ANÁLISIS

Asume un nuevo presidente en Ecuador pero... ¿ganó Lasso?

El banquero ganó la segunda vuelta. Cuando asuma, deberá enfrentar una economía que naufraga y la crudeza con la que el Covid golpea al país. Y eso frente a adversarios internos que, aunque perdieron, un poco parecen haber ganado.

La política en Ecuador funciona como un caleidoscopio, donde la realidad no se siempre es lo que parece y lo que parece no es la realidad. El flamante presidente Guillermo Lasso, de 65 años, ya siente el vértigo de esas dualidades. Lasso se impuso -la tercera fue la vencida- al delfín de Rafael Correa, Andrés Arauz en segunda vuelta. Candidato del Movimiento CREO (Creando Oportunidades), aliado del histórico Partido Social Cristiano (PSC), Lasso logró el 52,47% de los sufragios frente el 47,3% de Arauz, exministro de Conocimiento y Talento Humano (2015-2017).

El banquero, que venció en las urnas con un discurso pro mercado, el 24 de mayo chocará de frente con la realidad más cruda de los ecuatorianos. Y ahí se terminará la hora de los festejos. Recibirá un país devastado en lo económico y en lo sanitario; una situación crítica que le exigirá tomar medidas drásticas y urgentes casi en la soledad más absoluta. Con un presidente saliente, Lenin Moreno, que deja el poder con mas de un 90% de reprobación a la gestión presidencial.

Una economía que naufraga

Ecuador respira por el petróleo, pero hoy le falta aire. Entre 2010 y 2014, se produjo un boom petrolero que aumentó los ingresos fiscales. Pero en el 2014, la historia cambió y la columna vertebral de la economía comenzó a crujir. El hidrocarburo ecuatoriano tiene un déficit "genético": es más pesado. Esa característica tira abajo su precio ya que debe pagar una "penalidad" de 7 u 8 dólares por barril (si se vende a u$s 50, Ecuador cobra u$s 42, por ejemplo).

Además, en la campaña, prometió eliminar el déficit fiscal que desde el 2009 se consolidó pese a las medidas de austeridad que exigió el FMI y que intentó imponer el saliente presidente Lenin Moreno. En las arcas no hay un dólar y se acumulan los requisitos para que el FMI desembolse más dinero. Con poco margen, Lasso tiene presente que, en 2019, cuando Moreno puso fin al subsidio de los combustibles, la indignación popular combustionó hasta transformarse en un estallido que obligó al entonces presidente a dar marcha atrás en la medida.

Otro lazo que aprieta fuerte: el COVID-19

Ese es el país que "ganó" Lasso y lo recibe. Así, deberá implementar un ajuste severo en una economía que ya el año pasado se contrajo un 7,8% y que este no da signos de reactivarse.

Con un tercio de la población en la pobreza, cinco millones de ecuatorianos que cobran menos del básico, un 7% de déficit fiscal, el fondo de pensiones jubilares pendiendo de un hilo y con una deuda pública que bordea el 63% del PBI (mucho más de lo que exige el límite constitucional), Lasso deberá decidir -por ejemplo- cómo reducir el altísimo nivel del gasto público sin profundizar la brecha en el intento.

Aunque, tras el triunfo electoral, los ecuatorianos repuntaron inversiones y proyectos y se "avivó" el consumo post elecciones, la pregunta es si este "Efecto Lasso" es efímero o una tendencia que pueda fortalecerse en el transcurso de los meses.

Guillermo Lasso

Y mientras evita que la economía se ahogue, en paralelo, deberá enfrentar otra catástrofe: la sanitaria. Según el portal del Plan Vacunarse -cifras oficiales de Ecuador- hasta el 9 de mayo solo recibieron la segunda dosis de vacunas contra el Covid 265.841 personas. En un mal compartido por otros países latinoamericanos, la "segunda ola" amenaza con destruir lo poco que dejó en pie la primera. Los contagiados se suman mucho más vertiginosamente que los vacunados: un promedio de 1500 casos diarios pese a que se mantiene el estado de excepción en 16 de las 24 provincias del país, con toque de queda incluido.

La soledad del poder

Fin de año es, ahora, una quimera para Lasso, quien deberá enfrentar esos dos monstruos prácticamente en la soledad del poder: apenas tiene 12 de las 137 sillas (curules) de la Asamblea Nacional.

