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Se necesitan más empresas

En un mundo con instituciones y organizaciones en crisis, hay, sin embargo, una en particular que se consolida, absorbe funciones que antes desempeñaban otras, lidera a través de disruptivas innovaciones la confección de un nuevo escenario social planetario y disputa la geopolítica con los países importantes. Esa institución son las empresas internacionales.

El mundo ha generado en las empresas más dinámicas al actual principal creador de progreso y avances. Ellas crean la riqueza que fundamenta el crecimiento económico, desarrollan la tecnología con la que vivimos, motivan alianzas con otras organizaciones a las que integran en redes de valor y hasta se transforman en líderes sociales alentando tendencias planetarias.

Empresas

En la tercera década del siglo, las empresas globales han adquirido un rol superior al de la mera producción o comercialización de bienes y servicios: se han transformado en las principales generadoras de una nueva sociedad por ser las impulsoras de la innovación tecnológica y del más elevado conocimiento práctico por la inversión en sus recursos humanos para la nueva economía, por crear estándares que condicionan la acción de organizaciones, grupos y personas, y por ser los ejes de polos de avance social en los lugares donde se hayan emplazadas por la irradiación mesoeconómica que generan.

Mientras, absorben funciones otrora públicas: son las administradoras finales de las inversiones en los sistemas previsionales, las que generan el nuevo conocimiento que nos forma e informa, las que crean los avances científicos sanitarios, las que vinculan a todas las personas en el mundo a través de redes sociales, las que modificaron a través de la revolución tecnológica los sistemas de producción y el modo de empleo.

Por eso, un requisito para el progreso es alentar su existencia. Y el aliento genuino se produce en entornos competitivos en los que ellas se desarrollen sin privilegios regulatorios y a través de su propia respuesta a las exigencias de atributos calificados que los mercados les imponen.

Ahora bien, no en todos los ámbitos se desarrollan estas entidades ganadoras: entre las 100 mayores empresas mundiales, 62 son estadounidenses, nueve son chinas, cuatro británicas, cuatro francesas (es decir, 11 son de la Unión Europea), tres indias y tres suizas. La única latinoamericana en ese ranking (de las 100 mayores) es mexicana. Solo hay seis latinoamericanas (mexicanas y brasileñas) entre las 300 mayores. Y hay apenas una argentina entre las 500 mayores.

Lo expuesto se relaciona directamente con la construcción del progreso: la mitad de la inversión mundial anual en innovación de los innovation leaders se genera en Estados Unidos y solo el 5% de toda la inversión en innovación anual generada por estas empresas ocurre en Latinoamérica. Donde hay empresas mundiales, hay progreso.

La Argentina, después de muchos años de mala organización económica, carece de estos motores. Y no solo eso: la economía es un sistema y tenemos escasa cantidad de empresas en general. Incluyendo pymes, que en el país son hoy unas 520.000 (casi 50.000 menos que hace 10 años), lo que nos lleva a una densidad de menos de 20 empresas por cada 1000 habitantes, frente a las 25 de Brasil, 34 de México y 58 de Chile.

Más que hablarse de economías desarrolladas (y subdesarrolladas), hoy debe hablarse de polos desarrollados, que se emplazan en su mayoría en las economías desarrolladas, pero que en ciertos casos se ubican crecientemente en países emergentes en los que se forman clusters en la frontera del capital intelectual. Eso explica que, mientras en el ranking de grandes economías aparecen siempre EE.UU., Alemania, Japón y el Reino Unido, a la vez China es la segunda economía mundial, India la quinta, Brasil la octava, Rusia la undécima, México la duodécima, Indonesia la decimosexta, Turquía la decimoctava y Arabia Saudita la decimonovena.

Un aspecto crítico es el relativo a la generación de conocimiento: sostiene el World Economic Forum que entre las principales tecnologías en 2024 están la inteligencia artificial, el aprendizaje inteligente de las máquinas, las neurotecnologías, los lenguajes de modelización de datos, los sistemas 5G, los sistemas de producción de hidrógeno y los nuevos sistemas de comunicación, así como las ciencias de información cuántica. Y en ellas los líderes son las empresas globales, que, a la vez, no actúan solas: forman ‘ecosistemas' (redes) supranacionales.

Esas empresas además preparan a sus personas (mejor que los sistemas educativos, porque están más cerca de las realidades de la nueva era) en los cuatro saberes que la OIT llama "habilidades para la vida": las habilidades sociales y emocionales (comunicación, colaboración, integración), habilidades cognitivas y metacognitivas (pensamiento crítico, análisis estratégico, alfabetismo avanzado, análisis), habilidades digitales (hardware y software básicos) y habilidades ambientales (relativas a la mejor administración de recursos).

Por ello, para que Argentina se acople a niveles de progreso propios de las economías más exitosas y se conforme un entramado de empresas virtuosas y competitivas, deben generarse condiciones que favorezcan la emergencia de estas organizaciones críticas. Y esas condiciones son cinco: instituciones que garanticen derechos de propiedad, estabilidad macroeconómica, un sistema regulativo y normativo de escasa o moderada intervención que favorezca la libre contratación, un sector público que preste sus servicios de modo eficiente y funcional, y una intensa inserción económica y social internacional.

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