El populismo no ha terminado, sólo está teniendo un upgrade

Boris Johnson y Donald Trump chocaron con la realidad. Pero los conservadores en ascenso, como la italiana Giorgia Meloni, se toman más en serio el poder.

Veinte minutos después de la medianoche del 24 de junio de 2016, en el Centro de Tenis de Silksworth, en Sunderland (Inglaterra), el populismo occidental se abrió paso. El anuncio de que el 69% de los habitantes de Sunderland habían votado por el Brexit dejó claro que el Reino Unido terminaría abandonando la Unión Europea

La fase álgida del populismo occidental se extendió hasta 2019 con las victorias de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Boris Johnson, y la entrada del Movimiento Cinco Estrellas y la Liga en el gobierno de Italia.

Ahora todo eso parece que se está revirtiendo. Johnson duró menos de un mandato como primer ministro a pesar de su mayoría de 80 escaños y el Cinco Estrellas se enfrenta a la debacle en las elecciones italianas del domingo, mientras que Bolsonaro probablemente perderá frente al izquierdista Lula el mes que viene. 

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Estos populistas se desintegraron en el cargo, pero otros, como los demócratas suecos de extrema derecha y la probable próxima primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, los están reemplazando. El populismo puede prosperar después de Johnson o Trump. De hecho, está pasando de ser algo parecido a una performance artística a una administración real.

"Populismo" tiene una definición ampliamente aceptada. Los populistas describen una batalla política entre la 'gente buena' y la 'élite mala'. No se puede permitir que instituciones como el parlamento o los jueces bloqueen la voluntad del 'pueblo'. Pero los populistas en 2016 eran, esencialmente, artistas de televisión. No tenían ningún interés en gobernar, ni siquiera durante una pandemia. Sus proyectos de fantasía -el Brexit, el muro de Trump con México- chocaron con la realidad.

Este mismo mes, Johnson perdió su cargo tras romper compulsivamente sus propias reglas de confinamiento; Steve Bannon terminó esposado; el depuesto primer ministro checo Andrej Babiš está siendo juzgado y el seguimiento de los problemas legales de Trump se ha convertido en un trabajo a tiempo completo.

Pero a los nuevos populistas les importa dirigir las cosas. Meloni, antigua fan de Mussolini, "es realmente competente. No está totalmente atenazada por la vanidad", dice la escritora Catherine Fieschi. Meloni ha abandonado las viejas fantasías populistas italianas de salir del euro o separarse del sur de Italia. Es perfectamente feliz dentro de la UE desde que ésta pasó de la austeridad a llenar los bolsillos del país. Y mientras Trump y Johnson se quejaban del "Estado profundo" [deep state], Fieschi espera que Meloni trabaje con otros partidos y burócratas italianos para empujar la agenda de la extrema derecha.

El húngaro Viktor Orbán ha sustituido a Trump como estrella del movimiento populista. Cuando el Parlamento Europeo votó la semana pasada que Hungría ya no era una democracia plena, el partido Hermanos de Italia de Meloni se puso al lado de Orbán.

El populismo tenía hasta hace poco una rama de izquierda, en ciertos momentos representada por el Cinco Estrellas. Esa rama se ha marchitado. La argentina Cristina Fernández y el boliviano Evo Morales han perdido sus presidencias, el régimen de Venezuela ha perdido incluso a sus partidarios más ciegos, y el español Podemos está cayendo como Cinco Estrellas.

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En su lugar, la tendencia dominante del populismo se autodenomina ahora "nacionalconservadurismo". Su filósofo en jefe, el profesor israelí Yoram Hazony, acaba de ayudar a organizar la Conferencia de Conservadurismo Nacional en Miami. A Meloni le gusta la "familia tradicional" y no le gusta la "ideología de género". Junto con Orbán y los republicanos de Estados Unidos, sus Hermanos están subidos a la impopular causa de dar marcha atrás con el aborto.

Los partidos tradicionales de centro-derecha no saben si ganarle a los conservadores nacionales o unirse a ellos. El viejo argumento de venta de la centro-derecha de pequeños estados y bajos impuestos ha perdido relevancia en la era del Covid-19 y la crisis energética. Johnson supervisó el crecimiento de la mayor presión fiscal de Gran Bretaña en 70 años. Su sucesora, Liz Truss, habla de un Estado pequeño, pero está gastando unos 150.000 millones de libras en subvencionar la energía.

El famoso comentario de Johnson de "que se jodan los negocios" también ilumina las actitudes cambiantes de la centro-derecha. El aspirante al Orbán estadounidense, Ron DeSantis, despotrica contra los "negocios despiertos"; Rachel Bovard, del Conservative Partnership Institute, advierte "de la bota de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, pisando en la cara de un bebé no nacido. Para siempre". Los partidos de centro-derecha están derivando hacia la extrema derecha, lo que empuja a la extrema derecha aún más a la derecha, dice Cas Mudde, politólogo de la Universidad de Georgia.

Pero aunque sigan marchando, los populistas han perdido la centralidad que tenían en 2016. Entonces, señala Mudde, dominaban el debate público sobre la 'crisis de los migrantes', los yihadistas y las élites corruptas. Los populistas tienen menos que decir sobre Covid-19 o Ucrania. Mientras tanto, su antiguo donante y padrino, Vladimir Putin, se ha convertido en un vergonzoso perdedor. Aun así, incluso cuando los populistas no pueden ganar elecciones libres, pueden gestionarlas como hace Orbán, o robarlas como Bolsonaro ha insinuado que intentará.

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