“La alternativa de la hora es liberación o dependencia y el justicialismo va a optar por la dependencia... El fallido del por entonces candidato a Vicepresidente por el Partido Justicialista, Deolindo Felipe Bittel, disparó en septiembre de 1983 el interés del psicólogo Miguel Rodríguez Arias por recopilar miles de horas de discursos políticos y dejar expuestas las contradicciones y la hipocresía de la clase dirigencial. La investigación concluyó en un documental primero y en dos ciclos televisivos después, denominados “Las Patas de la Mentira , en los que se hizo particular hincapié en la década del 90. Fue un tiempo en el cual Mauricio Macri creció en su actividad empresaria y desarrolló su carrera dirigencial deportiva como presidente de Boca Juniors. Y en el que el gobernador bonaerense Daniel Scioli también fortaleció su actividad privada y deportiva, y desembarcó en el mundo de la política de la mano de Menem. Sin embargo, en la campaña que acaba de concluir fue el propio Scioli quien buscó asociar al ahora Presidente electo con la política de los 90, en el marco de una estrategia de campaña azuzada por el kirchnerismo que para el ex motonauta resultó, probablemente, su último paso importante en la escena política.

Scioli entendió que para cumplir con su sueño presidencial debía doblegar la voluntad del kirchnerismo más acérrimo mediante la adopción de sus banderas. Y allí radicó su principal error. Las encuestas le anticiparon mucho tiempo antes lo que las urnas terminaron por confirmar ayer: un electorado fragmentado en el que prevalecía el agotamiento del modelo kirchnerista y la necesidad de un cambio. Y no lo supo interpretar.

Con una economía estancada y sumida en la inflación, una versión superadora del oficialismo requería admitir los errores de gestión para avanzar en las correcciones que reclama la sociedad. Pero la propia presidenta Cristina Kirchner sostuvo hasta el último minuto la difusión de datos poco creíbles y fácilmente contrastables con la realidad para el electorado, que Scioli no se animó a objetar. Bastaba con ir al supermercado para constatar que los precios subían muy por encima de lo que señalaba el Indec. Y para quien no lo sufre en carne propia, alcanzaba con levantar la mirada para comprobar que la inseguridad, la pobreza y el desempleo no son sensaciones o problemas que abarcan a solo el 5% de la población. La exageración estadística en algunos casos y el ocultamiento de datos en otros procuraron sostener el discurso oficial. Pero, a su vez, dejaron expuesto al candidato que, a medida que alcanzó un techo en la adhesión popular, intentó la contradictoria tarea de expresar una señal de cambio con un discurso en el que, al mismo tiempo, abogaba por la continuidad.

Su imagen componedora no fue suficiente para garantizar un tiempo de menor confrontación. Ese papel ya había sido ocupado por su rival. Rodeado por las candidaturas del secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini; el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández y el ministro de Economía, Axel Kicillof le resultó imposible insertar la idea de que su potencial gobierno era diferente del que está por concluir.

Scioli perdió en las grandes ciudades, donde su promesa de reducir cargas impositivas no convencieron al electorado. También en el campo, donde el hartazgo con el kirchnerismo fue creciendo en la medida en que esa misma presión achicaba la actividad agropecuaria y complicaba las economías regionales. Apenas ganó en la provincia que gobernó durante 8 años. Pero cayó en el país que tras 12 años de administración kirchnerista, termina con altos funcionarios procesados, como el vicepresidente Amado Boudou, y variables económicas que se deterioran más allá de las palabras.

Rodríguez Arias señaló en varias oportunidades que su proyecto fílmico buscó mostrar como el discurso del menemismo “fue la legitimación de la mentira y la corrupción . En 2003, el electorado fijó un límite a las “Patas de la Mentira . Ayer, los votos le dieron la espalda al kirchnerismo.