Qué cambió después de la reunión de Estados Unidos y China en el G20
El lunes 14 de noviembre 2022 próximo pasado en Bali durante la reunión de lideres del G20 el presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden, y el líder chino Xi Jinping dieron un paso significativo para estabilizar lo que se ha convertido en una relación cada vez más tensa entre Estados Unidos y China.
El simbolismo de la reunión adquiere su importancia ya que se reunieron durante más de tres horas de conversaciones y por el hecho de que la cumbre se celebró en medio de otras dos reuniones de alto nivel en la región, la de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, 10-13 de noviembre en Nom Pem), y la de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, 18-19 de noviembre en Bangkok).
Desde el Summit del 2021 en Anchorage, las relaciones entre China y Estados Unidos se deterioraron a niveles de confrontación peligrosos. En Anchorage, China y Estados Unidos reafirmaron su identidad histórica y reclamaron un papel asertivo en los asuntos mundiales. Muchos expertos han interpretado a Anchorage como el inicio de otro período de "guerra fría". La confrontación quedó enmarcada como una competencia entre "un estado autocrático corporativo (un capitalismo patrocinado por el estado) versus un capitalismo liberal basado en la voluntad individual dentro de un marco de estado de derecho dispuestos a enfrentarse".
Ni Xi Jinping ni Joseph Biden estuvieron en Anchorage. Esta vez en Bali, Xi y el presidente de los Estados Unidos Joe Biden, se reunieron con la esperanza de evitar que lo que ya es una competencia estratégica hostil se salga de control y fijar un nuevo marco a las relaciones bilaterales. Ambas partes parecen haber revalorizado las ideas de Zheng Bijian de "construir las relaciones EE.UU.-China" sobre intereses convergentes para crear una comunidad de intereses" global (cuyas teorías dieron lugar a "China's peaceful rise policy" bajo la presidencia de Hu Jintao (2003-2012), pero esta vez, sobre la base de una relación entre "iguales" y no bajo la sombra de la hegemonía occidental.
Para Xi el éxito de China y su rápida modernización en las últimas décadas se debió a sus cualidades superiores como un sistema mas estable no sujeto a los cambios de un liberalismo democrático (este es el tema clave en discusión hoy en dia más allá del comercio, la tecnología y crecimiento económico).
Para Xi esas cualidades que se remontan a milenios, incluyen un estado unitario con instituciones sólidas administradas por autoridades meritocráticas que en general el pueblo no discute. Bajo un Partido disciplinado en los tiempos modernos, esos rasgos pueden guiar a la sociedad hacia adelante en nombre de la vasta población a través de una democracia "nominal sustantiva" que brinde resultados a través de un buen gobierno en lugar de la democracia "formal" de orden constitucional centrada en los derechos individuales, la tolerancia de la disidencia, una sociedad civil libre y rendición de cuentas electoral.
En combinación con la destreza tecnológica de vanguardia que ha logrado durante el último medio siglo, argumenta Xi, China está lista para desarrollar un nuevo tipo de modernidad no occidental. Implícito en esta visión está que la China moderna debe apartarse del enfoque prudente y de humildad y aprovechar el momento histórico de su nuevo estatus y no ser tímido a la hora de proyectar su rol como una gran potencia en el escenario mundial.
Paradójicamente, fue el predominio del orden mundial liberal occidental lo que sentó las bases para el crecimiento de China. La gran convergencia económica y tecnológica forjada por la globalización no condujo a un orden cosmopolita liderado por el liberalismo político y económico. En efecto, generó una divergencia cultural a medida que las naciones emergentes prosperaron, en particular China, que ha logrado trazar un camino hacia adelante arraigado en sus propios cimientos históricos. La fortaleza económica y tecnológica fomenta, no disminuye, la autoafirmación cultural y política. Lo que existe hoy es, pues, una interdependencia de identidades plurales, ni plenamente convergentes ni divergentes.
El objetivo central del rejuvenecimiento de China por parte de Xi es revalorizar su identidad bajo el PRC y nunca más quedarse atrás de Occidente tecnológicamente, como sucedió en el siglo XIX y principios del XX, invitando a la dominación imperial.
Las tecnologías que China busca dominar hoy, como la IA, no son solo otro factor de producción como las máquinas, herramientas o las líneas de ensamblaje de la era industrial, sino el control de la información y de las comunicaciones que se encuentran en el centro de la brecha entre Oriente y Occidente.
Por ello es que temiendo la influencia geopolítica y militar que tendría China si su "rejuvenecimiento" tiene éxito, la administración Biden pretende frustrar la trayectoria de China cortando el flujo de tecnologías claves a China. El resto de Occidente, hasta ahora, se ha alineado en su mayoría con este enfoque.
Los EE.UU. invirtieron años en promover la integración de China con el mundo occidental. Ahora quiere demorar que China complete dicho desarrollo. El ejemplo práctico son los semiconductores que China necesita para impulsar su avance tecnológico los que se fabrican principalmente en Taiwán y que ahora Biden quiere promover en los EE.UU. a través de enormes subsidios económicos.
Estados Unidos ha enmarcado la distinción entre "el destino colectivo de una nación frente a las oportunidades abiertas para la autorrealización individual cuando prevalece la libertad". En esto, Biden marcó la distinción central entre la civilización liberal y todas las demás: "La libertad de construir una identidad de su propia elección como él, ella o, en estos días, lo consideren adecuado".
En una civilización como la de China, con un pasado milenario de importantes tradiciones, las formas de vida están arraigadas culturalmente y se atribuyen en gran medida como parte integrante de la continuidad histórica. Esa identidad colectiva recibida es la sustancia misma de las pretensiones de un estado de civilización no democrático.
Esta asimetría geopolítica plantea la pregunta de si, en un choque de estados, Occidente puede lograr el mismo nivel de cohesión interna que China para impulsarlo hacia adelante cuando el único factor social de cohesión social es la capacidad disruptiva y discontinua de diferenciación individual. Democracia y libertad de expresión sin limites. Planteado así la divergencia no parece que existiera otro destino que la confrontación.
Quizás el peligro de un conflicto bélico sea una razón para la formación de una "confederación de civilizaciones o sistemas políticos diversos" en las que todos se unan para preservar las condiciones para la existencia de los demás. Una refundación del orden internacional.
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