INTEGRACIÓN REGIONAL

Apuesta por una moneda común entre Brasil y la Argentina: ejes y alcance del plan que estudian Lula y Fernández

De todos los proyectos del acuerdo estratégico entre ambos gobiernos, el de la moneda única SUR es el que más curiosidad y debate parece despertar. Cómo piensan en Brasilia la constitución y funcionamiento de esa nueva divisa

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De todos los proyectos de integración con los que Brasil y Argentina pretenden avanzar a partir de la firma del acuerdo estratégico entre los presidentes Luiz Inacio Lula da Silva y Alberto Fernández, el de la moneda única o común -una diferencia que va más allá de lo conceptual- entre ambos países es el que más curiosidad y debate parece despertar. En rigor, y aunque se trata de un proyecto a largo plazo, desde Brasilia ya tienen una mirada respecto a cómo debe constituirse esa divisa que han dado en llamar SUR, todavía no de forma oficial.

Consultados al respecto, los interlocutores de uno y otro lado se apuran en desescalar las expectativas. Hablan de un largo proceso al que no se arriesgan, al menos de momento, en ponerle fecha. Pero tampoco les restan ambición y lo que apuestan es a pasar del debate a la acción: sueñan con una iniciativa que haga base en las dos economías más grandes del Cono Sur para crecer hacia el resto de Sudamérica. De hecho, el nombre de SUR hace alusión a esa proyección geográfica.

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No obstante, aclaran que la moneda "común" y no "única", porque la apuesta inicial no es a sustituir el circulante de pesos y reales sino sumar una divisa que facilite el intercambio comercial y remueva la variable dólar de la ecuación, requiere una serie de estudios que ya se están desarrollando a nivel de los técnicos. Así y todo hay algunas ideas sobre las que diseñan el proyecto y que en su momento el ministro de Economía de Brasil, Fernando Haddad, compartió con su par argentino, Sergio Massa, cuando se reunieron en San Pablo, a fines de diciembre.

Haddad es uno de los impulsores de la moneda común entre Argentina y Brasil en el círculo de Lula da Silva. De hecho, algunos de los grandes ejes con los que fundamenta esta apuesta geopolítica -así lo denomina- ya habían sido plasmados en un artículo publicado por el abogado y exalcalde paulista en el diario Folha de Sao Paulo junto al economista Gabriel Galípolo, expresidente del banco Fator, que lo secunda en el ministerio como secretario de Hacienda.

"El inicio de un proceso de integración monetaria en la región es capaz de introducir una nueva dinámica a la consolidación del bloque económico, al ofrecer a los países las ventajas del acceso y manejo compartido de una moneda con mayor liquidez, válida para las relaciones con economías que, en conjunto, representan mayor peso en el mercado global", sostienen Haddad y Galípolo en ese artículo con la firma de ambos. La nota estuvo circulando bastante en los whatsapp oficiales durante los últimos días previo al encuentro entre los mandatarios


Los ejes de la moneda común

Según consignan Haddad y Galípolo, la idea base que se toma es la experiencia brasileña del URV, o Unidad de Valor Real, un plan ejecutado por el entonces ministro de Economía, Fernando Henrique Cardoso, -cuya gestión estudió de cerca también Massa- y un grupo de economistas -los verdaderos arquitectos del plan- para frenar la inflación galopante brasileña. 

En rigor, un golpe de efecto basado en la confianza que el cruzeiro, como moneda nacional, ya no tenía, bajo el asesdio psicológico de una hiperinflación del 1000% anual. Aunque seguía circulando el papel del cruzeiro, a partir de julio de 1994 los precios se fijaron en reales, así como los salarios e impuestos. Solo después apareció el circulante.

Tal etapa gestacional del real sería la base para crear una moneda digital sudamericana con la misma finalidad: aceitar, en principio, el intercambio comercial y financiero quitando al dólar del medio, una iniciativa que se discute desde hace años entre Brasil y la Argentina. El siguiente paso sería ampliarlo a todos los países de la región interesados en sumarse al proyecto. Ya son varios los que mostraron interés, como Chile.

La moneda SUR requeriría la emisión por parte de un Banco Central Sudamericano, con una capitalización inicial a cargo de los países miembros que sea proporcional a su participación en el comercio regional. De ahí que cuánto más países integren el proyecto, mayor la fortaleza de la moneda que no aspira, en esta primera etapa, a seguir el mismo camino y premisas de funcionamiento de la única experiencia de moneda única comunitaria existente en el mundo como es el euro.

