Lisboa: por estas 5 razones, es la ciudad de moda en Europa

Saudade, tranvías y pasteles de Belém. Un recorrido por los barrios y los sabores de “la mejor ciudad del Viejo Continente para hacer turismo.

Portugal se puso de moda. Basta scrollear Instagram u hojear alguna revista de turismo para encontrarnos con decenas de fotos e información de este país que hasta no hace mucho estaba fuera del radar de cualquier viajero. Lisboa, su capital, viene experimentando hace un par de años un fuerte boom turístico, que terminó de explotar cuando recibió la distinción de Mejor ciudad de Europa en 2017 y 2018 en el marco de los World Travel Awards.

Y más allá del intenso movimiento turístico que supone un reconocimiento de estas características, con lugares colmados de gente y filas para -casi- todo, caer rendidos a los pies de la capital lusa no es muy difícil: la simpatía de los lisboetas, las laberínticas y empinadas calles del barrio de Alfama, las sabrosas propuestas gastronómicas y las soñadas vistas panorámicas que ofrecen sus miradores permiten entender por qué es la capital europea de moda.

 

 

 

La ciudad de las 7 colinas sorprende -para bien- en todos los sentidos. A pesar del combo terremoto, incendio y tsunami de 1755 que la destruyó casi por completo, conserva la belleza de un pasado colonial y un sentimiento de nostalgia que se respira en sus calles y cafés. Desde las orillas del río Tajo hasta el Mirador da Senhora do Monte -su punto más alto-, recorrerla a pie con la estratégica ayuda de tranvías, funiculares y elevadores es un verdadero placer.

1 - Alfama en el corazón

Lisboa tiene el ambiente de toda gran ciudad, pero también rinconcitos con alma y esencia de barrio. Alfama es uno de ellos: un barrio de casas bajas y estrechas veredas donde las señoras tienden su ropa interior sin ningún pudor en el balcón, gracias a lo cual todavía mantiene su autenticidad a pesar del auge turístico. Es la parte más antigua de la ciudad y la más fotogénica por sus graffitis y fachadas color pastel. Al estar en subida, lo recomendable es llegar a bordo del tranvía 12E y bajarse en Martín Muñiz, o con el mítico 28 hasta el mirador de Santa Luzia (ver recuadro). Una vez allí, lo mejor es empezar el recorrido sin rumbo fijo. Por su estructura laberíntica -herencia de la traza de los árabes-, perderse en sus callecitas es encantadoramente fácil.

Sin un orden concreto, algunos de los puntos imperdibles para ver en Alfama son: la rua Norberto de Araujo, donde hay un pasaje cubierto con dibujos que narran la historia de Lisboa; el mirador Das Portas do Sol, el Castillo de San Jorge, la Catedral de Sé, el Jardim Botto Machado y la Iglesia de San Vicente de For.

 

2 - La cuna del fado

Alfama, además, es la cuna del fado: una expresión musical típica portuguesa cargada de historia, nostalgia y saudade, un término inventado por los portugueses que refiere a ese sentimiento de melancolía que ocurre cuando uno se separa de algo o alguien amado y siente la necesidad desgarradora de volver a verlo. Todas las noches, y en algunas tabernas a partir de las 18 horas, hay espectáculos para escucharlo en vivo. Incluso, se puede visitar el Museo del Fado, un impresionante centro que exhibe una numerosa colección de instrumentos musicales, fotografías, discos y vestuario de sus figuras célebres.

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En los últimos años, Lisboa ha renovado sus servicios e infraestructura para convenciones y reuniones empresariales, sumando prestaciones a sus tradicionales atractivos históricos que se extienden entre castillos medievales, catedrales y antiguos palacios.

3- Por el Chiado, tras los pasos de Pessoa

El Chiado, nombre que recibe por el chirrido que hacían los carruajes al pasar por sus calles empedradas, es el barrio más elegante y bohemio de Lisboa. El escritor portugués Fernando Pessoa solía pasar largas horas escribiendo y leyendo en uno de sus bares más famosos: Café A Brasileira. Este local abrió en 1905 y se hizo conocido por vender el verdadero café brasileño, que llegaba desde Minas Gerais. Además, cuenta la historia, fue el primer lugar en vender la bica: un café corto y muy fuerte. Pessoa -así como otros poetas e intelectuales- lo frecuentaba tanto que le hicieron una estatua de bronce en su honor, como si estuviese sentado a una mesa en la vereda del local.

Pero hay muchas más razones para visitar el Chiado más allá de Pessoa. Aquí se encuentra la famosa librería Bertrand, la más antigua del mundo en funcionamiento, fundada en 1732. Vale la pena darse una vuelta por sus 7 salas y hojear los cientos de títulos que atesora en sus mesas y estantes de madera.

