Las bodegas argentinas salen a recuperar lugar en el mundo: cómo planean hacerlo

Las exportaciones vitivinícolas volvieron a crecer después de 10 años de caída. Sin embargo, la falta de tratados de libre comercio y las trabas al comercio amenazan con frenar el impulso, alertan los bodegueros.

En 2012 la industria vitivinícola argentina tocó su pico de exportaciones. Fueron en total US$ 921 millones, pero llegaron a los US$ 1000 millones si se le sumaban las ventas de mosto de uva al exterior. Allí comenzó un proceso de declinación impulsado por varios factores, principalmente el tipo de cambio, algunas malas cosechas y la inestabilidad macro. Y, aunque la idea era usar el número mágico de los 1000 millones como piso, la realidad fue que nunca se logró consolidar esa cifra. De hecho, en 2020 -pandemia mediante- se llegó al punto más bajo en muchos años, con apenas US$ 791 millones. Pero este año, la tendencia parece haberse revertido. En los primeros siete meses las ventas al exterior sumaron US$ 511 millones, con un incremento en el precio free on board (FOB) por litro del 27,24 por ciento en relación con 2020.

Y aunque las perspectivas son alentadoras, el panorama general no deja de ser complicado. A los problemas generales que trajo la pandemia como la caída drástica del consumo en el canal de hoteles, restaurantes y cafés (Horeca), y el aumento en el costo del transporte marítimo, se le suman las complicaciones locales que dificultan la exportación. Brecha cambiaria, desequilibrio macroeconómico, retenciones y demora en la devolución de IVA son las principales quejas que se oyen entre los productores que buscan consolidar la presencia del vino argentino en el mundo.

El año pasado hubo un crecimiento muy importante en la exportación de graneles, que funcionan como una commodity y tienen un precio por litro inferior al embotellado, explican. Con un precio competitivo por la devaluación del peso y gracias a los problemas de desabastecimiento que tuvieron Australia y Sudáfrica, la Argentina pudo abastecer ese mercado.

Ahora, que los graneles cayeron, se empieza a ver la realidad. Es que el vino fraccionado es el que mueve la aguja en términos de montos totales y de valor agregado. Y por ese motivo, es el que todas las bodegas quieren conquistar.

"Estamos con mucha expectativa por lo que pase hasta fin de año. Tuvimos una primera mitad de año que fue mala, pero en el segundo semestre parece que puede mejorar", señala Patricia Ortiz, dueña de Bodega Tapiz y presidenta de Bodegas de Argentina.

Mar revuelto

Sin embargo, el sector se enfrenta a complicaciones que nunca hubieran imaginado. Con la pandemia, se limitó el número de contenedores disponibles y, en consecuencia, se encarecieron los precios de la logística. Para ponerlo en números, un contenedor a Europa salía US$ 2000 y ahora se paga hasta US$ 11.000, explican.

En la actualidad, el tráfico marítimo va desde Asia hacia los Estados Unidos y son pocos los buques que llegan a Sudamérica. A eso se le agrega que la Argentina -que ya de por sí está lejos de los principales centros de consumo- está importando menos y, entonces, hay menos contenedores disponibles aún.

Patricia Ortiz, de Bodegas de Argentina, cree que en la segunda mitad del año crecerán las exportaciones

Ortiz pone un ejemplo para marcar la complejidad que hoy supone exportar para las bodegas locales. Los vinos que se destinan a la costa oeste de los Estados Unidos se están enviando por barco hasta Miami y de allí parten en camión hasta Los Ángeles o San Francisco. Así, los costos de transporte se disparan a niveles nunca vistos. Y eso sin contar con las demoras. El tiempo para llegar a la góndola está en 90 días, tres veces lo que se tardaba en situación normal.

A pesar de estas complicaciones, la Argentina ganó share en un mercado clave como el norteamericano. Este crecimiento tuvo como impulsores, en gran medida, a los incendios en California y, sobre todo, los aranceles que la administración Trump les impuso a los vinos europeos como represalia por los subsidios de la Unión Europea al gigante de la aviación Airbus.