El primer obstáculo es, justamente, ese: el correísmo retuvo 50 legisladores y Pachakutik, el partido de los indígenas, tiene 26 curules. Lasso busca oxígeno en los 18 escaños del Partido Social Cristiano (PSC), la fuerza que lo catapultó a la presidencia, pero ya le adelantaron que en la Asamblea no jugarán para él. Al menos, como aliados incondicionales.

Y enseguida quedó demostrado: a diez días de la asunción presidencial ya hablan de un pacto entre el PSC con el correísmo para reparto de cargos estratégicos, como el Consejo de Administración Legislativa (CAL) que quedaría para los correistas que pese a haber perdido la presidencia, son la primera fuerza legislativa y están fortalecidos. Una vez más, la realidad confunde: el que perdió, ganó.

Andrés Arauz

Así que, técnicamente, la victoria de las elecciones se transforma rápidamente en un conjunto de adversidades y caminos sinuosos. Justamente ahí se evalúa el poder real con el que Lasso cuenta sin los vientos a favor de la economía, con el tsunami del Covid y con una Asamblea donde tendrá algo de voz, pero muy pocos votos. Conclusión: estará obligado a negociar permanentemente en búsqueda de consensos y acuerdos.

Y deberá hacerlo con cautela, sin desoír las alarmas que llegan de Colombia, chispazos de protesta social que pueden recalar en Ecuador e incendiar el país, como sucede con el gobierno de Iván Duque.

Hace rato que en Ecuador nada es lo que parece. De hecho, Lenin Moreno -el presidente que ahora se va- llegó al poder como hombre de confianza y mano derecha del propio Rafael Correa, para sostener y profundizar la revolución ciudadana, de quien fue vicepresidente en el primer mandato y quien rápidamente olvido su origen, cambió el rumbo y sus aliados políticos y económicos.

En la vereda de enfrente, Arauz se lamió las heridas y -rápido de reflejos- llamó "traspié" a la derrota electoral y se ubicó cómodamente en el lugar de primer opositor. Una vuelta más del caleidoscopio político muestra que lo que parece derrotado, en realidad, podría ser victorioso.

Parado sobre el 47% de los ecuatorianos que le dieron su voto Correa resistió y ahora, tras la "derrota" de su alfil - Arauz- vuelve a emerger con nuevos bríos: "Nadie debe ser imprescindible, pero hay quienes son necesarios y yo temo que en este periodo soy muy necesario. Creo que en 2025 podemos ganar", declaró el derrotado-victorioso expresidente.

Rafael Correa

"Yo no llego con una lista de a quienes quiero perseguir ni ver en la cárcel, yo quiero ver a todos los ecuatorianos libres", adelantó Lasso en su primer discurso como presidente electo, iniciando un camino de "reconciliación".

"Suerte a Guillermo Lasso, su éxito será el de Ecuador. Solo le pido que cese el lawfare, que destruye vidas y familias", retrucó vía twitter Correa, aludiendo a su situación judicial personal.

Correa, quien está exiliado en Bélgica, recalcula y se ubica como un opositor maduro, sereno y confiado, y -como si no bastara- con caudal político propio en la Asamblea legislativa. Un opositor que quiere tender puentes en una nación que padece desde hace décadas el hostigamiento de su propia grieta.

Los votantes de Lasso -en especial los sectores medios altos- ven el vaso medio lleno que les muestra a un Ecuador que, por primera vez en más de una década, tiene una oportunidad real de cambio hacia una política en sintonía con el pro mercado. Los que ven el vaso medio vacío, reflexionan sobre el poder real que tiene cada uno, con un Correa que está más vivito que exiliado soplándole los planes a un presidente que arranca su gestión el 24 de mayo con poco poder propio y sin margen para cometer errores.

Y entre ellos, los temores viscerales a una crisis social larga y profunda que puede detonar en estallidos sociales. La foto de Colombia arde en el imaginario colectivo de un país que no es ajeno a los que sucede en el continente y que sufre el mismo riesgo de combustión social.

Protestas en Colombia

En el caleidoscopio ecuatoriano, la victoria de Lasso puede ser leída como un revés y el revés de Correa como una victoria. Todo depende de qué lado de la realidad acomode el cristal cada uno. O que parte del vaso decida que es el que hay que beber.

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