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Por qué la economía de Estados Unidos supera a la del resto de los países avanzados

La productividad laboral del país ha crecido un 30% desde la crisis financiera de 2008, más del triple que en Europa y el Reino Unido. Esa brecha está cambiando la jerarquía de la economía global.

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Un mes después de abandonar un programa de doctorado de la Universidad de Stanford en la primavera del año pasado, Demi Guo y su amiga Chenlin Meng habían recaudado u$s5 millones para su start-up.

La app que crearon, Pika Art, utiliza inteligencia artificial (IA) para producir efectos de video espectaculares y amenaza con dejar atrás un aspecto de la producción tradicional de video y cine. En pocos meses, tenía más de un millón de usuarios, mientras que las dos fundadoras, ambas de 26 años, recaudaron u$s135 millones en poco más de un año.

Su historia sería excepcional en cualquier lugar fuera de Silicon Valley, y es única incluso allí. Explican que la famosa red de mentores, innovadores e inversores de California ayudó a hacerlo posible. Con los inversores, "hubo un entusiasmo mutuo desde el principio", sostiene Guo, que asegura que "intercambian ideas con nosotros y ayudan con la contratación. Si me encuentro con un problema, sencillamente les envío un mensaje de texto y acuden en mi ayuda".

Para muchos economistas, el éxito de Guo y Meng explica el fenómeno que ha llevado a Estados Unidos a crecer mucho más rápido que cualquier otra economía avanzada. Su PBI ha crecido un 11,4% desde finales de 2019 y, en su último pronóstico, el FMI predijo un crecimiento de EE.UU. del 2,8% este año.

Aunque las elecciones estadounidenses del mes pasado se llevaron a cabo en un contexto de crisis derivada de la inflación, la evolución económica del país en los últimos años ha sido la envidia del mundo desarrollado.

Es probable que EE.UU. se haya visto menos afectado por la guerra en Ucrania que Europa, debido a sus abundantes suministros de energía y a que se ha recuperado de la pandemia más rápidamente que algunos países del G7. Pero su historial de crecimiento se basa en un incremento más rápido de la productividad, que impulsa la actividad económica.

La productividad laboral estadounidense ha crecido un 30% desde la crisis financiera de 2008-2009, más del triple del ritmo de la eurozona y Reino Unido. Esa brecha de productividad, visible desde hace una década, está cambiando la jerarquía de la economía global. El crecimiento económico en la eurozona ha sido un tercio del de EE.UU. desde la pandemia, y se prevé que la producción se aumente solo un 0,8% este año, según el FMI.

Por su parte, las economías de Japón y el Reino Unido han crecido sólo un 3% en los últimos cinco años. De hecho, en términos de crecimiento de la productividad, EE.UU. está superando rápidamente a casi todas las economías avanzadas, muchas de las cuales están atrapadas en una espiral de bajo crecimiento, empeoramiento del nivel de vida, finanzas públicas tensas y pérdida de influencia geopolítica.

En Reino Unido, el nuevo gobierno laborista ha prometido una "década de renovación" para resolver lo que los economistas han llamado "el rompecabezas de la productividad". Abordar el bajo crecimiento de la productividad es la principal recomendación del FMI para Japón. Además, un informe histórico publicado en septiembre por Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, describió la baja competitividad como un "desafío existencial" para la UE.

Las políticas económicas de Trump

Donald Trump heredará una economía estadounidense en auge cuando vuelva a la Casa Blanca en enero. Algunos economistas se preguntan si las políticas que ha adelantado que aplicará (aranceles a las importaciones estadounidenses, deportaciones masivas de inmigrantes y grandes recortes de impuestos para los ricos) podrían socavar las ventajas a largo plazo que tiene ahora mismo EE.UU. También temen el regreso a la inflación y unas elevadas tasas de interés.

El presidente de la Reserva Federal, Jay Powell (a quien Trump atacó en su primer mandato como presidente) ha reconocido la incertidumbre en torno a las perspectivas de productividad del país.

Pero muchos confían en que EE.UU. mantendrá la posición de liderazgo y aseguran que otros países tienen pocas posibilidades de alcanzarlo. "Aunque las políticas económicas de Trump empañarán el excepcionalismo tecnológico estadounidense, no lo socavarán", sostiene Mark Zandi, economista jefe de Moody's Analytics.

Los aumentos en la productividad (una medida de la eficiencia con la que se utilizan los recursos en la economía) permiten a los trabajadores ganar salarios más altos, aumentar la rentabilidad de las empresas y los ingresos fiscales, lo que en última instancia mejora el nivel de vida.