La capitalización del Banco Central Sudamericano se haría a través de las reservas internacionales de los países a lo que Brasil sugiere sumarle un impuesto a las exportaciones de los países fuera de la región. Los tipos de cambio entre las monedas nacionales y el SUR se ajustarían a las fluctuaciones de cada divisa y eventualmente, el crecimiento del proyecto de integración llevaría a cada Estado a decidir en un futuro si desearía adoptar la moneda digital como propia, bajo ciertas reglas que deberían preestablecerse.

El euro también prefijó ciertos estándares macro que no se respetaron entre los países miembros en lo que refiere a porcentaje de deuda sobre PBI y déficit tolerado. De hecho, se piensa en el gobierno de Lula da Silva en un mecanismo de ajustes simétricos entre países que equilibren las cuentas superavitarias y los déficits aunque todo esto requerirá más debate técnico.

La idea planteada por las cabezas económicas del gobierno de Lula es que los recursos de ese mecanismo de ajuste se dirijan a un fondo de compensación que pueda ser utilizado para financiar la reducción de asimetrías entre las economías sudamericanas participantes a la vez que afiance, en el camino, la integración económica entre ellas.

"La creación de una moneda sudamericana es la estrategia para acelerar el proceso de integración regional, constituyendo un poderoso instrumento de coordinación política y económica de los pueblos sudamericanos. Es un paso fundamental hacia el fortalecimiento de la soberanía y la gobernanza regional, que sin duda resultará decisiva en un mundo nuevo", subrayan en el artículo en cuestión Haddad y Galípolo

Y sugieren que los derechos financieros y las reservas internacionales proporcionarían una contrapartida para la emisión equivalente de SUR. "Los países miembros podrán comprar SUR para componer sus reservas internacionales, sin gravar los montos adquiridos" a la vez que fomentan la creación de mecanismos para gravar y desalentar los ataques especulativos

La idea base para la forja de una moneda común digital sería la experiencia embrionaria en Brasil del URV, o Unidad de Valor Real, un plan ejecutado en 1994 cuando el cruzeiro ya no gozaba de confianza pública y fue suplantado como instrumento de valor


Los fundamentos para la moneda común

Tal como se demostró, la base para avanzar en el camino a una moneda común es la apuesta por una mayor integración. Aunque no se trata de un proyecto nuevo, las dinámicas globales actuales que preconfiguran un repliegue de la globalización hacia un tipo de integración geográfica aceleró la voluntad de ensayar esta alternativa. Lo mismo hechos recientes como la guerra en Ucrania con sus efectos desestabilizantes.

Ambos gobiernos entienden que la jerarquía de las monedas en el plano internacional replica la lógica de la asimetría y funciona como un instrumento más de dominación de unos sobre otros, con el dólar a la cabeza, y el monopolio de emisión en manos de Estados Unidos. Lo que hay detrás de los ataques especulativos o geopolíticos sobre las monedas -tal como ocurrió con el rublo ruso en 2022- constituyen un atentado contra la soberanía del Estado en cuestión. Cuánto más frágil la moneda, más vulnerable.

No es casual que parte de la ofensiva de Europa y Estados Unidos sobre Rusia se basó en el uso de sus monedas para imponer sanciones a Rusia, confiscar sus reservas internacionales y excluirla del sistema de pagos internacionales (Swift). Lo mismo ocurre con la política de subir la tasa de interés que el Gobierno viene advirtiendo en los foros internacionales como el G20 por su impacto, no obviado, sobre los países endeudados en esas divisas fuertes como el dólar. No es casual tampoco que la salida sea luego el FMI -liderado por las mismas potencias- bajo estrictas condiciones y reformas.

"El uso del poder monetario a nivel internacional renueva el debate sobre su relación con la soberanía y capacidad de autodeterminación de los pueblos, en especial de los países con monedas consideradas no convertibles. Al no ser aceptados como medio de pago y depósito de valor en el mercado internacional, sus gestores están más sujetos a las limitaciones que impone la volatilidad del mercado financiero internacional", señalaron Haddad y Galípolo en su artículo.

Es un pensamiento que comparten de este lado de la frontera en cuanto a que las reservas flacas y las monedas débiles exponen un flanco débil por donde se cuelan los ataques especulativos. De este modo, el desarrollo de la moneda común es un paso más, no el único pero sí crucial -también existe el libre comercio-, para consolidar un bloque económico de mayor sinergia comercial y de inversiones con un mayor peso geopolítico. Todo ello sujeto a resolver, en el camino, las profundas diferencias macroeconómicas en la región. 

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