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La economía argentina comienza a dar señales de sobrecalentamiento por exceso de demanda y el Gobierno sigue usando políticas de estímulo en lugar de "tranquilizarla". La recuperación de la actividad fue de las más veloces de América Latina, con un mercado de trabajo e industria no sólo en niveles pre-coronavirus, sino en valores de 2017, pre -crisis cambiaria. Este cuadro de situación presiona sobre la inflación, las reservas y el tipo de cambio.
Frente a este diagnóstico: ¿Conviene continuar con políticas de estímulo a la demanda y en paralelo restringir la oferta a través del freno a las importaciones?
En este espacio venimos insistiendo en la necesidad de generar políticas sustentables tendientes a normalizar la economía, y dada la magnitud de los desafíos, que requieren un mínimo nivel de consenso entre oficialismo (incluso dentro de la coalición) y la oposición. Evidentemente estos objetivos son demasiado ambiciosos y nos limitamos a analizar la consistencia de la política económica en el corto plazo.
EL RECALENTAMIENTO
La actividad económica recuperó su nivel en tiempo récord. En 2021 creció en torno a 10% y ya se ubica en niveles de 2019, pero lo hizo de forma diferenciada. La tracción provino del lado de la industria, cuya capacidad instalada ya se ubica 13% por encima de los niveles de ese año y en torno a valores de 2017, previo a la crisis cambiaria. ¿Por qué crece la industria por encima del resto de la actividad? Posiblemente haya un crecimiento "espurio" que demanda importaciones por encima de las que necesita para su demanda interna y el motivo sea una dolarización "barata" (al tipo de cambio oficial), en un contexto en el que el mercado apuesta a una devaluación del tipo de cambio. Esto mejora la actividad industrial y el empleo y salario ligado al sector, pero no los servicios, por lo que el salario en su conjunto cae.
A la vez, la Argentina es el país de América Latina que más recuperó su mercado laboral. Mientras que la desocupación de la región es 8% superior a la de 2019, según la OIT, en el caso de la argentina, se ubica 15% por debajo, prácticamente en niveles de 2017. Sin embargo, esta mejora ocurrió con salarios que, en su conjunto, cayeron 3,2% en términos reales.
A este cuadro se suma que el crecimiento vino de la mano de una inflación por encima del 50%, sin acumulación de reservas internacionales en un contexto de tipo de cambio alto y récord histórico en los términos de intercambio.
Para 2022 el consenso de los economistas no espera crecimiento de la economía por encima del arrastre estadístico (en torno a 2,5%) ni tampoco una baja la inflación (en torno a 50%), lo cual vuelve a dificultar no sólo la recuperación del salario y el empleo, sino que pone en jaque los indicadores sociales.
Así las cosas, vale preguntarse ¿Al Gobierno le cierra la ecuación de entrar en un nuevo estancamiento de la actividad con salarios que muy probablemente no crezcan por encima de la inflación? A priori pensamos que no, pero, además, nuestro diagnóstico es que hay una mala lectura sobre cómo encarar el problema: la solución no pasa por el control de importaciones.
En este punto, vale marcar que los procesos de desinflación suelen ir de la mano de un déficit de cuenta corriente (o reducción del superávit), porque la oferta externa de bienes y servicios abastece la demanda interna y compite con precios estables en moneda extranjera. Mientras haya divisas suficientes que eviten una corrección abrupta del tipo de cambio, el proceso menguante puede continuar. Ahora bien, teniendo esta aritmética en la cabeza, en una economía recalentada, frenar la oferta de bienes y servicios pisando las importaciones y a la vez estimular su demanda con tasas negativas y expansión del gasto, sigue sin parecer el camino más acertado.
LA RESPUESTA OFICIAL
Por el contrario, el gasto público crece a razón de 77% interanual (17% en valores reales), traccionado por subsidios y obra pública, al tiempo que la tasa de interés real, luego de la suba de enero, continúa siendo negativa, con una inflación que fue de 3,8% en diciembre y 4,4% en su componente núcleo. Quizás el gobierno tiene otro diagnóstico o bajar la inflación no está en sus planes para este año. Como sea, la pauta de paritarias sugerida por el ministro de Trabajo al 40% pareciera indicar que el salario nuevamente será la variable de ajuste, la única que se mueve por debajo del nivel de nominalidad que la economía en su conjunto viene mostrando (tasa de interés, inflación esperada, tarifas necesarias para cumplir con la meta fiscal).
El nivel de precios es, hasta donde sabemos, la única variable que no es meta objetivo en el marco del acuerdo con el FMI. Por ese lado pareciera que hay margen para actuar, por lo menos en el caso del ajuste tarifario que es inflacionario de por sí. Sin embargo, acelerar la inflación expandiendo la demanda a través del gasto no sólo complica la meta fiscal, sino que compromete el crecimiento económico y los indicadores sociales que no se recuperan (pobreza e indigencia). Por otro lado, las importaciones en el nivel que están complican la meta de reservas internacionales para el año.
A este error de diagnóstico o coordinación, proponemos, en cambio encarar una política económica algo más acorde con el nivel de actividad, precios y salarios. En lugar de frenar la oferta de importaciones, preferimos frenar su demanda, por lo menos la parte "espuria", la que no tiene correlación con el nivel de actividad y es exclusivamente de cobertura. Esto se puede lograr ofreciendo un atractivo por instrumentos en pesos. O sea, poniendo la tasa de interés por encima del nivel de precios y tipo de cambio, evitando que haya alicientes a cubrirse de saltos cambiarios.
Hasta el momento, no hemos visto actuar al Banco Central. De hecho, pareciera que la inflación no es tarea de la autoridad monetaria, como explícitamente lo dijo su presidente en una entrevista. Tan sólo se mostró tímidamente dispuesto a aumentar las tasas de interés y sólo hace unos días habló por primera vez de precios al decir que buscará generar rendimientos reales positivos en el marco del acuerdo con el FMI.
Posiblemente con cepo la tasa de interés tampoco no sea suficientes para bajar la inflación o moderar expectativas, pero no obsta que la solución igual pueda provenir por el lado de la política monetaria, por ejemplo, a través del control de agregados, ya que la política fiscal hoy está atada a la suerte de la negociación con el FMI. Es necesario volver a recuperar la demanda de pesos y la inversión genuina. El resto de las variables (inflación, empleo reservas internacionales) van a ser síntoma (y no consecuencia) de una política económica más ordenada.
Recién entonces podremos volver a insistir con la idea de pensar el mediano plazo y buscar puntos de acuerdo para constituir políticas más duraderas que generen una macro más "tranquila".