"Quedamos fuera de esa disputa y pudimos ocupar parte del mercado en un momento en que el consumo interno caía. Ahora se normalizó un poco la situación, pero la presencia y la visibilidad que ganamos siempre son una buena noticia", aporta José Zuccardi, CEO de Bodegas Zuccardi y presidente de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), el organismo público-privado creado para articular políticas públicas destinadas al sector.

Dante Robino, adquirida por Cervecería y Maltería Quilmes a principios de 2020, es una de las que pudo aprovechar este crecimiento de participación. "Vemos que hay muchas oportunidades, no solo en los Estados Unidos, sino en otros mercados, como Uruguay, Paraguay y Brasil. Estamos aprovechando los canales de distribución que la compañía tiene en todo el mundo. Con eso logramos más que duplicar los volúmenes de exportación", dice Nicolás Bruno, gerente general de Dante Robino.

Bruno agrega que más allá de los problemas logísticos, el sector del vino se está enfrentando a un problema inesperado: la escasez de botellas. El faltante ya se había empezado a sentir a principios de año, pero la explosión de dos de los tres hornos de la fabricante Verallia a mediados del mes pasado agravó la situación. Cattorini, el otro proveedor local, puso en funcionamiento otro horno, pero aun así no da abasto.

"No sería sorprendente que los vinos para las fiestas de fin de año lleguen en envases distintos de los que estamos acostumbrados. No hay botellas y nadie sabe cómo superar el escollo", vaticina Christian Baranovsky, Category Leader Wine & Sparklings en Pernod Ricard Argentina, empresa dueña de la bodega salteña Etchart y de la marca francesa Mumm, que produce espumantes en San Juan.

Nuevos mercados

Como Dante Robino, la filial local del gigante global de las bebidas alcohólicas intenta aprovechar su cadena de distribución global para abrir nuevos mercados. Sin embargo, el desconocimiento que hay de la marca Argentina como productora de vinos a veces le juega en contra. "Nos pasó en Estados Unidos. No tuvimos éxito dentro del grupo y ahora estamos viendo de trabajar directamente con un importador para llevar Etchart y la marca Cafayate a ese mercado", agrega.

La marca está intentando ingresar en China por medio de la filial local. Mandaron muestras de sus vinos y compartieron los activos que tienen en la Argentina para empezar a promocionarse en ese mercado.

El momento es el ideal, explican. A raíz del pedido de investigación que el gobierno australiano hizo contra China por el origen de la pandemia de Covid-19, las autoridades de Pekín iniciaron una guerra comercial. Hasta ese momento, con US$ 2000 millones de exportaciones al año, Australia era su principal proveedor de vinos.

Alguien tiene que llenar ese vacío y aunque probablemente no sea la Argentina la principal beneficiaria -Francia y Chile ya tenían una presencia mucho mayor y están incrementando participación-, hay quienes quieren incrementar las apenas 500.000 cajas de nueve litros que el país envía hacia el gigante asiático.

Zuccardi: "La Argentina ganó share en Estados Unidos y eso siempre es buena noticia"

Por el tamaño del mercado y la incorporación de nuevos consumidores al mundo del vino, China es la joya más codiciada del sector en todo el mundo. Todos quieren tener presencia allí, porque el potencial de crecimiento es inmenso.

Sin embargo, para la Argentina es muy complicado llegar. Sin apoyo oficial, Wines of Argentina (WofA, la agencia de promoción internacional que tienen las bodegas locales) cuenta con un presupuesto de apenas US$ 3,5 millones al año. Con ese dinero tiene que publicitar la marca Argentina en todos los mercados.

En el sector se quejan y dicen que es muy poco y, pese a que lo hacen rendir al máximo, no alcanza. Y abrir un mercado, hacerse conocido y lograr llegar a los consumidores lleva tiempo. En China casi nadie sabe que la Argentina es productora de vinos y se compite contra países como Francia y Chile, que están instalados hace años, repiten en las bodegas.

