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El Juego del Calamar de la política bonaerense

En el medio de una cancha dibujada con tiza sobre el piso, un grupo de jugadores vestidos de mameluco verde se empujan, se traicionan y se eliminan unos a otros sin piedad. El que pierde, muere. El que gana, apenas sobrevive para seguir respirando en la siguiente ronda. Hay, es cierto también, muestras de solidaridad en algunos rincones, pero son eso: apenas una excepción entre el egoísmo reinante

Así funciona "El Juego del Calamar", el siniestro experimento coreano convertido en serie de culto, donde cientos de personas desesperadas compiten por un premio que promete salvar sus vidas, aunque el costo sea arrastrar a los demás al abismo. No hay reglas claras, aunque sí una certeza: cualquiera puede caer en cualquier momento. Todo se define en la crueldad del último segundo.

La política bonaerense, al menos en estas horas, no está tan lejos de esa lógica. Sus protagonistas no usan traje verde sino los colores de sus propias urgencias: el violeta desafiante de La Libertad Avanza, el amarillo desteñido de lo que quedó de Juntos por el Cambio y el celeste deshilachado de las múltiples versiones del peronismo.

A medida que se acerca el cierre de listas para las elecciones desdobladas del 7 de septiembre en el territorio que tiene casi el 40% del padrón nacional, líderes partidarios, intendentes, armadores y punteros (que por supuesto siguen existiendo, por más que cambien de piel) juegan su propia versión criolla del Calamar: una competencia tensa, frenética, impredecible, y más parecida a una guerra de todos contra todos que a un acuerdo civilizado.

Elecciones. (Fuente: archivo).

Son horas cruciales: no queda nada de tiempo para que los responsables de cada espacio tengan que inscribir las eventuales alianzas (este miércoles 9 de julio) y confirmar las listas en las ocho secciones en las que se divide el territorio bonaerense (el 19 del mismo mes).

Y esto sucede en medio de negociaciones en las que todos miran de reojo al que tienen al lado. Karina Milei y Sebastián Pareja desconfían de los movimientos de Mauricio Macri y Cristian Ritondo aunque saben que dirigentes como Diego Santilli o Guillermo Montenegro están ansiosos de acordar; la hermanísima recela en paralelo a Santiago Caputo y su séquito de las Fuerzas del Cielo con más poder twittero que territorial. En el otro búnker, la dinámica es similar: Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Sergio Massa y sus respectivos asesores se tuvieron que sentar a dialogar pero conscientes de que la partida de truco viene endiablada y que, de nuevo, nadie está dispuesto a poner las manos en el fuego por nadie.

"Así es muy difícil", coinciden, pese a las obvias diferencias ideológicas, los armadores de todos los fragmentos de la grieta argentina. Por eso, alerta spoiler: los acuerdos se prevén de corto plazo. Nadie tiene demasiada fe sobre lo que pueda pasar después del 26 de octubre.

Con Cristina Kirchner monitoreando los próximos pasos desde un balcón que ya no devuelve la imagen de vigilias militantes masivas, la rosca peronista arde en silencio. El demorado encuentro del último domingo en La Plata sirvió para cerrar una definición básica: la estrategia la lidera el gobernador, pero el armado final de listas lo comparten los tres. Y hubo otra definición que pasó de largo: no se van a habilitar las colectoras, quitándole así a todos los jugadores la chance de sumar aliados "por afuera".

No fue lo que se diría una reunión amistosa. Cuando la conversación se empantanaba, Máximo amagaba con irse: "Ya fue, me voy, arréglense ustedes", llegó a decir. Jura también que no quiere ser candidato en la Tercera Sección Electoral: ¿sinceridad o autopreservación? Es el que mejor mide entre los propios -lo votaría el 50% de los peronistas del sur-, pero arrastra una imagen negativa que supera el 70%. La alternativa podría ser Mayra Mendoza, pero todos juran que los nombres se van a develar a último momento. El criterio tiene que ser la "competitividad". Kicillof, en tanto, enfrenta la encrucijada de su vida, con la lapicera a medias y con la presión de los propios para no claudicar.

Del otro lado, el tablero no es menos caótico. Cristian Ritondo arrancó las negociaciones con la Casa Rosada pidiendo un 30% de los lugares en las listas de Buenos Aires; hoy debería descorchar un champagne si se asegura el 20. Karina Milei es inflexible: ni el color violeta ni el nombre del espacio están en discusión. La boleta será violeta y el espacio se llamará, todo indica, Frente La Libertad Avanza, con el PRO de Mauricio Macri en calidad de socio menor.

Hoy la Asamblea partidaria amarilla que preside Néstor Grindetti someterá a votación la alianza. Cuando baje la espuma habrá que evaluar con detenimiento cuántos heridos quedaron de cada lado y, especialmente, qué consecuencias dejó después de esta negociación la interna cada vez más ruidosa entre la hermanísima y Santiago Caputo, que pretendía ser más generoso con sus aliados para fidelizarlos en el Congreso.

En paralelo, la "tercera vía" intenta encender una luz. El radical Facundo Manes le dijo a los suyos que prepara "un anuncio importante" mientras busca agrupar a intendentes sueltos como Julio Zamora (Tigre), Fernando Gray (Esteban Echeverría) y Guillermo Brito (Chivilcoy).

Todo este embrollo electoral se cocina con el telón de fondo de una economía todavía llena de dudas y fragilidades sobre la sostenibilidad del plan de Luis Caputo. Y con algo que inquieta en los despachos oficiales: el crecimiento de los argentinos que no piensan votar o no saben a quién. El Gobierno encargó estudios para entender mejor ese silencio: temen que no sea apatía, sino la antesala de una reacción.

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