Opinión

FMI o CHINA: ¿con quién hay que tener ‘relaciones carnales'?

Varios países importantes de la OTAN han redefinido, en los últimos años, su estrategia de relaciones con China. Muchos lo definen como un "socio, competidor y rival sistémico", que ha incrementado su asertividad regional y global, y que, por tanto, debe ser afrontado de nuevas maneras, pero sin romper los vínculos, prioritarios si los abra, económicos.

Según palabras del propio gobierno alemán, China es un interlocutor peligroso con el que es inevitable cooperar. "Con casi 300.000 millones de euros en importaciones y exportaciones, es un mercado clave para las principales empresas alemanas, y el mayor socio comercial de Alemania desde el 2016. Somos realistas, pero no ingenuos", enfatizó la propia Ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock.

Más aún, desde el G-7 están preocupados porque China se ha convertido en un proveedor dominante de muchos bienes, y ello, en el actual estadio de convulsión que se vive a nivel global, puede provocar el pausamiento de suministros en cualquier momento. De hecho, el presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, lleva por bandera su campaña a favor de la denominada ‘autonomía estratégica', como línea a seguir por el país ibérico. Más claro, imposible.

Es este sentido, la guerra en Ucrania solo ha profundizado el cambio que muestra una China más ofensiva en términos de poder blando (solo responde coercitivamente ante amenazas a su espacio vital), afianzando sus objetivos políticos por medios económicos, creando dependencias, y concediendo o retirando ventajas económicas. Hacer y expandirse, todo al mismo tiempo. Bajo ataques certeros, pero sutiles. Como lo hizo su archirrival, los Estados Unidos, a lo largo de toda su historia internacionalista.

Pero en la actualidad, a diferencia de las últimas décadas donde se vivenció la globalización macdonalizadora, el golpe es a la inversa. Por ello se multiplican los SWAP, los BRICS analizan emitir su propia moneda y adoptar el patrón oro - con respaldo en minerales e hidrocarburos - en lugar del dólar, y la expansión sobre los países del sur olvidado se cierne bajo una lógica bilateral de ‘esfuerzos compartidos, beneficios mutuos'.

Sino pregúntele a los rusos, quienes superaron, bastante positivamente, una primera prueba de fuego luego que Estados Unidos y Europa desconectaran a los bancos rusos del sistema internacional SWIFT. En aquel momento, Rusia aceleró el fortalecimiento del CIPS, el sistema de pagos propuesto por China, que le permitió a Moscú balancear la caída de venta de gas a Europa. También podemos hablar de África: no hay un país de ese continente donde China no tengan intereses, incluido el cuerno, una zona sin recursos, pero estratégica. Sino pensemos en Yibuti, pieza clave en la salida del Mar Rojo al Golfo de Adén, cuya deuda solo con China supone el 100% de su PBI.

Bajo este marco global, el acuerdo de Argentina para usar los yuanes como medio de pago de nuestra eterna deuda externa, es una muestra clara de poder, dentro de este proyecto internacionalista de desdolarización. ¿Esta ayuda asiática se puede contraponer con las decisiones de los Estados Unidos de cortarle el envío de fondos a la Argentina en 2001, provocando una de las peores crisis de nuestra historia económica? ¿O mismo la posterior decisión del FMI - vía Donald Trump - de aprobarnos un préstamo excepcional en 2018, que violaba los estatutos de la entidad, y solo potenció la bicicleta financiera? En ambos casos, bendiciendo o apiadándose de políticas económicas que podrían catalogarse inadmisibles para lo que sería un proyecto de estabilización macroeconómica con perspectivas de crecimiento y desarrollo económico. Y no solo en términos heterodoxos.

El hecho fáctico es que, mientras tanto, China pone en cuestión los propios objetivos del FMI (del cual es parte - tercer principal socio aportante -, pero con suficiente espalda para mantener el espíritu crítico, sobre todo ante la irreductible comandancia de los Estados Unidos sobre el mismo), organismo que fuera creado como prestamista en última instancia. En la actualidad, ante lo que algunos observan como un fracaso del Fondo, el gobierno chino se manifiesta dispuesto a asumir ese rol.

De manera bilateral, China se posiciona en condiciones más ventajosas que las que promueve el FMI. Si desde Washington se condiciona sus créditos "baratos" a la implementación de reformas de la política económica y/o estructurales, aunque China tienen tasas de interés relativamente altas y se encuentran dirigidos con mayor ímpetu a los deudores de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, ‘solamente' exige mejoras comerciales y de oportunidades de negocios para sus empresas en la mayor cantidad de mercados posibles. Y, por supuesto, acceso preferencial a los recursos naturales estratégicos.

Su decisión no solo tiene lógica, sino también coherencia con su propuesta: un orden internacional abierto, tanto comercial como financieramente. El propio Presidente de China, Xi Jinping, insta permanentemente a la comunidad internacional a respetar la globalización neoliberal creada y potenciada por su archirrival. "El multilateralismo y el libre comercio están amenazados generados por unilateralismo, algo que promueve y defiende EE.UU.", sostienen desde Beijing.

Es que, mediante la gobernanza global y el multilateralismo, el gigante asiático no sólo no desafía abiertamente a ese orden, sino que contribuye a fortalecerlo. La pelea está en la cancha del adversario; porque, en realidad, comprende perfectamente que bajo esas normas puede ganar. Al menos peso relativo, hasta que las tensiones recrudezcan y, en términos de poder duro, no haya vuelta atrás.

Por lo tanto, en el abierto ajedrez global actual, no es de sorprender que la decisión de china responda a la necesidad de que la Argentina se mantenga al día en sus obligaciones con el FMI, ya que es una precondición para la continuidad y la expansión de los acuerdos entre el gigante asiático y nuestro país: hay cuantiosas inversiones comprometidas en el país que se canalizan vía créditos otorgados por los bancos estatales chinos atados al cumplimiento de estas obligaciones como garante del financiamiento.

Porque China es funcional a Argentina y también a China, quien tiene en su caja de objetivos la transnacionalización del yuan como moneda global y, tal como lo mencioné previamente, la universalización del gigante asiático como prestamista y financista con menos pruritos. Es que a nadie le gusta que le digan, como presiona el FMI, para que haya tasas de interés reales más altas, reducción del déficit vía menores subsidios energéticos, devaluación abrupta del tipo de cambio oficial, etc. Aunque haya que hacerlo.

En definitiva, nada quita que Argentina busque un acuerdo con el FMI, con el irreductible aval de los Estados Unidos. Pero China va a jugar igual, siempre. Con o sin default, que, para estos tiempos globales turbulentos, es más una entelequia que otra cosa. Es que mientras la falta de dólares continúe siendo un problema irresoluble que dependa de un campo que se debate entre la sequía y la 125, la pelea por los intereses propios de los sectores que necesitan si o si importar para producir, y una macroeconomía altamente volátil pero siempre con un ojo puesto en la fuga de divisas, será muy difícil encontrar una solución superadora. Es más, me atrevería a decir que es casi igual o más difícil que atacar las verdaderas causales, los dilemas de raíz, los que nos han llevado a esta histórica dependencia. Con Estados Unidos, China, o de quien sea.

Temas relacionados
Noticias de tu interés

Compartí tus comentarios

¿Querés dejar tu opinión? Registrate para comentar este artículo.