El paso siguiente para descubrir este barrio de casas señoriales y elegantes boutiques es recorrer la plaza Luís de Camões y el Largo de São Carlos, hasta llegar al Elevador de Santa Justa, obra de un arquitecto aprendiz de Gustave Eiffel. Este elevador conecta la parte baja de la ciudad con el Barrio Alto, otro must para visitar. Antes, los lisboetas lo utilizaban como medio de transporte, pero ahora quedó reducido a una atracción turística. Siguiendo la recomendación de los locales, conviene mirarlo sólo desde afuera, ya que las filas para subirse son eternas. La alternativa –y encima gratuita- es acceder al mirador por las escaleras que se encuentran detrás del Convento do Carmo.

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Teníamos apenas un fin de semana para conocer Lisboa y queríamos aprovecharlo. El pronóstico auguraba una lluvia intermitente durante los dos días. Y, de hecho, eso fue lo que pasó durante las primeras dos horas: lluvia y sol se alternaban hasta que, pasado el mediodía, el agua perdió la batalla.

4- La otra cara de la capital lusa

No todo es nostalgia y saudade en Lisboa. La capital lusa mira al pasado pero también piensa en el futuro. Su cara alternativa puede encontrarse en la Rua Nova Do Carvalho -más conocida como Pink Street por el color rosa del suelo-, repleta de restaurantes, discotecas y bares de copas, y en el barrio de Alcántara. En este último, donde está el Puente 25 de Abril, hay dos paseos obligados para disfrutar tanto de día como de noche: las Docas de Santo Amaro, una zona portuaria con mucho ambiente, restaurantes y bares; y LX Factory, una antigua área industrial recuperada en la que se concentran el arte, la moda y la gastronomía.

 

 

 

 

LX Factory es la cara menos turística y más vanguardista de Lisboa. Con ya 10 años de historia, se ha convertido en un verdadero polo de creatividad, referente mundial en arquitectura y rehabilitación de antiguos edificios industriales. Se trata de un gran mercado al aire libre que concentra, en antiguos galpones reciclados, cafés, galerías de arte, restaurantes, estudios de fotografía y diseño, locales de indumentaria, oficinas de coworking y una librería considerada entre las más originales del mundo.

Ler Devagar (Leer Despacio, en español) fascina a primera vista: en el fondo, una gran pared de libros se levanta hasta el techo; en el medio, una bicicleta voladora gigante -ícono de la marca- custodia desde arriba el gran salón; y en el piso superior, una antigua imprenta luce rodeada de libros y estantes. Según The New York Times, es una de las 10 librerías más bellas del mundo.

5 - Los mejores pastéis de Belém

Casi como un mandato, no hay nadie que no repita: “¿Vas a Lisboa? ¡Tenés que probar los pastelitos de Belén! . Este manjar suave y dulce a base de hojaldre y una especie de crema pastelera es quizás lo más famoso de la cocina portuguesa. Y si bien se consiguen en casi todas las pastelerías de la ciudad, los mejores se elaboran en dos lugares especiales. El primero es la Antiga Casa dos Pastéis de Belém, donde nació esta tradición, en 1837. Está en el barrio de Belém (a unos 20 minutos en bus o tranvía desde la Plaça do Comercio) y todos los días recibe a miles de turistas que, sin importar la hora, hacen fila en la calle para comprarlos para llevar o sentarse a una mesa de su amplio salón de azulejos azules.

 

 

La producción de los pastéis de Belém podría decirse que nació de casualidad, cuando la Revolución Liberal hizo que todos los conventos cerrasen en Portugal en 1834. Como medio de supervivencia, a un miembro del clero franciscano se le ocurrió vender este dulce, primero a los tripulantes de los barcos que entraban a Lisboa por Belém y, más adelante, a los turistas que llegaban a visitar el Monasterio de los Dos Jerónimos y la Torre de Belém. Su receta original es el secreto mejor guardado de Lisboa y se esconde en la cocina de esta antigua pastelería, cuya visita es obligada para cualquier turista.

 

 

 

El segundo sitio de referencia, más nuevo y moderno, es Manteigaria. Sus pasteles de nata son igual de buenos que los anteriores, con la ventaja de que no hay tanta cola para comprarlos. Tiene un local dentro del Mercado da Ribeira, renovado como Time Out Market, y otro en el El Chiado, sobre la rua do Loreto. Como sea, lo mejor es saborearlos recién horneados y con una pizca de canela por encima.

  Top 3 de miradores

1- Sâo Pedro de Alcântara. Se llega fácilmente hasta él con el funicular de la Glória, o caminando con un poco de esfuerzo. Se trata de un jardín verde con esculturas y monumentos y un gran balcón con vistas a la Baixa y a la ladera que sostiene el Castelo de Sâo Jorge.

2- Santa Luzia. Este mirador con forma de terraza ofrece la panorámica más romántica de Lisboa, con vistas a los tejados anaranjados del barrio de Alfama y el azul del río Tajo. Es uno de los rincones más lindos de la ciudad, con cientos de azulejos en sus balcones, flores violetas en sus paredes blancas y músicos callejeros.

3- Senhora do Monte. Es el más alto de Lisboa y desde él se ve prácticamente toda la ciudad. Se encuentra en el barrio de Graça y se puede llegar con el tranvía 28. Aunque hay que caminar una cuesta bastante pronunciada, las vistas valen la pena.

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