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La manta de dólares es corta y a la economía se le enfrían los pies

Revisar la evolución del dólar y los problemas que experimenta la economía por estos días de agitación cambiaria volvió a poner sobre la superficie al síndrome de la manta corta, surgido de una frase, inmortalizada en el mundo del fútbol por el brasileño Tim, que tuvo tal impacto que fue adoptada como un dilema en psicología y trasladada a diferentes campos de estudio, inclusive el de la teoría económica.

"El fútbol es como una manta corta. Si te tapás la cabeza, te destapás los pies y si te cubrís los pies, te destapás la cabeza", dijo quien supiera destacarse en la Argentina como director técnico de San Lorenzo, allá por fines de la década del 60. 

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Justamente un país en el que fútbol cruza todos los ámbitos sociales, de manera tal que esas palabras cobran gran relevancia no solamente al hablar de la estrategia del equipo de turno sino, también, cada vez que se observan problemas en la economía nacional. En particular aquellos que demuestran una escasez de recursos, tales como la actual falta de los dólares necesarios para reforzar las reservas del Banco Central, según lo firmado en el acuerdo por la deuda con el Fondo Monetario Internacional, y cumplir al mismo tiempo con la importación de insumos requeridos para sostener la producción.

Los dólares no alcanzan y el síndrome de la "manta corta" muestra hoy a un Gobierno que se tapa la cabeza para evitar, desde el BCRA, que se le escape la meta de acumulación de reservas pautada con el FMI, así como intentar que las divisas financieras detengan la carrera iniciada en los últimos días. 

Pero que en el mismo acto se descubre los pies en los que se apoya para abastecerse de una porción de esos dólares y sostener la actividad económica. La referencia apunta al sector industrial, que hoy advierte sobre la posibilidad de una fuerte merma y hasta de un inminente parate fabril, si no se logran comprar a tiempo insumos que no se consiguen en el país para mantener en marcha las diferentes líneas de producción. Todo ello en el marco del fuerte incremento de costos derivado de una inflación descontrolada -proyecta superar, una vez más, el 5% en abril- y una devaluación permanente.

Así, el resultado de la estrategia resulta incierto. En el primer trimestre se cumplió con la meta del FMI -básicamente por el propio envío de fondos que hizo el organismo tras la firma del acuerdo- y la industria logró atravesar el verano. Pero para este segundo trimestre, las empresas alertan que están al límite de sus posibilidades y, lo que es peor, los números del BCRA no acompañan pese a los ingresos récord provenientes del campo: necesita sumar unos u$s 2700 millones de reservas netas hasta fin de junio y solo este mes ya lleva perdidos más de u$s 550 millones.

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El dilema, entonces, se torna cada vez más complejo y proyecta un enfriamiento de la economía. Sin dólares para importar insumos, se achicará la producción y se reducirán las exportaciones, lo que implicará un menor ingreso de divisas sin las cuales no se podrán importar los insumos... Una espiral descendente y una manta que cada vez es más corta.

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