Cómo dos jóvenes adelantados a su época crearon una revista que desafió al establishment
Fundada en 1983 por Gabriel Griffa y Marcelo Longobardi, APERTURA fue una apuesta disruptiva en medio de una Argentina en transición. A contramano de la época, la revista se propuso defender ideas liberales y de economía de mercado que hoy están en el centro de la escena política
Gabriel Griffa lucía su trajecito celeste que se compró para dar clases de historia en la universidad y Marcelo Longobardi se paseaba con su pantalón gris y saco azul. Así los reconocían, al menos, en aquel entonces, a quienes después se convertirían en los fundadores de la revista APERTURA.
Desde su origen, la revista fue un proyecto que coqueteó con el fracaso. No era fácil. Y durante un año, sus fundadores navegaron el desafío de aprender el oficio editorial, mientras intentaban convencer a los primeros anunciantes de que no estaban locos. Pero fue esa misma locura su motor creativo.
Lo que distinguió a APERTURA desde el inicio fue su apuesta por temas que aún no estaban en la agenda económica y política, que muchos aún no veían o, directamente, consideraban inverosímiles. En un ecosistema de medios dominado por lo coyuntural, la revista se animó a jugar con el largo plazo, a anticipar tendencias y darles un marco periodístico riguroso.
Uno de los ejemplos más emblemáticos fue cuando anunciaron la caída de la Unión Soviética antes de la caída del Muro de Berlín. También publicaron una tapa sobre el proceso de privatizaciones años antes de que Carlos Menem lo convirtiera en política de Estado. Otra edición mostraba a un joven Mauricio Macri, de apenas 27 años, como una de las "promesas argentinas", y otra tenía en portada a Donald Trump, en un momento en que su figura no tenía la relevancia que tiene hoy en el mapa geopolítico.
La revista fue también la primera en ofrecer a sus lectores un CD con la colección completa. Lo entregó entre las 600 páginas del número especial de su décimo aniversario, cuando la tecnología recién surgía, por lo cual debieron incluir un instructivo de cómo leerlo.
"Había una frase interna que era ‘el que se asusta pierde'. No nos importaba nada y el tiempo nos terminó dando la razón. El futuro nos legitimó y nos validó las elecciones que hicimos periodísticamente en su momento", dice Gabriel Griffa, en el comedor de su casa con la colección de APERTURA sobre la mesa.
Los comienzos
Longobardi y Griffa se conocieron en el año '82, cuando ambos tenían un poco más de 20 años, en un casamiento de una pariente de Griffa y donde él oficiaba de fotógrafo. En ese momento, Griffa estudiaba relaciones públicas en la UADE y Longobardi vendía equipos de audio y soñaba con convertirse en periodista.
"Marcelo Longobardi se me acerca y me dice, ‘yo quiero hacer una revista y necesito un fotógrafo'. En ese momento éramos solo él y yo, y de a poco empezamos a soñar. Hacíamos listados interminables de personas a las que teníamos ganas de invitar a escribir cuando se hiciera realidad", recuerda Griffa. Ambos jóvenes querían crear una revista liberal, afín a sus ideales políticos, en un contexto donde la dictadura militar estaba llegando a su fin y la idea de la democracia traía esperanzas en la sociedad argentina. En ese momento, hablar de liberalismo era una rareza, cuando el peronismo y el radicalismo monopolizaban la escena política de la época.
Pero los fundadores de APERTURA no sabían -ni estaban cerca de saberlo- cómo se hacía y gestionaba una revista. Así que empezaron con lo que estaba a su alcance. Estudiaban los principales diarios y revistas de política y economía de la época -La Nación, La Prensa, El Cronista, Ámbito Financiero, la revista Mercado-, y veían y escuchaban programas periodísticos en donde identificaban a políticos, economistas e intelectuales que fueran afines a sus ideales libertarios.
