El sentimiento está. Las demostraciones de júbilo que en las últimas horas hicieron millones de argentinos no traducen solo alegría por un triunfo deportivo histórico. También son expresiones de fe en una argentinidad que no se dejó intimidar por el desánimo. Cada vez que tropezó, la selección se levantó. Cada vez que estuvo en desventaja, peleó hasta recuperar el terreno perdido. Si algo aprendió el equipo que lideraron Messi y Scaloni, fue a tener confianza en sus propias fuerzas, y a no dejarse llevar por el escepticismo de los que se olvidan que la fortaleza es igual a un músculo, y debe ser trabajado como tal. La Argentina ha alcanzado varios hitos en su historia reciente, pero con excepción de los deportivos o de aquellos que involucran a personas de carácter destacado, no ha conseguido muchos méritos institucionales que la destaquen. Por el contrario, nuestra participación destacada en rankings como los de inflación y pobreza reflejan nuestra incapacidad de sostener políticas de Estado que protejan a la sociedad de sus recurrentes crisis políticas y sociales. Por eso, al deseo unánime de conseguir un merecido triunfo en Qatar, se le sumó en estas horas otro anhelo colectivo: que el trabajo realizado por la Selección sirva como un ejemplo inspirador. Es más: el fútbol tiene un condimento de azar que en otros campos puede ser reducido si hay vocación de hacerlo. El propio Alberto Fernández saludó la victoria del equipo albiceleste con un mensaje en esa línea: aseguró que la selección es un "ejemplo de que no hay que bajar los brazos". Pero el sentido de esa expresión se trastocó cuando se anunció que el Presidente decretaba un feriado nacional para que las personas pudieran sumarse a la recepción de los jugadores. El seleccionado había avisado más temprano que su intención no era participar de un festejo oficial, sino compartir su triunfo con la gente. Con ese sentido, los mismos jugadores habían decidido durante el viaje programar una caravana desde Ezeiza al Obelisco. La medida oficial va un paso más allá: libera a las personas de la obligación de trabajar para que puedan ir a vivar a sus ídolos en vivo y en directo. La celebración quedó, de esta manera, atravesada por una controversia innecesaria. La Argentina ya ha conseguido más de un reconocimiento deportivo. La constancia, el esfuerzo y el trabajo han sido valores comunes a todos ellos. Y es hora de que esa actitud se contagie a otros órdenes, institucionales, políticos y económicos.