Se trata de un indicador en el que EE.UU. ha disfrutado de un éxito notable. En los tres meses hasta septiembre de 2024, según las estadísticas oficiales, la producción estadounidense por hora trabajada aumentó un 8,9% con respecto a su nivel anterior a la pandemia a fines de 2019, tras expandirse a tasas anuales de entre el 2% y el 2,8% durante más de un año.

La diferencia con su vecino del norte es notable. La productividad laboral de Canadá se ha contraído durante 14 de los últimos 16 trimestres y se situó un 1,2% por debajo de su nivel anterior a la pandemia a fines del segundo trimestre de 2024. Carolyn Rogers, vicegobernadora principal del Banco de Canadá, advirtió en marzo que la baja productividad era una "emergencia" económica, y agregó que "en las últimas cuatro décadas, en realidad hemos retrocedido significativamente en comparación con algunos otros países".

Canadá no está solo. Los datos del Conference Board muestran que, en los últimos años, la productividad laboral ha disminuido en relación a la de EE.UU. en la mayoría de las economías avanzadas. En Reino Unido, el fenómeno se remonta a la crisis financiera mundial, recuerda Bart van Ark, director gerente del Productivity Institute con sede en Reino Unido y lo atribuye a "la inversión pública y privada crónicamente lenta y la falta de difusión de las últimas tecnologías e innovaciones en toda la economía".

La eurozona experimentó una ralentización similar. La productividad laboral creció un 5,3% en los cinco años hasta 2007, pero esa cifra cayó al 2,6% en los cinco años hasta 2019 y a solo el 0,8% en los últimos cinco años. En opinión de Draghi, la impresionante fortaleza de EE.UU. en tecnología marca la diferencia. "Si excluimos el sector tecnológico, el crecimiento de la productividad de la UE en los últimos 20 años estaría prácticamente a la par con el de EE.UU.", asegura.

El análisis del FT del Cuadro de Indicadores de Inversión en I+D Industrial de la UE, que rastrea a los principales inversores mundiales, sugiere que ese patrón podría ser consistente en muchas otras economías avanzadas. La mayoría de los países registran una mala evolución en lo que respecta al gasto en I+D, y también hay una escasa representación en los sectores de rápido crecimiento.

A nivel mundial, los principales inversores en I+D se concentran cada vez más en el software y los servicios informáticos, un sector que ha superado a la industria farmacéutica, el hardware tecnológico y la fabricación de automóviles para convertirse en el principal destino de inversión. Está dominado por empresas estadounidenses, a menudo las de mayor tamaño.

China es la única otra gran economía que está haciendo avances significativos en el gasto en I+D tecnológico. El gobierno de Xi Jinping anunció hace poco planes para convertir al país en el centro "principal" de innovación en IA para 2030; según datos de la OCDE, la cantidad de capital de riesgo invertido en IA en China es ahora la segunda más alta a nivel mundial después de EE.UU.

Otras economías avanzadas muestran pocas señales de este dinamismo. Según datos de Preqin, EE.UU. representa el 83% de la cantidad de financiación de capital de riesgo en las economías del G7 durante la última década. El país también atrajo el 14,6% de la inversión extranjera directa total del mundo en nuevos proyectos en los primeros 10 meses de 2024, según datos de fDi Markets, un récord. Alemania, en cambio, registró su menor participación en la IED global en 18 años.

Una nueva era 

La era del crecimiento incuestionable de la productividad estadounidense es relativamente nueva. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la economía estadounidense experimentó un alto crecimiento, pero la productividad en la mayoría de las economías europeas y Japón logró recuperarse.

En las tres décadas hasta 1980, en los países que hoy forman parte de la eurozona, la productividad laboral se cuadriplicó, mientras que durante esa década Japón dominó la producción de vehículos y productos electrónicos de consumo, lo que generó temor en EE.UU. de que se convirtiera en la mayor economía del mundo.

Según Andrea Colli, profesor de historia empresarial en la Universidad Bocconi de Italia, la mejora se debió en gran medida a los intentos de reconstrucción financiados en parte por EE.UU. a través del Plan Marshall, que inyectó más de u$s13.000 millones en las maltrechas economías del continente.

Pero también señala que "el crecimiento de la productividad fue más fuerte en Europa y Japón que en EE.UU. durante más de dos décadas, gracias al avance tecnológico y a la mejora de la gestión".

EE.UU. muestra una mayor tolerancia al riesgo, tanto a nivel de inversores como de gobierno. "Los inversores estadounidenses asumen mayores riesgos en todo lo relacionado con la tecnología que cualquier otro país", afirma Michael Buhr, un empresario tecnológico canadiense que ahora reside en Silicon Valley y dirige C100, una organización sin ánimo de lucro que apoya a los empresarios tecnológicos canadienses.

