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Exageradas vivas y risas burlonas cuando su campeón asestaba alguna estocada verbal al rival. Sarcasmo, ‘buuu' y algún que otro grito enojado cuando ocurría lo contrario. El último debate presidencial en Brasil entre los candidatos Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva se vivió como la velada pugilística definitiva en tono de fiesta. Y El Cronista lo siguió desde el pub en la ciudad de San Pablo que la juventud del Partido de los Trabajadores eligió para alentar a su líder aunque él no pudiera escucharlos.
El Studio SP se levanta bien abajo por la llamada rua Augusta, en el límite de la zona nocturna que el viernes por la noche, y en pleno festejo de Halloween -en tierra paulista se lo toman muy en serio a juzgar por la cuidada decoración de los locales con telarañas, calabazas huecas y demás- desbordaba de gente. Para los más tempraneros, aún de camisa y con mochilas junto a sus mesas o colgando de sus espaldas, era casi una prolongación natural de su jornada. Otros arrancaban la noche.
En San Pablo, al menos en las zonas productivas, los after se estiran hasta casi la medianoche y no solo al final de la semana. Miércoles, jueves y viernes, el panorama era similar: mesas de cuatro, seis u ocho jóvenes, la mayor parte de ellos de pie en torno a la tabla que funciona más bien como un descanso para sus copas, parloteando a viva voz, abrazándose por momentos, de forma exagerada, o elevando el tono de su discusión Casi un ritual.
Esta vez, el debate presidencial estuvo a cargo de la señal Globo a partir de las 21.30 y con el periodista William Bonner como facilitador en la contienda. Por supuesto, inició al término de la novela de la noche que es otra tradición irrenunciable brasileña. En la tele de fondo de algunos bares del lugar, en un celular compartido entre dos guardias parapetados en la penumbra de su cubículo en el ingreso de un edificio, en una pantalla junto a las estanterías en un local comercial, los dos candidatos a presidente irrumpieron a la hora señalada.
San Pablo es la tierra que vio crecer la leyenda política de Lula. Primero como dirigente sindical, en las afueras de la ciudad, en el gremio de los metalúrgicos de San Bernardo do Campo. Y luego como candidato a la presidencia de Brasil en tres oportunidades hasta que venció hace exactamente 20 años. La capital paulista eligió en el pasado alcaldes del PT a diferencia de otros distritos del estado más grande en población y riqueza de Brasil que ha preferido a sus rivales. De hecho, en la primera vuelta electoral vencieron tanto Bolsonaro como su elegido para competir por la gobernación, Tárcisio Gómes.
A Bolsonaro no se lo vio en estos últimos días por acá y eso que uno de sus hijos, Eduardo, ha conquistado bancas legislativas en nombre de este estado. Esta vez, optó por quedarse en su bastión, Río de Janeiro. Los actos de cierre fueron allí, masivos, mucho más de lo que al PT le gustaría para sentirse cómodos. Hay un 43% de la población brasileña que eligió al actual Presidente para que siga otros cuatro años. Son 51 millones de personas.
En San Pablo, el bolsonarismo hizo una buena elección y apuesta a quedarse con la gobernación. No obstante, en las últimas horas, algunos actos de Tárcisio se levantaron sin mayor explicación. El sábado, el día de las caravanas, el bolsonarismo solo se encolumnará detrás del candidato a gobernador.
Bolsonaro optó por quedarse en su bastión, Río de Janeiro. Los actos de cierre fueron allí, masivos, mucho más de lo que al PT le gustaría para sentirse cómodos: 51 millones de personas lo eligieron para que siga al mando
La militancia del PT en San Pablo
En la capital paulista es fuerte el PT. Es ruidoso y se hace escuchar. Desde el viernes también se hace ver. Toda la militancia que parecía velada -y limitada a caminatas o actos puntuales de Lula junto a su candidato estadual, Fernando Haddad, en alguno de los barrios de la ciudad- emergió en la sexta-feira y se concentró en la rua Augusta.
En esta ciudad no hay pintadas ni afiches. Tampoco se ven banderas. Pero de lo que hay y muchos son stickers con el rostro de Lula y Bolsonaro o los números de sus listas, el 13 y el 22, respectivamente. Y el viernes por la noche, en esa parte de la ciudad -por lejos la más inclusiva a nivel social-, la mayoría de las personas llevaban stickers en sus remeras, a veces más de uno, y todos apoyaban al PT.