"Las oportunidades las captura el que mejor está preparado. Y con China no se hicieron los deberes: no hay firmado un tratado de libre comercio y ese era el deber central. Y aunque Francia tampoco tiene y paga el mismo arancel que nosotros, vienen haciendo los deberes desde hace tiempo. Hay muchísimos franceses viviendo en China, muchísimos que hablan mandarín, mucha inversión francesa. Hay actores franceses importantísimos como los supermercados que promocionan su vino y se invierte mucha plata en publicidad", dice Maximiliano Hernández Toso, presidente de WofA y propietario de las bodegas Riglos y Huarpe.

Barrera baja

La falta de tratados de libre comercio (TLC) es otro de los grandes problemas que pegan de lleno en el sector. Mientras Chile tiene firmados acuerdos con prácticamente todos los países del mundo, los productores argentinos apenas pueden exportar sus vinos sin pagar aranceles a un puñado de países de la región que, salvo Brasil, no son grandes consumidores.

En Estados Unidos y el Reino Unido el arancel es del 10 por ciento, en México, del 16 por ciento y China del 14 por ciento. El promedio está por debajo de esos guarismos, con un 5 por ciento. El año pasado, eso significó que hubo US$ 36 millones dedicados, únicamente, a permitir el ingreso del vino al mercado. Ese dinero, se quejan los productores, podría usarse para la promoción internacional en vez de ir al fisco de otros países.

La firma del TLC entre la UE y el Mercosur, en 2019, había sido celebrada por los bodegueros. Pero poco tiempo después, el acuerdo quedó en letra muerta y ya saben que es muy difícil revivirlo. Ahora están esperando que la Cancillería apure algún tratado con el Reino Unido, que tras el Brexit está buscando nuevos socios comerciales. También se deberían explorar acuerdos en Asia, no solo con China, sino con la India, Corea, Japón y otros mercados que son muy atractivos.

Alberto Arizu (h.), de Luigi Bosca pide más tratados de libre comercio para ganar competitividad

"Si no trabajamos en ese camino es difícil ser competitivo", se lamentan y destacan que un 14 por ciento de aranceles, como es el caso de China, infla un 18 por ciento el precio en la góndola.

En algunos casos, la falta de acuerdos saca directamente del mercado a los vinos argentinos. Eso es lo que le pasó a la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita) con la exportación de graneles a Sudáfrica. El 25 por ciento de aranceles los dejó fuera de competencia y fueron reemplazados por España: paga 0 por ciento.

"No tenemos TLC con casi ningún país. Estamos en el extremo sur del mundo con un mercado que está concentrado en el norte. A la distancia de los centros de consumo que encarece los fletes le tenemos que sumar los aranceles. Y, encima, hoy estamos exportando impuestos. Es difícil competir así", dice Alberto Arizu, CEO de Luigi Bosca, bodega que este año celebra 120 años de existencia.

Hoy la vitivinicultura paga 4,5 por ciento de derechos de exportación y aunque el Estado estableció un sistema para el reintegro del impuesto al valor agregado (IVA), las demoras lo hacen financieramente inviable. La devolución nunca se hace en menos de tres meses y las bodegas tienen poca cintura para absorber ese costo.

Mochila impositiva

"Si bien las retenciones que hoy en día están en el 4,5 por ciento tienen su incentivo en los reintegros que son actualmente del 7 por ciento, creemos que no son el mejor mecanismo para fomentar la exportación. Hoy los reintegros son recuperados en corto plazo pero esto no ha sido siempre así. Y la forma de lograr un reintegro rápido es aplicarlo al pago de otros impuestos", dice Diego Pulenta, Export Manager de Pulenta Estate.

Y aunque el ministro de Economía, Martín Guzmán, les dijo a los bodegueros que estaba en estudio la eliminación de los derechos de exportación para el sector, nunca se llegó a nada concreto. "Hacen falta medidas para promover las exportaciones y seguir creciendo. Pero lo que vemos es que quien vende en el exterior e ingresa dólares a la economía es castigado", razonan.

"Que la vitivinicultura pague retenciones es una barbaridad. Estamos compitiendo contra otros países que no solo no tienen ese impuesto, sino que devuelven todos los tributos pagados por los productores. Se le está poniendo un impuesto a un producto con alto valor agregado y eso resta competitividad. Las retenciones son un mal impuesto siempre, pero mucho más en un producto como el vino", dice Eduardo Sancho, presidente de Fecovita.

