La incertidumbre que envuelve hoy a la actividad privada tiene varios componentes. El principal, claro está, es electoral. Hay que esperar hasta el 22 de octubre para saber si hay definición en primera vuelta o no. El segundo tiene que ver con la transición, que según quien sea el ganador puede ser más colaborativa o no. Y el tercero gira sobre las condiciones en las que se desenvolverá la economía en 2024. Hoy la coyuntura está marcada por la escasez de dólares, y a muchas empresas les preocupa saber si tendrán liquidez para poder proyectar algún tipo de normalidad en materia de producción y pago de sus obligaciones. Los hombres de negocios entienden que el contexto actual no es responsabilidad exclusiva del Gobierno. El faltante tradicional de divisas siempre estuvo ligado a la confianza que podían tener productores y exportadores para vender sus granos y liquidar sus dólares en el mercado oficial. Esa instancia jaqueó a Martín Guzmán y fue sorteada por Sergio Massa con las primeras variantes del dólar soja. Pero la sequía potenció el problema a niveles dramáticos. Las pérdidas, que se acercaron a los u$s 20.000 millones, llevaron al Palacio de Hacienda a tomar medidas extremas. El cepo creció hasta transformarse en una barrera que solo se levantaba cuando el siguiente paso era forzar a una empresa a parar su producción. Desde comienzos de año, la economía vino funcionando con parches de diversa efectividad. Los que tienen comercio con China encontraron en el swap un paliativo razonable. Y Massa pretende instrumentar ahora una salida similar para las automotrices que tienen que traer piezas desde Brasil. El resto quedó o bien en la cola del BCRA o se vio obligado a incrementar la deuda comercial con sus proveedores. Si hay un número que miran hoy varios sectores empresarios, es hasta dónde llega esta cuenta y qué chance de reducirla tendrán el año que viene. Habrá más dólares del agro y también de otros sectores exportadores, pero nadie sabe si alcanzarán como para garantizar un flujo que pueda ser llamado "normal". El FMI dijo en su Staff Report que al mes de julio la deuda comercial por importaciones llegaba a u$s 16.000 millones. Nadie se anima por el momento a prometer una regularización de ese stock. En el sector privado se hacen a la idea de que con suerte va a ser cancelado en cuentagotas. Su reposición dependerá de que el próximo gobierno pueda rehabilitar financiamiento externo a través del mercado de capitales, o bien contar con un gesto de apoyo del FMI. "El Fondo tiene que guardarse algún cartucho para el que venga, no lo puede recibir con las manos vacías", asegura un economista que conoce el paño. Los empresarios miden su ansiedad, pero no la ocultan.