a poder pagar?". Por no haber generado ese régimen para libre disponibilidad del 30 o 40% de las divisas generadas, la energía sacó más dólares de los que ingresó. En ese sector, el equipo de trabajo estuvo designado por la vicepresidenta. Y en Argentina, la restricción externa en Argentina está muy vinculado con la restricción energética. Generar un régimen de inversión que asegure el repago de las deudas a sectores que van a generar mucha exportación es un punto de partida clave.
-Economía ahora pudo avanzar con la segmentación para quitar subsidios a la energía. ¿Por qué cree que Sergio Massa sí tuvo el respaldo del kirchnersimo para hacerlo?
-Me parece loable que la gestión de Massa y Flavia Royón haya avanzado en desarmar el sistema de subsidios. Es un primer paso, creo que falta mucho más. Por qué a Massa sí lo dejaron y a Martín Guzmán no, no lo puedo responder yo, debería responderlo la gente que obstaculizaba y dejó de hacerlo.
-¿Qué falta?
-Una regla cambiaria clara para el sector energético y para la minería. Eso va a destrabar un montón de inversiones, muchas ya anunciadas y con principio de ejecución. Faltan marcos legales para gas licuado, para hidrógeno... no es mucho, pero en esta economía con restricciones macro, va a ayudar a dar un salto exportador. Me gustaría que ese salto exportador lo pueda conducir el peronismo, porque habrá más margen para que ese recurso natural como palanca para el desarrollo. Si no, el riesgo es un desarrollo a la chilena, que estabiliza la macro pero genera tensiones sociales propias de la exclusión. Sin un salto productivo, es imposible. Hay sectores que piensan que el problema es meramente distributivo. Eso es falso. El PBI por habitante tiene que crecer por lo menos 50%.
Reforma laboral contra "el pobrismo"
-En el libro plantea que este peronismo del siglo XXI debe armarse sin los especuladores y sin el "pobrismo".
-Hay sectores de la política que dicen que el capitalismo no genera más empleo y que la única forma de generar una salida para los sectores más pobres es con planes sociales, subsidios y ayuda permanente a cooperativas. Mi crítica es a eso. Un sector que forma parte del FDT piensa eso. Cuando les mostramos qué puede hacer la minería, la economía del conocimiento, te dicen que la minería contamina... me parece una locura ese enfoque. Tenemos que discutir de qué manera generar más empleo y focalizar en economías regionales, pero desdeñarlo es un error garrafal. Y buscan una acumulación política. Mayra Arena tiene razón: las organizaciones sociales terminan funcionando como sindicatos de pobres que buscan más afiliados. El esquema de pobreza está reproduciéndose y no quiero saber nada con eso.
"Las organizaciones sociales terminan funcionando como sindicatos de pobres que buscan más afiliados."
-¿Estos trabajadores se pueden incorporar al trabajo formal? ¿Se necesita una reforma laboral?
-Planteo que el peronismo del siglo XXI tiene que discutir la cuestión laboral. No podemos quedarnos en la antinomia de que por un lado está la flexibilización laboral que plantea la derecha, que es sacarles derechos a los 10 millones de asalariados formales. Tampoco podemos quedarnos con la idea de que, así como están las leyes laborales, estamos bien, porque creció la informalidad y formas alternativas de empleo.
-¿Qué cambios propone?
-Quiero discutir un régimen laboral para pymes. No puede ser que a una empresa de 5 o 10 empleados les pidan lo mismo que a una grande. Algo sencillo, tipo monotributo, con pago fijo, mensual, por trabajador o trabajadora. Después hay que darles respuesta a las economías de plataformas. Requieren regímenes especiales que hay que discutirlos con los trabajadores del sector. Y después tenemos que terminar con la industria del juicio. El tema de las multas laborales, así como están planteadas hoy, generan un negocio muy fructífero para un puñado de abogados que va en detrimento de las pymes y de los trabajadores en su conjunto, porque atenta contra la formalización laboral.
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