OPINIÓN

Generar empleo decente, todo un desafío tardío

La caída del empleo real de la actual gestión gubernamental ya es igual a la que produjo el gobierno anterior en cuatro años, y los millones de damnificados necesitan trabajo ya que el subsidio los sumerge en la miseria en la marginalidad y en la exclusión.

La debacle se produjo por una combinación nefasta entre la estanflación heredada, la pandemia del Covid-19 y la paralización de toda la economía por decisión gubernamental.

Una vez más, en un contexto electoral, estamos sobresaturados de diagnósticos y de encuestas, todos ellos repetitivos ambiguos y falaces, con la conclusión de que es imprescindible crear unos dos millones de empleos registrados que necesitamos para terminar con la pobreza y la indigencia y para mejorar la calidad de vida.

El oficialismo sigue diciendo que hay que crear empleo público útil, en un Estado en donde hay 3,5 personas empleadas por cada puesto real, proporción que se incrementará a 5 por cada puesto por aplicación de la informática y de la automatización de las nuevas tecnologías.

Hace diez años que en la actividad privada no se supera la cantidad de seis millones de empleos registrados, con más del 40% de los mismos por debajo de los niveles de pobreza. El Indec y las encuestas nunca contemplaron el crecimiento vegetativo al medir el desempleo, y los subsidiados juegan un papel ambiguo en evaluación final de dónde deben ser incluidos.

En el Coloquio de IDEA 2021 se esbozó la necesidad de crear empleo, sin saber cuales son los instrumentos para crearlos, con una clara conciencia de que los planes sociales son un paliativo temporario, y que, con el tiempo, se convierten en un subsidio que además de insuficiente, se convierte en una calamidad porque multiplica la pobreza con proyecciones generacionales.

El Papa Francisco volvió a lanzar el mensaje de la necesidad de contribuir a generar confianza, promover las fuentes de trabajo, y sobre todo, preparar a los excluidos para que resulten aceptables por el mercado laboral que hoy tiene un piso de exigencias cada vez más alto.

Dejando de lado las contradicciones entre los hechos y los dichos y las promesas de los discursos, sumados a la cantidad de reclamos fantasiosos de los candidatos, lo cierto es reina la voracidad fiscal del Estado frente al desarrollo de nuevos negocios y de crecimiento sustentable, que algunos sectores está exhibiendo como un hecho incontrovertido.

A la cabeza de estos acontecimientos evidentes están las empresas de tecnología, donde Mercado Libre mide las incorporaciones por hora y Globant anuncia la creación de 15.000 nuevos empleos.

Le siguen las empresas de logística que atienden la entrega de paquetería, junto a las que brindan servicios puerta a puerta como el transporte de caudales, o la documentación inter-banking.

La industria de la construcción se ha reactivado a niveles pre-pandemia, y han movilizado todo lo que esta actividad implica, desde la excavación, el hormigonado, los cerramientos, la vidriería, las cañerías e instalaciones, la pintura y los revestimientos, los equipos de seguridad y los ascensores, y el sistema anti-incendio.

Otro tanto ocurre con la explotación agropecuaria, y con las exportaciones regionales como citrus, limón y vitivinícola o de productos estrella como el maíz, el trigo y la soja.

La minería extractiva se anota con más de 20 proyectos en proceso de desarrollo.

Se agregan a todas estas actividades el boom del turismo interno, que promete una temporada 2021/2022 récord. A todo lo dicho, hay que agregar el valor agregado que se puede adicionar a materias primas que se transforman en el exterior, y a menudo vuelven a nuestro país con manufacturas realizadas en países limítrofes.

En este contexto, deben eliminarse las contradicciones. El Estado demuestra día a día que lo que toca lo destruye, lo transforma en inviable, o genera inflación.

La estatización es enemiga clave de la creación de empleo, y el empleo, para que resulte positivo y produzca multiplicidad y diversidad de oportunidades, debe cubrir las lagunas existentes.

Las dos más graves son el retraso educativo en más de diez millones de personas adultas, que son analfabetas digitales y que no terminaron la educación básica, y el grupo de extrabajadores excluidos del sistema por la sustitución tecnológica. Ambos procesos siguen creciendo inexorablemente y es fundamental crear rápidamente un nuevo modelo educativo.

Recordemos a todos, sin crecimiento no existe la generación de empleo sustentable, sin un mercado abierto al mundo no existe la posibilidad de que las empresas existentes inviertan, sin la decisión consensuada de los protagonistas sobre la economía real, y sin reglas claras crece la desconfianza y la incertidumbre, y no llegan las inversiones extranjeras.

Antes y después de las elecciones del 14 de noviembre, todos deben hacer su contribución para que el empleo sea un componente vital de la agenda de la recuperación de la economía para los gobiernos tanto de la Nación, como en las provincias y en los municipios, y eso solo es posible haciendo contribuciones reales al crecimiento sustentable. 

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