A propósito de La Cámpora, Alberto, Cristina y todo el debate que se agudizó en estas horas sobre quién gobierna y quien tiene el poder en la Argentina, las lecciones de la historia siempre ayudan a entender.

Es cierto que los hechos del pasado nunca se repiten tal cual, incluso se asegura que en general las tragedias, cuando regresan, muchas veces lo hacen pero en tono ya de comedia. En el caso que nos ocupa, la Argentina de estos días, no está tan claro que los dramas del pasado no supongan nuevas tragedias para el futuro.

El conflicto violento que marcó a fuego al país y al peronismo en los '70 fue el tremendo enfrentamiento entre la entonces derecha peronista que se referenciaba en Juan Domingo Perón, los sindicatos y lo que representaba la figura de José López Rega; contra los sectores de izquierda y ultra izquierda de la Juventud Peronista, Montoneros y demás organizaciones armadas.

La estrategia electoral con la que el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli, el Frente de Todos de entonces) ganó las elecciones en marzo de 1973 fue la famosa "Cámpora al gobierno, Perón al poder".

No es este periodista un especialista en historia, muchos menos en la historia del peronismo. Pero hablando años y años con actores de aquellos tiempos tan violentos, muchos de ellos encumbrados dirigentes y funcionarios actuales, el estallido de la violencia que se blanqueó en la masacre de Ezeiza, derivó luego en la renuncia anticipada del presidente Héctor Cámpora y terminó finalmente con el asesinato del metalúrgico José Rucci y la ruptura Montoneros y la izquierda con Perón el 1° de mayo de 1974.

Fue al parecer que Cámpora, cuando ganó y se convirtió en Presidente, amagó y de hecho desconoció la autoridad de quien lo puso en el cargo, y entregó demasiado poder a la izquierda sin el aval de la ortodoxia peronista.

Los peronistas "de Perón" siempre consideraron que Cámpora traicionó al General dándole demasiado poder a la izquierda, y justifican así su desplazamiento y el fuerte golpe de timón que llegó al país con la fórmula Perón-Isabel Martínez Perón que ganó en septiembre de 1973 y gobernó contra la izquierda hasta el golpe militar de 1976.

Hasta el día de hoy, los setentistas que hoy se presentan como herederos de la izquierda peronista nunca le perdonaron a Perón que se hubiera derechizado. Basta escuchar el tono en que Cristina se refiere al General, y sobre todo a María Estela Martínez, una ex mandataria a quien la vicepresidenta nunca la nombra, más allá de alguna vez que lo hizo como "esa señora que se había casado con Perón".

Lo notable es que a casi 50 años de aquellos luctuosos episodios, en la Argentina de hoy se da una paradoja: Alberto Fernández estaría cumpliendo con la historia, pero al revés. Al cristinizarse tanto como en estas horas, sobre todo con el escandaloso intento de expropiar Vicentin, el Presidente no defrauda al que lo llevó al trono. Y también está honrando el compromiso de representar en su cabeza a un peronismo al que se le ofreció parte del gobierno, pero de ninguna manera el control del poder. "Perón al gobierno, Cámpora al poder", es lo que se verifica hasta ahora.

Con especial disgusto en el área económica, donde se esperaba un Presidente no tan cristinista. Era previsible una dominancia de Cristina en los aspectos institucionales, cuestiones de la Justicia, manejo de cajas políticas como ANSeS y PAMI, el relato y la estrategia política electoral. No estaba tan claro pasados seis meses de Gobierno que el modelo económico y hasta el elenco de funcionarios en áreas clave como Economía, Comercio y Energía, también dependerían de las ideas y la voluntad de la actual vicepresidenta.

La administración Alberto Fernández ya superó los peores años de Cristina en materia de cepo cambiario más extremo, controles de precios, mayores impuestos contra el campo, el país enfrentado con los acreedores internacionales y sin lograr salir del default, y ahora Vicentin. Ni siquiera Cristina se animó a intervenir y desapoderar a los dueños de una empresa privada de toda la vida, con las características tan particulares del caso. No se puede comparar Vicentin con YPF, por ejemplo, una empresa estatal toda la vida en la Argentina, y que por una situación excepcional de la historia pasó a manos privadas.

De momento, y tal vez aprendiendo de la historia, por ahora Alberto Fernández no parece dispuesto a seguir la suerte de su antecesor. La profunda crisis y la verdadera tierra arrasada que dejarán las cuarentenas eternas con las que Argentina enfrenta la pandemia del Covid 19 no resulta el mejor escenario para que el Presidente acepte confrontar con quien lo colocó en el sillón de Rivadavia. No quiere, o evalúa que no puede decidirse a ser Cámpora, tanto que lo recuerdan los sectores que lo desafían desde el Instituto Patria.

El Presidente está honrando el compromiso que se le cuestionó tanto al delegado de Perón por deshonrarlo. Lo complejo es que para mejorar las expectativas económicas, para que vuelvan los dólares a la Argentina, Alberto se debería despegar un poco de Cristina. Desde el mundo económico, aunque se apaga mucho con Vicentin, se mantiene la ilusión de que Alberto Fernández gobierne con el peronismo moderado que prometió. Para que no avance tanto "La Cámpora", lo que se reclama al Jefe de Estado es que sea un poco como Héctor Cámpora: que se corra en este caso a la derecha y la desafíe a Cristina, tal como el "Tío" lo desafió a Perón, pero por izquierda. Un detalle no menor, que seguro el actual Presidente recuerda: cuando Cámpora lo hizo, duró 33 días en el sillón de Rivadavia.