El vino embotellado, agrega, lleva la marca país hasta la mesa de los consumidores del mundo. Cada botella que se abre tiene una etiqueta que dice "Argentina" y la provincia -e incluso la región- donde fue producido.

A raíz de los Aranceles, Fecovita se quedó fuera del mercado de graneles en Sudáfrica, explicó Eduardo Sancho

La maraña de impuestos y aranceles deja al vino argentino sin grandes márgenes para el entry level. Así, el sector se tiene que concentrar en la gama media alta y alta, la punta de la pirámide, explican. Este año, el promedio de precio FOB exportado fue más bajo que años anteriores y, en teoría, permitiría ganar presencia en el segmento de US$ 10 la botella, que representa el 75 por ciento del consumo global.

En los primeros meses del año, el precio por litro exportado fue de US$ 2,55, muy por debajo de los US$ 3,63 de 2018, el año que mostró los valores más elevados. Sin embargo, la inconsistencia de la macroeconomía y la volatilidad del tipo de cambio son un factor que impide la consolidación en ese segmento.

"Jugar en el segmento premium nos permite absorber esa caída de rentabilidad que producen los vaivenes en el tipo de cambio. Sería ideal tener algo más estable, pero hay que jugar con las cartas que tocan. Y dado que el consumidor final siempre va a pagar lo mismo, tenemos que anticipar de la mejor manera posible las fluctuaciones del dólar", dice Hervé Birnie-Scott, director de Enología, Viñedo y bodega de Moët Hennessy Argentina.

Más que malbec

La marca de lujo tiene en el país Chandon y bodega Terrazas de los Andes. Con la marca de espumantes iniciaron el camino de lanzar el Chandon Apéritif con la etiqueta Garden Spritz fuera del país -un espumante macerado con naranjas amargas y frutillas-, que logró gran aceptación en Europa y los Estados Unidos.

"Hay que crear la deseabilidad del producto. En los 2000 el mundo descubrió el malbec. Hoy la venta pasa por el terroir. Se salió del malbec genérico, para hablar de las geografías. Se habla de suelo, clima, paisaje. Se le da identidad al producto. Es un malbec plus, con algo más. Se interesa al conocedor y de ahí se entusiasma a los distribuidores", explica.

Según Ghiorzi, director de Exportaciones de Peñaflor, la Argentina es competitiva a partir del segmento de vinos reserva, que se ubica en torno a los US$ 35 FOB la caja de nueve litros.

"No somos competitivos en vinos de entrada. Y el contexto económico interno impacta. El comercio exterior premia la constancia: cuesta construir la categoría y una vez que lo hiciste es difícil destruirla", agrega.

Este año se sumó una complicación extra para el sector: la escasez de botellas

El año pasado, a raíz de la pandemia, el consumo global de vinos cayó un 5,3 por ciento hasta 2248 millones de cajas. Sin embargo, en las exportaciones -que representan la tercera parte del negocio mundial- la merma fue de solo el 1,9 por ciento.

"Lo que vimos fue que cayó el canal Horeca porque las cuarentenas en todo el mundo le impidieron salir a comer o a tomar algo afuera, pero incrementó la compra en supermercados y vinotecas. Se tomó más y con precios más elevados en los hogares y, además, se sumaron nuevos consumidores", agrega Ghiorzi.

La gran duda a partir de que se vuelva paulatinamente a la normalidad es qué pasará con este cambio en el mercado. Y aunque ya se pronostica que las ventas en retailers van a caer, ya hay quienes vaticinan que el piso será superior al de la prepandemia.

"Hay países como Brasil, México y Corea en los que esta tendencia fue muy marcada. Creo que va a quedar un residuo de estos nuevos entusiastas del vino que llegaron con el Covid. Y esas son buenas noticias", cierra Ghiorzi. 

ESTA NOTA SE PUBLICÓ EN LA EDICIÓN IMPRESA DE LA REVISTA APERTURA

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