

Antes de que el Frente de Todos se despojara de su identidad y mutara a Unión por la Patria un dirigente cercano a Cristina Kirchner se preguntaba si en 2019, en caso de haberse acercado antes, no hubiera sido Sergio Massa el candidato a presidente en lugar de Alberto Fernández. En algunas de las crisis que los enfrentó, varias veces la Vicepresidenta fantaseó con esa idea y hasta lo dijo en público pensando que hubiera sido mejor opción.
El tigrense fue el último en sumarse y por ende quien más condiciones impuso. Primero en la lista de Diputados nacionales por Buenos Aires quedó como presidente de la Cámara baja tras el triunfo electoral. En noches de negociaciones y debates intensos forjó una sociedad política con Máximo Kirchner. También entonces, como ahora, hay mutua necesidad. Pero también entonces, como ahora, una parte de la militancia tuvo que despojarse de su desconfianza y depositar la esperanza en Sergio Massa desde el Frente Renovador supo enfrentar al kirchnerismo.

La metáfora de "la papa caliente"
A su favor debe decirse que Massa se cargó sobre las espaldas las tareas más ingratas en el Congreso de la Nación y hasta logró la aprobación del acuerdo con el FMI que firmó el exministro Martín Guzmán con quien tuvo permanentes e indisimulados roces. Terció entre los Fernández y agradeció a Kirchner hijo que no le hubiera complicado la sesión -como tampoco CFK en el Senado- para cumplir el pedido del Presidente y acordar el pago de la deuda. Como repite en cada acto electoral, se hizo cargo de la crisis del Gobierno a pesar de las voces de alerta en su propio espacio que le pedían que dejara el Frente de Todos después de la derrota del 2021. La reticencia del albertismo nonato y el inconformismo del kirchnerismo hacían inviable la gestión.
Sin diálogo entre Presidente y Vice fue Massa un hábil interlocutor que mientras se quemaba las manos con "la papa caliente" según la descripción de Cristina Kirchner, acumulaba más poder. El mismo había dicho en 2019 que no tenía chances electorales enfrentando a la columna vertebral del justicialismo y así justificó su regreso.
Recién ahora el kirchnerismo aparece con la debilidad suficiente como para aceptar el auxilio de un Massa candidato a presidente, un radical como Leandro Santoro en la Ciudad y un Axel Kicillof embarcado en una reelección que intentó frenar Máximo Kirchner quien debió ser su aliado y no su adversario interno. La revancha del diputado nacional fue cooptar las listas de candidatos a diputados nacionales para esta elección.
Massa quemó todas las naves. No se preservó, aprovechó la oportunidad a pesar del panorama incierto y ocupó el lugar del primer mandatario sin pudor. Si queda bien posicionado, si gana o entra al balotaje, empezará otra historia en el peronismo. Este turno hasta los gobernadores perdieron sus distritos con estrategias fallidas y un hartazgo social que no se licuó ni con el desacople con el que intentaron despegar del gobierno nacional.

El rol de la socia mayoritaria
Como era previsible la socia mayoritaria, Cristina Kirchner, intentó manejar a Alberto Fernández que sólo aprovechó el inicio de la pandemia. En ese momento hubo quienes le insinuaron que cortara el cordón umbilical y habilitara la creación del albertismo sobre la popularidad que le daba su rol paternal frente al COVID. No pudo o no quiso y sumó errores propios y graves como el festejo del cumpleaños de su mujer en la Quinta de Olivos cuando los argentinos estaban encerrados en cuarentena. Ya la oposición sembraba el germen del descontento que fue de tal magnitud que no permitió valorizar un sistema de salud y un plan de vacunación que aunque imperfecto tuvo sus aciertos.
De a poco el Presidente perdió credibilidad -con el vacunatorio VIP, también- y hasta hubo migración de su propio círculo. A algunos los expulsó la Vicepresidenta y otros tomaron distancia decepcionados con la indecisión presidencial en temas como la reforma Judicial, la expropiación de Vicentin y temas cotidianos para los que no encontró solución ni aún con cambios de gabinete.
En reiteradas giras por el exterior, la forma de autoprotección que encontró el Presidente, se convenció de que las ideas de Cristina Kirchner eran ‘viejas'. Sin embargo no tuvo el poder ni la valentía de enfrentarla ni imponer sus ideas.
Mario Ishii, intendente de José C. Paz lo alentó a cortar con el kirchnerismo la tarde postPASO del 2021 en que se enteró por un mensaje vía Whatsapp de la renuncia del ministro del Interior, Eduardo ‘Wado' de Pedro. Leal a Cristina, el ministro trabajó cerca del Presidente hasta que llegó la orden de presionarlo públicamente. Fernández se sorprendió con la noticia al aterrizar en helicóptero para una visita al paceño.
Dos años después el jefe de Estado está borrado de la campaña, de gira por China ni sus más amigos lo nombran en los discursos electorales. Esta semana su única aparición pública fue a través de un mensaje a un periodista de chimentos para desmentir que esté separado de la Primera Dama mientras buscaba el saludo de Vladimir Putin.

