OPINIÓN

Innovar en los negocios es no quedarse quieto

Innovación es una palabra que se ha puesto de moda pero es mucho más que incorporar tecnología. Es una actitud, una cultura, una forma de vivir que permite adelantarse a los cambios de época y a las crisis.

La palabra innovación tiene hoy un gran protagonismo en el mundo de los negocios. Se entiende y explica en gran medida por el impacto que está produciendo la discrupción tecnológica en todos los aspectos de la vida humana. Es probablemente el cambio más profundo e intenso del último siglo.

Y vale reconocer que esta palabra también es una forma genérica de intentar explicar un proceso complicado de entender, que está en movimiento y de características únicas. Tiene una velocidad tal que en poco tiempo lo nuevo pasa a ser viejo. Y aquello que es innovación deja de serlo.

Se habla mucho de innovación en todo aquello relacionado a la tecnología y está bien porque en mayor o menor medida todas las empresas están en un proceso de transformación digital. La tecnología es una herramienta que ayuda a la innovación, pero innovación es mucho más que eso.

Desde que empezó el capitalismo y la economía de mercado hace más de trescientos años, negocios e innovación son sinónimo. Sin innovación no se hubiese producido la revolución industrial en todas sus olas hasta este presente. 

Porque innovación implica adelantarse a los cambios que se vienen, desarrollando soluciones a las necesidades que se van presentando y a los desafíos de cada momento. Es esencialmente un proceso creativo.

Veamos un ejemplo simple de la vida cotidiana. Si las maletas no tuvieran ruedas, los paseos por los pasillos infinitos de los aeropuertos serían una pesadilla. Esto fue así hasta que en 1970 Bernard Sadow, un ejecutivo de una empresa de maletas y abrigos estadounidense, volviendo de viaje, un día se cansó de que el maletero le llevara la valija. Observó a un hombre moviendo una máquina sobre una tarima con ruedas y tuvo su gran idea. Tomó cuatro ruedas de un mueble de oficina, las fijó a la parte inferior de una maleta y le colocó una tira de cuero para poder tirar de ella. Y cambio la historia. La idea, simple, fue patentada el 4 de abril de 1972 y revolucionó la forma de viajar y hasta obligó a cambiar las estructuras de los aeropuertos. Bastaron la necesidad y la observación para ser un innovador. Y hoy aplicando la tecnología a ese genial invento, las valijas con sus ruedas van solas detrás del dueño que las guía.

La verdadera innovación no se restringe a laboratorios o centros de investigación, si bien son lugares irremplazables. Cada día surgen nuevas ideas y enfoques innovadores de personas diferentes, independientemente de su rol, posición o industria. Y frecuentemente la innovación requiere trabajar en colaboración con toda la red vínculos que tiene una empresa como son clientes, proveedores, empresas de soporte tecnológico, y también con la comunidad.

Es central entender que para innovar se necesita saber escuchar, observar y estar abiertos al cambio en general, atentos a esa tecnología que permite hacer las transformaciones. Ser sensible al entorno porque hoy el cliente, el consumidor, el proveedor y el usuario son actores clave de gran influencia. 

Por eso es clave que el más alto ejecutivo de una empresa está obligado a innovar y a reinventarse constantemente para seguir vigente en cuanto a su liderazgo personal y el de su empresa.

Nos encontramos en medio de un profundo cambio del tipo de líderes que buscan las organizaciones, las exigencias actuales para un CEO comprenden una amplia agenda como la importancia de trabajar cross, con diversidad de representatividad en los espacios de conducción y con equipos que sean multidisciplinarios. Más que antes, el líder debe tener una visión 360 y esto está íntimamente ligado al proceso de innovación creativa que como una cultura permanente debe estar presente en toda la organización.

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