"Buscábamos personas a las que nos gustaba leer e íbamos a contarles nuestra idea de hacer una revista liberal. Llamábamos 500 veces y había una que nos atendían. Les preguntábamos cuánto cobraban las notas, sabiendo que nunca las íbamos a poder pagar, y nos hacíamos amigos", cuenta Griffa. De estas amistades surgió Gabriel Dreyfus, el reconocido publicista que marcó una época, y quien diseñó el primer logo de la revista que planeaba llamarse, en un principio, "La Nueva Generación del 80".
"Ricardo Zinn (economista neoliberal) fue una persona clave para Apertura. Hizo una reunión en su oficina, en la que invitó a Ezequiel Gallo, a Mora y Araujo, a Alsogaray, a Julio Ramos, ya dueño de Ámbito Financiero, a Roberto Starke y a Alejandro Chafuen. Cuando Marcelo (Longobardi) contó la idea, Zinn le dijo, ‘yo creo que esa revista nunca va a salir. Pero si un día la hacés, yo siempre les voy a comprar el aviso de la contratapa'. Y nos fuimos con el primer anunciante", recuerda Griffa.
Finalmente, la publicación nace en enero de 1983, bajo el nombre de Apertura, política, económica y social, y hace su primera aparición con un número que reunió las firmas y entrevistas a personalidades como Bernardo Neustadt, Mariano Grondona, Alfredo Serra, Marco Denevi, Manuel Mora y Araujo, Aldo Cammarota, Alberto Benegas Lynch (h), James Nielson, Julio Ramos, Rolando Hanglin, Oscar Camilión, Jorge Eduardo Bustamante, Alberto Pedro Heguy, Juan Carlos Casas, Armando Braun y Ezequiel Gallo.
La transformación
APERTURA atravesó diferentes etapas. Lo que nació como una revista de política y economía liberal, con los años se fue transformando en una revista de negocios. A fines de 1985, casi tres años después de su fundación y en una situación financiera crítica, tomó un giro y cambió de logo y de nombre (al actual), dando inicio a una nueva etapa.
En ese entonces, Griffa viajó a Nueva York, invitado por la embajada de los Estados Unidos, y volvió "con una valija llena de revistas", dice, que utilizaron como referencia y modelo para crear la base de diseño de la nueva APERTURA.
"Dijimos: ‘Si nos vamos a fundir que sea en nuestra ley. Nos dimos cuenta de que ya no teníamos ganas de hacer una revista de política y economía liberal porque nos habíamos desencantado y frustrado. Estábamos en un espectro de la Argentina que no acompañaba, donde no había el compromiso con las ideas que nosotros esperábamos", dice Griffa. Decidieron, entonces, correrse de la agenda política para posicionarse como "la primera revista de negocios de la Argentina". "Hablamos sobre los entrepreneurs, el nuevo management, el rock business, el boom de McDonald's", enumera.
Era, además, la primera vez que en la Argentina aparecían en la tapa de una revista palabras en inglés y conceptos ajenos a la cultura local de aquel entonces. Nadie hablaba de entrepreneur para referirse a emprendedores, ni del management para referirse a los negocios. APERTURA, deliberadamente, buscaba utilizar términos en inglés y hacerse de un estilo que se diferenciaba del resto.
Un libro, Borges y Kodama
Antes de la transformación de la revista, la cultura también tenía su espacio. De hecho, en la décima edición, llamada El futuro: un nuevo salto, se incluyó un reportaje a Jorge Luis Borges y María Kodama. Para esta edición, cuenta Griffa, fueron al departamento de Borges y lo entrevistaron. Cuando terminó la entrevista, Borges les pidió que volvieran a la semana siguiente para seguir conversando. En total, visitaron su casa en tres oportunidades.
"Casualmente, yo dentro de poco viajaba a Nueva York, y María Kodama, después de las entrevistas, me pidió que le trajera un libro de allá: Biathanatos, de John Donne. Fui a Nueva York, a la Galería Goddard, me atendió un californiano rubio y de camisa hawaiana. Flip se llamaba. Me dijo, ‘vos debés ser amigo de María Kodama si estás buscando ese libro y sos argentino'. Así que compré dos, uno para ella y otro para mí", dice entre risas.