Muchos de los empresarios europeos no son tan afortunados. Justus Lauten fundó foodforecast, que emplea IA para ayudar a las empresas alimentarias a crear pronósticos de ventas más precisos, pero dice que no recomendaría crear una empresa en su Alemania natal. "Creo que las firmas de capital riesgo [en Alemania] son muy reacias al riesgo".

Los inversores estadounidenses asumen más riesgos en todo lo relacionado con la tecnología que cualquier otro país.

Phillip Sewell, CEO y cofundador de Predyktable, una empresa con sede en Reino Unido que ha desarrollado una plataforma para ayudar a las empresas a predecir la demanda de cosas como inventario y mano de obra, afirma que tuvo que enfrentarse a las autoridades fiscales de Reino Unido por las desgravaciones en I+D.

"El gobierno habla de apoyar a las start-ups, pero mi experiencia fue difícil. Las agencias gubernamentales siguen siendo muy reacias al riesgo", reconoce Sewell.

En la UE, la regulación compleja, la falta de instituciones académicas de primer nivel y los mercados más pequeños y fragmentados se encuentran entre otras barreras a la innovación destacadas por el informe de Draghi. Incluso cuando las empresas europeas intentan crecer en el mercado de la tecnología y las redes sociales dominado por EE.UU., "no hay espacio para que una empresa británica o francesa entre y trate de competir. No sólo son demasiado pequeñas, sino que llegan demasiado tarde", sostiene Robert Gordon, economista de la Universidad Northwestern.

Desafío 

El desafío para otras economías avanzadas no es sólo replicar el dinamismo de EE.UU., sino hacerlo manteniendo sus preciadas salvaguardas sociales.

A pesar de todo su poder económico, EE.UU. tiene el mayor nivel de desigualdad de ingresos del G7, junto con la menor expectativa de vida y los costos de vivienda más altos, según la OCDE. La competencia en el mercado es limitada y millones de trabajadores sufren condiciones de empleo inestables.

La red de seguridad social de Europa necesita ser financiada, advirtió Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en un discurso en noviembre. Impulsar la competitividad es necesario para la prosperidad a largo plazo, argumentó: "No hacerlo podría poner en peligro nuestra capacidad de generar la riqueza necesaria para sostener nuestro modelo económico y social".

Hay innumerables iniciativas en marcha, que van desde el Fondo de Innovación Estratégica de Canadá y los esquemas de capital de riesgo y los programas Smart Grants de Reino Unido hasta la Iniciativa de Campeones Tecnológicos Europeos de la UE y Horizonte Europa, un programa de financiación para la investigación y la innovación con un presupuesto de casi 100.000 millones de euros.

La UE ha propuesto una "bolsa de talentos", una plataforma online que conecta a los solicitantes de empleo de otros lugares con las vacantes de empleo en el bloque.

Sin embargo, estas iniciativas son insuficientes; el informe Draghi estimó que se necesitan 800.000 millones de euros de inversión anual, alrededor del 4,7% del PBI de la UE, para evitar que el bloque se quede más rezagado que EE.UU. y China. También abogó por integrar los mercados de capital, impulsar la inversión en universidades y reducir la regulación.

El Banco de Canadá también ha instado al gobierno del país a cerrar la brecha de inversión con EE.UU. y crear incentivos para permitir que las empresas de industrias de alto valor crezcan y prosperen. Japón ha prometido u$s13.000 millones de apoyo gubernamental para la producción nacional de chips y la inversión en IA generativa, mientras que Reino Unido se ha comprometido a invertir 100.000 millones de libras adicionales en capital durante los próximos cinco años para impulsar el crecimiento de la productividad.

La perspectiva de una segunda administración de Trump ha generado inquietud entre muchos economistas. Mahmood Pradhan, director de macroeconomía global en Amundi Investment Institute, asegura que tanto los aranceles como las deportaciones de inmigrantes son "negativos para la inversión".

Pero para muchos expertos, la posición de EE.UU. es segura. EE.UU. tiene todo un ecosistema para promover la innovación y su impacto en la economía a través de ganancias de productividad.

En todo caso, Europa se enfrentará a una mayor incertidumbre económica y geopolítica por las políticas de Trump y necesitará invertir más en defensa, lo que limitará los recursos que tiene disponibles.

Los economistas encuestados por Consensus Economics prevén un crecimiento del 1,9% el próximo año en EE.UU., el más rápido de todas las economías del G7. De cara a 10 años, siguen pronosticando el crecimiento más rápido.

"Es como ver una final de 100 metros donde alguien gana por un margen muy amplio", concluye Simon Gaudreault, economista jefe de la Federación Canadiense de Empresas Independientes. "No dejamos de preguntarnos si será porque el resto de países son mucho más débiles o porque ese competidor que lleva la delantera tiene una fórmula secreta".

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