De ir a un programa de TV para buscar financiación a crear una startup que puede detectar cáncer con análisis de sangre
En 2019 Marina Simian se hizo conocida por participar de un concurso de TV en búsqueda de fondos para mantener su laboratorio. En la actualidad, enfrenta un nuevo desafío como CEO de una startup de biotecnología que está por presentar un innovador test de detección de cáncer.
Estudió biología en la UBA y en 1996 viajó a los Estados Unidos para hacer un doctorado sobre mecanismos moleculares que determinan el desarrollo de la glándula mamaria y se desregulan cuando surge un tumor. En 2006 ingresó al Conicet y luego se especializó en la investigación de nuevos tratamientos para el cáncer de mama combinando drogas tradicionales con nanotecnología.
Hoy, si bien su lugar de trabajo es el Instituto de Nanosistemas de la Universidad de San Martín, dedica cada vez más tiempo a coordinar el lanzamiento de Oncoliq, una novel empresa de base tecnológica que propone una nueva forma para detectar el cáncer, en forma precoz, a través de un análisis de sangre.
En su vida profesional Marina Simian también integró equipos interdisciplinarios dedicados a la detección temprana de trastornos del aprendizaje. Y la flamante startup cuyo timón está llevando, apunta a ofrecer un producto innovador sobre una idea que puso a punto una amiga, colega y ahora socia, Adriana De Siervi, investigadora y directora del Laboratorio de Oncología Molecular en el IBYME-Conicet. La startup busca sacar al mercado lo antes posible un test pionero en el mundo que puede facilitar el diagnóstico de distintos tumores. Y acaba de recibir una importante inversión de capital semilla por parte del Fondo SF500 del grupo Bioceres.
¿En qué estás trabajando?
Estoy empezando el camino del emprendedorismo sobre una idea de biotecnología avanzada. A principios de 2021 me llamó una colega y amiga, Adriana De Siervi, y me propuso hacer una empresa para llevar al mercado un desarrollo de su laboratorio, lo que hoy llamamos Oncoliq. Ese desafío me atrajo mucho así que finalmente nos unimos con otro colega, Diego Pallarola, y entre los tres lanzamos una startup para desarrollar un producto concreto, bajo la patente que Adriana desarrolló junto a su equipo en el IBYME-Conicet.
¿Vos que rol cumplís?
Por ahora mi lugar central es buscar inversores, personal, hacer alianzas y avanzar en el desarrollo de negocios. Si me piden opinión sobre temas científicos lo hago, pero mi rol se ha ido enfocando en la coordinación general de la compañía. Es un momento clave donde las perspectivas de Oncoliq son más que positivas. De hecho, en marzo recibimos una inversión por parte del fondo SF500 por US$ 600.000 (a la cotización oficial). Además, también aplicamos a un subsidio (PICT) que nos otorga otros $ 40 millones.
¿Eso no te aleja de la mesada del laboratorio?
Un poco sí, pero la verdad es que en los últimos años venía un poco cansada de la clásica carrera de investigación. Muchos entramos, en algún momento, en una etapa algo repetitiva. Dedicamos demasiado tiempo a buscar subsidios y apadrinamos a científicos jóvenes que se terminan yendo. Además, mis hijos terminaban el secundario y la pandemia nos dio mucho tiempo para reflexionar sobre lo personal. Me di cuenta también que estaba un poco saturada de las dificultades de hacer ciencia en Argentina que no siempre facilita el crecimiento profesional. Cuando me llamó Adriana yo venía con ganas de buscar nuevos desafíos donde aplicar mis conocimientos y habilidades y también aprender nuevas cosas para generar algo con impacto social.
¿Cómo empezaron?
Al principio era algo eventual. Nos presentamos en varios concursos de aceleradoras sin resultados. De a poco le fuimos dando forma al plan de negocios, aprendimos a buscar y hablar con inversores e imaginar estrategias de salida al mercado. Finalmente ganamos la inversión semilla de Bioceres y ya estamos en nuevas reuniones con potenciales inversores para acelerar al máximo el lanzamiento del primer test de Oncoliq.
¿Cuáles son las claves para recibir inversiones?
Lo básico, creo, es tener un buena idea que solucione un problema global y que tenga, además, potencial de negocios. También vemos que a los fondos les importa mucho que se cuente con un buen equipo de trabajo.
Un test innovador
Según reveló la investigadora principal del Conicet Adriana De Siervi, "la idea surgió en 2014 mientras estudiábamos unas moléculas pequeñas, conocidas como microRNAs, que normalmente están en el citoplasma de las células pero también circulan en fluidos corporales como la sangre". Con su equipo comprobaron que la existencia de cierta proporción y combinación de algunas de estas correlaciona con la presencia de tejido tumoral en la mama.
"O sea que buscando cierta combinación bioquímica es posible determinar la presencia de un tumor en forma muy precoz, incluso antes de que sea detectable en una mamografía, lo que permite adelantar el tratamiento". Vale destacar que el producto actual que están validando ya demostró tener una alta tasa de sensibilidad, que ronda el 92 por ciento.
¿Es una idea replicable?
Sí. Es aplicable a otros tumores y ya estamos avanzando con próstata. Pensamos que en unos cinco años, contaremos con un kit de testeo para lograr la detección temprana de una veintena de diferentes tipos de cáncer. Todo eso gracias a un análisis poco invasivo partiendo de una simple muestra de sangre. Es importante destacar que esta es una herramienta de tamizaje, o "screening" que permite la detección temprana del cáncer.
¿Qué problemas enfrentan hoy para crecer?
Estamos descubriendo las dificultades de emprender en la Argentina. Hay que lidiar con temas burocráticos y administrativos que -además de complejos- muchas veces son también confusos. Uno se va enterando a diario de nuevos requerimientos y exigencias. También es difícil toda importación y, por supuesto, adquirir insumos en dólares. La verdad es que hoy emprender acá, en temas de ciencia, es realmente complicado.
Recuerdo que en 2019, para conseguir fondos para seguir investigando, participaste de un programa de entretenimiento en TV. ¿Sirvió?
Sí. Y estoy muy orgullosa de ese momento. Además de lo importante -poder visibilizar el problema que afrontábamos todos los investigadores-, también ganamos $ 500.000 pesos que nos ayudaron a seguir adelante.
¿Cómo un desarrollo tan revolucionario está ocurriendo en un laboratorio local?
¡Es algo que nos preguntan todo el tiempo! Hoy en el mundo hay solo tres o cuatro empresas con avances parecidos. Es muy difícil usar tests de biomarcadores para cada tumor porque se necesita de técnicas complejas de biología molecular y también combinar los resultados con soluciones de machine learning que, en definitiva, permiten llegar al algoritmo capaz de analizar los datos y obtener un resultado concreto -positivo o negativo- sobre la presencia de células cancerígenas.
¿Enfrentaste problemas de género en tu carrera?
En ciencia se sigue dando que en los espacios de toma de decisión sigue habiendo más varones. Y las mujeres tenemos que hacer el doble de esfuerzo para demostrar capacidad. Igual, algo está cambiando, tal como se ve con la actual presidenta del Conicet que es mujer. Pero si, a lo largo de mi carrera he sufrido alguna competencia desleal que -estoy segura- si yo hubiera sido un investigador varón no me hubiese pasado. De todos modos, vale aclarar que esto no solo ocurre en la Argentina.
¿Qué vas a hacer cuando lancen el primer test?
Yo personalmente estoy estudiando qué haré con mi carrera en el mediano plazo. Si sigo investigando o si me dedico por completo a este emprendimiento.
La versión original de esta nota se publicó en el número 342 de revista Apertura.
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