

Ante lo gigante de un fenómeno social como el que generó la Scaloneta, la situación le ofrecía a la política y los medios la preciosa posibilidad de no decir nada. O de sólo poner "Dale Campeón" y "Gracias" y punto. Pero la chance se habría desaprovechado un poco.
La vicepresidenta Cristina Fernández saludó el triunfo en Twitter y celebró bastante a destiempo el giro "maradoneano" de Lionel Messi cuando en cuartos de final, una semana atrás, había soltado el "qué mirás bobo" con Países Bajos. Al menos pareció raro, como si le costara entrar en sintonía con el fútbol que justo viene a llenar las calles de gente tomando Fernet, lejos de una manifestación en rechazo del lawfare a diez días de que fuera condenada por corrupción.
El ex presidente Mauricio Macri, en tanto, aterrizó y fue a la tele, donde por fin el periodista Osvaldo Bazán lo cuestionó por su apoyo a un régimen como el de Qatar que vulnera libertades de la comunidad LGTB. Mamadera, lo que fue su postura. "Hay altísima homosexualidad", sorprendió el también presidente te de la Fundación FIFA. What? Luego agregó que allá no "hay ostentación" (?) y que están evolucionando. Recontra what? En noviembre el embajador qatarí del mundial había hablado de que los gays tienen un "daño en la mente". Luego, Macri resaltó el triunfo de un equipo que hace gala de la "meritocracia".
Y Alberto Fernández aportó su cuota de delirio cuando por radio destacó que durante su presidencia fue la única bajó la que la Argentina ganó una Copa América, una Finalísima y un Mundial (?).

Ya que más da. Si también los periodistas caímos en la tentación de sobre analizar el hito deportivo. Es el camino a seguir. El ejemplo de lo que somos capaces. El reflejo de cómo los exitosos son unos desclasados y olvidan su origen. La demostración de que el talento argentino dominará el mundo. A veces, el silencio o la sola crónica de los hechos y los sentimientos que generan es la que va. Imán en la heladera.
Pero a todo esto, pocos repararon en que a las 3:09 de la tarde del domingo y con la Argentina campeona del mundo en fútbol después de 36 años había un pueblo saliendo a la calle cuando el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque, eligió qué primera foto tuitear: la de Claudio "Chiqui" Tapia, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino.
Luego postearía imágenes de los jugadores y el técnico y los festejos, pero ahí en su time line quedó el registro de un orden de prioridades que tal vez haya anticipado algo de las desinteligencias que acompañaron el intento de festejo del plantel este martes en el medio de una marea humana feliz como nunca antes.
Es cierto, cualquiera puede pensar que si no se pudo organizar una final de Copa Libertadores en River en 2018 en el Monumental, o un Boca-Gimnasia hace dos meses en La Plata, ¿por qué iría a salir bien algún plan frente a un tsunami multitudinario como el que explotó en las últimas horas?
Pero también hay que decir que si Lionel Scaloni y los suyos fueron organización, estrategia y coordinación en materia deportiva, el armado de la fiesta popular fue una especie de homenaje con todo lo opuesto: errores, improvisación, descoordinación y sobre todo rosca y peleas que nos trajeron rápido a la realidad después de un mes de "mirá cómo los argentinos unidos logramos cosas", como enfatizó Nicolás Tagliafico tras recibir la medalla en Doha.

Que Tapia tiene pica con Fernández porque lo habría querido voltear a poco de asumir. Que la AFA está ligada a La Cámpora a través del sponsoreo de YPF que consiguió la cara de Messi como "una energía única en el mundo". Que entonces se volvió un sostén del Chiqui que también se apoya en dirigentes del interior con llegada a funcionarios. Que no había "la mejor" para fotos compartidas porque le daban un momento to histórico al que no querían. Que entonces cualquier diálogo para un operativo de seguridad quedaba a tiro de un tuit que rompa acuerdos. En definitiva, la llegada de la Selección tuvo un derrotero tan Frente de Todos que aburre.
Gracias al destino y al comportamiento de la mayoría de los casi 5 millones de personas no terminó habiendo una desgracia que hasta perjudicara a alguna de las estrellas del plantel. Porque si pasaba lo peor y no por culpa de los energúmenos que hacen cualquiera sino por la última rosca de la interna eterna de una coalición fallida capitulo mil era para llevarle el trofeo a Mbappe y Macron por giles.
Porque vamos a lo importante. Una cosa es que las diferencias del experimento que gobierna alarguen al infinito la negociación con el Fondo Monetario Internacional o que hagan perder tiempo súper valioso en la construcción de un gasoducto o que vuelvan un chicle un plan de segmentación de tarifas para bajar la cuenta de subsidios a los que no lo necesitan; pero nada se hubiera comparado con que la interna terminara con el micro de los campeones mundiales volcado en la autopista con la copa rodando por el asfalto.