Situación crítica y un proyecto a mitad de camino
De la mano de Jorge Eduardo Bustamante, y debido a la crisis financiera que atravesaba la revista -no conseguía los suficientes anunciantes- les llegó a los fundadores una propuesta: hacer, junto a Chiche Gelblung y Daniel Pliner, la revista El Gráfico de los empresarios. La referencia del proyecto era El Gráfico, la icónica revista de fútbol: la intención era replicar ese mismo modelo; así como los futbolistas aparecían en la revista, ellos harían que los empresarios fueran protagonistas de las notas.
El equipo se reunió con Pliner y Gelblung y les llevó una propuesta. Sin embargo, desde el punto de vista económico, el proyecto era inviable ya que, para cubrir todos los gastos, era necesario vender 540 avisos publicitarios. Finalmente, el proyecto no se concretó, pero Griffa y Longobardi le presentaron a Bustamante una idea menos ambiciosa: realizar una revista bimestral de negocios que hablara sobre "quién perdía plata, quién ganaba, y cómo lo hacía", dice Griffa.
"Le gustó la idea y convocó a cuatro amigos: a Jerry Moshé, a Juan Cambiasso, a Carlos Adamo y él personalmente, quienes se convirtieron en socios e inversores y desembolsaron u$s 25.000, lo suficiente para sobrevivir un año más", explica.
JP Morgan: retratar al mega bank
La tercera etapa de la revista tuvo como protagonista al JP Morgan, que fue tapa: una radiografía del mega bank en la Argentina, sus operaciones, negocios y ganancias.
En ese entonces, hablar de JP Morgan en la Argentina era casi un tabú. El hermetismo era tal, que cuando un fotógrafo de la revista fue a tomar una imagen de la entrada del banco, fue detenido por la seguridad. Poco después, el presidente del banco se comunicó con la redacción y pidió una reunión para saber qué era lo que iban a escribir sobre ellos. La respuesta fue directa: "Nos pueden ceder una entrevista o publicamos toda la información que encontremos". Lejos de cerrarse, el entonces gerente general de JP Morgan en el país, Timothy Gibbs, decidió colaborar. La nota se publicó y marcó el inicio de una etapa editorial más ambiciosa, en la que APERTURA se consolidaba como una voz crítica e influyente dentro del mundo empresarial.
Un anuncio que generó polémica
Fiel al estilo de sus fundadores, y al ver que una reconocida empresa multinacional ponía anuncios en un medio de comunicación "anticapitalista" y no en la revista liberal, que era más afín a la esencia de la compañía, Griffa y Longobardi prepararon, junto a Dreyfus, un anuncio.
Éste rezaba: "Todo va mejor con APERTURA. Aplaudimos la amplitud del criterio de los anunciantes argentinos, así como la de aquellos medios que, haciendo de lado sus convicciones anticapitalistas, publican, inclusive, anuncios de empresas multinacionales. Por supuesto, aún los lectores capaces de disfrutar leyendo ataques contra el sistema capitalista occidental, consumen gaseosas, visten jeans y aspiran a tener un auto. (...) Por eso creemos oportuno compartir una reflexión con los anunciantes. Colocar avisos en los medios sin que importen su ideología puede ser una buena estrategia comercial. Reservar algunos para la revista que mejor los defiende es, además, buena política. Porque nuestros lectores también toman gaseosas, visten jeans y compran autos, pero además sostienen e implementan en sus decisiones diarias los principios que defienden la libertad de empresa. Dicho sea de paso, ¿usted leyó Apertura? Este aviso es sólo un pálido reflejo de lo que puede brindarle una revista cuyo director de 24 años asume con orgullo sus convicciones políticas".
Antes de que el aviso saliera publicado, la compañía se enteró de su contenido y convocó a una reunión de urgencia con Griffa y Longobardi. Del encuentro participaron el gerente de la empresa y abogados del estudio Marval O'Farrell. La advertencia fue directa: si el aviso se publicaba, iniciarían acciones legales. Pese a la presión de la multinacional, los fundadores decidieron avanzar igual y publicaron el aviso en La Nación.
