Lo imposible está en la mente de los cómodos

Ser resilientes hoy es casi una fórmula de supervivencia. Al mundo atravesado por los efectos de la pandemia y la guerra, tenemos para sumar una crisis política inverosímil

"El camino es arduo, pero no imposible y es una elección ponerse en un lugar o en otro. Existen obstáculos con los que lidiar, pero nadie puede condicionarnos con lo imposible. Lo imposible está en la mente de los cómodos". Con estas palabras, Pablo Fernández, explicaba en primera persona, y en mayúsculas, qué es la resiliencia. Pablo ahora es licenciado en Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual, sufrió una lesión post-traumática en 2004 que lo dejó con cuadriplejia, es decir, sin ninguna movilidad en su cuerpo. Como él cuenta, antes de salir del hospital le dijeron que no iba a poder caminar, ni hablar, ni trabajar. Una vez afuera, inició el camino hacia su independencia, sabiendo que no iba a ser fácil revertir todos esos no.

El sociólogo Stefan Vanistendael hablaba de la resiliencia desde dos puntos: por un lado, como resistencia frente a la destrucción y su capacidad de proteger la propia integridad; y por otro, como la habilidad de forjar un comportamiento positivo ante circunstancias complicadas. Y superarlas para ser mejores.

Ser resilientes hoy es casi una fórmula de supervivencia. Al mundo atravesado por los efectos de la pandemia y la guerra, los argentinos tenemos para sumar una crisis política inverosímil, una macro plagada de restricciones, una volatilidad exacerbada, mayores exigencias y menos grados de libertad. Lo imposible es lo que debemos sobrellevar todos los días.

Vengo compartiendo algunas ideas y reflexiones durante los últimos meses en este espacio, siempre desde la pasión y el interés por la agenda de los desafíos en el mundo de las empresas. Hoy pareciera que todas las agendas de la sociedad convergen a una sola: la agenda de la emergencia.

Los hechos recientes como la renuncia de Guzmán, la parálisis oficial mientras el dólar, la inflación y la brecha corren, generó un clima de abatimiento en las empresas. Los CEO siempre intentamos mantener nuestras agendas de acuerdo con lo previsto porque "el show debe continuar". Tenemos compromisos con nuestros clientes, proveedores, y debemos llevar tranquilidad y contención a nuestros equipos. No obstante, durante algunos días nuestro planning quedó en suspenso. Y ahora comenzamos a movernos, a reaccionar, avanzando otra vez sin descartar nuevas sorpresas y apelando a nuestra capacidad de regenerarnos.

Atender lo urgente no debe impedirnos reflexionar sobre por qué la historia nos encuentra nuevamente en una encrucijada y sobre qué debemos modificar para ser mejores. Por ello, esto es una interpelación fundamental a la manera en que construimos, acordamos y gestionamos nuestro proyecto de país. No hay más espacio para el "modo grieta". La crisis actual sin duda es el fracaso de una forma de dirimir las tensiones y los intereses contrapuestos.

Sabemos que con resistir no alcanza, es momento de prepararnos para ser mejores. En este sentido, una condición necesaria es generar diálogos de calidad. Evitar las conversaciones "chiquitas", que proliferan como reflejo de supervivencia para encontrar un punto de apoyo frente a lo desconocido que se nos precipita.

Debemos recuperar la honestidad intelectual y el respeto por las diferentes opiniones, asegurarnos que los nombres propios no desplacen a las ideas y los argumentos. Tenemos que insistir en esta capacidad de nuestra sociedad, que nos acerca al músculo de la resiliencia, único en poder transformar este presente en esperanza.

La crisis actual nos encierra casi con exclusividad en una visión de corto plazo, esa que nos lleva a esperar, defender, especular. Pero las demandas poco ambiciosas generan expectativas y resultados baratos. Sin embargo, la otra agenda, la estratégica, no nos espera, por el contrario, se acentúa a partir de los mismos shocks que generan la inestabilidad. El desafío acá es poder gestionar las dos perspectivas.

Cuando hablamos de disrupciones y de cambios de paradigma, también hablamos de obsolescencia de lógicas preexistentes que construimos para sortear y administrar las crisis. El enorme desafío, deviene en gran parte de la ineficacia que presenta para el momento actual la lucidez de nuestras palancas institucionales, idóneas para gestionar shocks y crisis pasadas. La velocidad y la variedad de los sucesos, y lo poco que sabemos sobre los efectos de segundo orden, generan inacción.

Lo primero es ocuparnos de un mapa de riesgos que se agudiza. Perder clientes que se han conquistado con mucho esfuerzo, o no poder ocupar mercados de enorme potencial que se abren con la nueva geopolítica. Dificultades para proveernos de insumos imprescindibles, o incluso problemas de abastecimiento porque no somos una demanda atractiva en términos de volumen. El menú de contrariedades sigue con el quiebre en cadenas de pago y la caída de acuerdos comerciales, el freno a las inversiones, la elevada nominalidad e incertidumbre de precios relativos, la escasez de crédito, y más intervenciones y racionamientos. Un abanico ampliado de contingencias emergentes.

¿Con qué instrumentos podemos gestionar semejante cantidad de riesgos? En el corto plazo, lo que está a mano: cobertura y manejo de caja, optimizar la administración y el ahorro de costos, mejorar la gestión de insumos, la retención de talentos y definir inversiones selectivas (de oportunidad). Con ese oxígeno, es ineludible consensuar una visión estratégica a partir de un nuevo mindset, que gestione la disrupción con una mirada orientada al crecimiento.

No hace falta mencionar que la superación de Pablo es un ejemplo que sintetiza la resiliencia de miles de personas que han logrado sobreponerse a las situaciones más severas. La elegí porque en varias oportunidades, y sobre todo, ante la crisis que estamos atravesando, en nuestras empresas pensamos: no vamos a poder trabajar, no vamos a crecer, no podremos desarrollar a nuestro equipo. Pero no sólo revertimos los "no", sino que encontramos en esas condiciones adversas los elementos para evolucionar hacia una mejor versión de nosotros mismos.

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