El plan original era montar una pantalla gigante en Plaza Roosevelt. Pero la lluvia del jueves por la tardecita decidió a los organizadores a mudar la convocatoria al Studio SP, la sede en la que ya habían seguido el último debate de la primera vuelta. Para ingresar era requisito llenar un formulario previo porque los cupos eran limitados. El código QR en el mail era el pasaporte de ingreso al interior del mundo petista.
Dentro de Studio SP habían montado una pantalla en el escenario. La noche que prometían no terminaba con el debate entre Lula y Bolsonaro sino con un show después del show de Bloco Ritaleena, una banda homenaje a Rita Lee al concluir. Detrás de la pantalla dormitaban los instrumentos. Toda la atención se la llevaba la pantalla desde las 21.30.
"Lo vivo con angustia", le contó Danilho a El Cronista, un joven militante del PT que había asistido junto a sus amigos con la característica remera roja del partido. Otras que se venden en la calle tienen estampadas la cara de Lula, como logotipo. Danilho cuenta que los cuatro años de Bolsonaro lo afectaron anímicamente porque tiene un hijo pequeño, una criança, y no quiere ese Brasil para él.

"Lo que está intentando hacer Lula es una campaña moral. Es recuperar eso para nuestro país", cuenta a este medio. Piensa que siempre hubo un "supremacismo en Brasil" que ahora se concentró detrás de Bolsonaro. Solo así se explica Danilho cómo el actual mandatario consiguió el 43% de los votos, un piso que estas expresiones más ultras no lograron en ninguna parte del mundo. Y se sincera: "Ojalá vaya preso. Y que llore... como un niño. Por todo lo que hizo."
Danilho no es el único que piensa así en Studio SP, aunque las historias son diversas. Hay personas de todas las edades, desde una mujer que ronda los 70 y sigue el debate con llamativa tranquilidad, bebiendo con un sorbete de su vaso, hasta Joao y Fábio, una pareja que reconoce que los últimos años sintieron cierta incomodidad social que no habían percibido antes. San Pablo asemeja ser una ciudad muy amigable y abierta en este sentido, pero no se libra por completo de un discurso de intolerancia que creció con el ascenso del último Presidente. "No es que no existiera antes. Pero ahora se ve más", le dice Joao a El Cronista.
Lo que está intentando hacer Lula es una campaña moral. Es recuperar eso para nuestro país. Ojalá Bolsonaro vaya preso y llore como un niño por todo lo que hizo
A medida que el debate avanza, se llena el primer piso de Studio SP y quienes van arribando se acomodan en la escalera y en una suerte de semipiso. Ahora se ven ya algunos disfraces de Halloween. Juliana es la más eufórica de un grupo de cuatro amigas que rondan los 30 y no le dejan pasar una al actual mandatario cuando elude las preguntas de Lula en su intervención: "¡Responde, Bolsonaro!". Como si pudiera escucharlas desde el otro lado de la pantalla, a cientos de kilómetros de distancia.
El debate se estructura en bloques temáticos en los que cada contendiente dispone de un tiempo de cinco minutos para desarrollar y retrucar a su rival. El manejo del tiempo depende de ellos y el juego es completar el concepto, convencer y, si es posible, quedarse con la última palabra. En ocasiones, hay opción a réplica con un minuto adicional. Lula y Bolsonaro salen de sus atriles y se acercan a las cámaras. De vez en cuando, se interpelan cara a cara. Son los momentos que más se enciende Studio SP.
Entre bloque y bloque, en las tandas, la tribuna se disemina en busca de algo para tomar o para ir al baño. Pero cuando vuelven a aparecer los rivales en la pantalla, es casi automático. Allí están todos de vuelta como una hinchada compacta que aplaude y vitorea con efusividad. Junto a la pantalla, un joven agita entusiasta una pequeña bandera. No deja de moverla a lo largo de las poco más de dos horas que se extiende el debate. A veces lo hace más rápido. Son las ocasiones en las que Lula gana el punto y Studio SP celebra.