"Nosotros nos manejábamos así. No llegó a haber un juicio, pero sí hubo mucho ruido", recuerda Griffa.
Lo que nunca pudo ser: Firmenich y Yabrán
En el marco de esa etapa de mayor osadía editorial, hubo dos contenidos que nunca vieron la luz. Apertura preparó una tapa dedicada a la seguridad de los ejecutivos, un tema sensible en los años '80. Para promocionarla, la agencia de publicidad con la que trabajaban diseñó un aviso que iba a publicarse en La Nación. El mensaje era provocador: insinuaba que ni siquiera Mario Firmenich -el exlíder montonero- sabía tanto como la revista sobre la seguridad de los ejecutivos.
Cuando los nuevos socios del proyecto vieron la pieza publicitaria, frenaron su publicación. Hubo dudas sobre si el contenido del aviso podía ser considerado delito. Finalmente, decidieron no publicarlo. El aviso, que también estaba pensado publicarse en otros medios, nunca vio la luz.
Otra figura que nunca llegó a aparecer en la revista fue Alfredo Yabrán, el empresario argentino que mantenía un profundo vínculo con el gobierno menemista. A pesar del interés periodístico que generaba, hacer una nota sobre él fue considerado demasiado riesgoso en ese momento. De hecho, años más tarde, cuando el fotógrafo José Luis Cabezas logró fotografiarlo en público -no existían imágenes públicas de Yabrán-, fue asesinado, en un crimen que conmocionó y expuso el costado más oscuro del poder en los años ‘90.
Venta y restructuración
A fines de los años ‘90, el panorama de los medios económicos en la Argentina era complejo. Editorial Abril había intentado instalarse con la revista Panorama, sin éxito, al igual que Atlántida con la revista Negocios. Jorge Fontevecchia, por su parte, se preparaba para lanzar Fortuna. En ese contexto, la revista ya había alcanzado un nivel de desarrollo que, según su fundador, requería una estructura más grande para seguir creciendo. Era consciente de que, si no se asociaba, corría el riesgo de quedar relegado si algún competidor fuerte lograba consolidarse.
"El pez más rápido se comía al más lento. Un día me iban a pasar por arriba y nadie se iba a haber dado cuenta. Era consciente de que el negocio había tomado una envergadura donde no podía hacer yo solo lo que tenía en mi cabeza", dice Griffa.
Así, en 1998, Corporación América le compró el 50 por ciento de la revista. El objetivo era ambicioso: articular APERTURA con El Cronista Comercial, el Canal América, sitios web y señales de televisión -en un momento en que Internet recién comenzaba a asomar- para construir un "pool de medios enfocado en ejecutivos y mandos medios", según comenta Griffa.
Pero apenas cuatro meses después de sellar el acuerdo, Eduardo Eurnekian -fundador y presidente del holding- ganó la licitación de Aeropuertos Argentina 2000. Con el nuevo negocio como prioridad, decidió retirarse del sector de medios. Fue entonces cuando apareció el grupo Recoletos, un conglomerado español interesado en adquirir El Cronista.
"Pero los españoles no querían las revistas. Eurnekian les dice, ‘si no me compran las revistas, no les vendo el diario'", comenta Griffa. Finalmente, accedieron y, en 2000, concretaron la venta junto con el 50 por ciento de la editorial, MindOpener, que incluía APERTURA, Target e Information Technology.
Un dato curioso es que, pocos meses antes de la operación, la revista había publicado una tapa -en septiembre de 1999- titulada Deadlock, anticipando un posible default de la Argentina. La nota generó una fuerte controversia política. En ese entonces, Domingo Cavallo formaba parte del gobierno y la publicación encendió las alarmas en más de un despacho oficial.
Durante ese proceso de transición, Longobardi había dejado la revista en el año ‘92 para ir a trabajar con Bernardo Neustadt y Griffa le compró sus acciones. La estructura se mantuvo a flote gracias al respaldo de los nuevos socios, que aportaron capital y financiamiento para superar la hiperinflación.
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