Máximo Kirchner tampoco logró consolidar su liderazgo después del contundente triunfo del 2019 y a pesar del buen diálogo que en el inicio del Gobierno tuvo con algunos opositores. Dos dirigentes de paladar negro como Elisa Carrió y el radical Mario Negri solían respetar las negociaciones parlamentarias a las que llegaban con él.
Por primera vez ocupó un lugar central como jefe del bloque de diputados nacionales. Pero al mismo tiempo corrió a las autoridades del PJ bonaerense para conducir el histórico partido y dejar de ser sólo el líder de La Cámpora. Como él muchos camporistas quisieron devenir en dirigentes del PJ. Era un buen plan que arrancó con una denuncia judicial de Fernando Gray, intendente de Esteban Echeverría. Fue el primer traspié de Martín Insaurralde en rol de estratega.
Aún en el actual escenario de tercios el poder de Máximo Kirchner se sostiene en Diputados y así seguirá porque en las listas garantizó los nombres de los dirigentes que ideológicamente considera incorruptibles. Apunto a mantener el poder que tuvo estos cuatro años con las cajas del Estado -PAMI, ANSES, AFIP, YPF- y asegurarse que Unión por la Patria tenga en el Congreso diputados y senadores que le respondan y que actúen como lo hizo él en caso de que un presidente propio o un opositor avancen con leyes que no esté dispuesto a negociar: empleo y jubilaciones para empezar.
Qué quiere Máximo Kirchner
Como el Presidente, también Kirchner desperdició la oportunidad de consolidarse como líder de todo su espacio y dejó heridos entre los intendentes. Además perdió a uno de sus soldados más combativos. Andrés "El Cuervo" Larroque dejó la secretaría general de La Cámpora disconforme con los manejos políticos de su referente.
Si Máximo Kirchner hubiera querido ser candidato a gobernador o a presidente Larroque hubiera trabajado incansablemente para que lo fuera. En cambio le reprocha no haber tomado la decisión mientras otros creen que nunca quiso dejar esa especie de clandestinidad en la que ejerce la política. O es un operador o es un líder, repiten quienes creen que Máximo podría haber tomado el bastón de mariscal que ofreció su madre y Vicepresidenta.

En lugar de apoyar a Axel Kicillof en una campaña donde Buenos Aires puede inclinar la balanza, Kirchner puso reparos y le restó. Mientras Larroque y la mesa de intendentes y sindicalistas de Ensenada suplían la orfandad en la que quedaron sin Cristina candidata el diputado avisó que se ocuparía de reunificar a los distintos sectores en charlas privadas después del impacto de la derrota de agosto. Sin embargo apenas una fracción de La Cámpora movilizó para los masivos actos del gobernador y durante gran parte de la campaña, además, se ausentó.
Kicillof copió el método sciolista y siguió su campaña sin mirar a los costados. Inauguró escuelas, visitó hasta tres ciudades por día, se mostró con los intendentes del Conurbano e intentó desacartonarse sin llegar a tener la complicidad que comparten entre ellos los dirigentes históricos del mayor distrito electoral. Mantuvo a pesar de todo su parco método de evitar los asados de pura rosca política. Su paso por el Ministerio de Economía aún le pesa, especialmente por el fallo de la Justicia de Estados Unidos a favor de fondos buitres por la reestatización de YPF.
Si bien plantarse frente a Máximo Kirchner le generó un alto costo, nunca Cristina Kirchner le pidió a Kicillof que renunciara a su reelección. El escándalo que protagonizó Martín Insaurralde lo golpeó, como gobernador, pero en algún punto fue la confirmación de sus sospechas y recelos. Ahora es su comodín, un as en la manga para cuando, en caso de ganar, arme un nuevo gabinete. Insaurralde fue el interventor con el que Kirchner quería influir en su gestión. También lo era Larroque.
Las deudas del Frente de Todos
De todos los desaciertos políticos la inflación, la caída del poder adquisitivo, la inseguridad y la falta de trabajo genuino son los imperdonables que el electorado castigó. Si Unión por la Patria sobrevive es a fuerza de la testarudez de algunos dirigentes y gracias a la falta de propuestas del resto de los candidatos.

Cristina Kirchner bendijo la fórmula presidencial, se corrió de la campaña y pasó la posta tras cuatro años en que fue víctima y victimario. Alberto Fernández no la reconoció como líder y al mismo tiempo recibió sus dardos. Las quejas de la Vicepresidenta propinaron un fuerte daño público a su gobierno, aunque lo desconozca. De todos modos sus análisis fueron certeros. El Frente de Todos no cumplió la promesa electoral de darle una vida mejor a los argentinos. Ella no logró la reforma Judicial que impulsó y por las peleas internas -y por el freno opositor- ni siquiera nombraron jefe de fiscales. Y salvó su vida de milagro en un grave atentado que aún no fue esclarecido.
Sinceramente, y a pesar del entusiasmo de los libertarios, el panorama futuro da poca esperanza y mucho miedo.
No fue casual que Massa cerrara la campaña sin políticos y rodeado de trabajadores, con un discurso calmo y no de barricada. La última carta la jugó a su modo para capitalizar para sí el resultado electoral.
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