

La industria aportó, por fin, un dato alentador. El aumento de la producción de autos registrado en mayo, así como las mayores ventas al exterior, hablan más de un rebote que de crecimiento. En el acumulado del año la cantidad de unidades armadas localmente todavía está por debajo de los datos de 2016. Pero está claro que la curva cambió y puede habilitar una tendencia más positiva para el resto del año.
El efecto Brasil sigue presente. Si en la Argentina 70% de los autos que se venden son hechos en ese país, es porque la caída del mercado interno vecino incentiva a las automotrices a colocar más unidades en el exterior, tendencia favorecida por la depreciación del real y los menores costos de producción. Esa relación antes era más pareja, pero la recesión alteró la ecuación y provocó la menor venta de modelos argentinos.
Pero aquí viene el otro dato destacado de la estadística automotriz de mayo: el crecimiento de las exportaciones provino más de una diversificación de destinos que de un repunte en la demanda brasileña. México y Centroamérica tomaron la posta y ayudaron a reactivar a las fábricas locales. El producto más exportado hacia estos países no son autos, sino utilitarios.
Esta tendencia pone de manifiesto una especialización de la oferta doméstica: las pick ups están pasando a ser los modelos más exitosos, y es por eso que más terminales están apostando a fabricar camionetas y otros vehículos de carga no solo para atender a los productores agropecuarios locales, sino también a los de la región.
Con este repunte como telón de fondo, lo que el Gobierno buscará ahora es desincentivar la entrada de autos importados, porque de lo contrario, el sector podrá tener mejores indicadores pero la cadena de valor autopartista no los sentirá. Tiene herramientas para hacerlo, pero no demasiado margen para presionar, ya que si no se quedará sin unidades para alimentar a uno de los más antiguos brotes verdes que tiene la economía.














