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El gran mosaico de las cuatro argentinas

Las transformadoras propuestas de la administración del Presidente Javier Milei abordan diversos planos: remover el obstruccionismo intervencionista que ha dañado profundamente la capacidad productiva; estabilizar la macroeconomía; e instaurar una economía de mercado con un gobierno limitado a sus funciones esenciales liberando la energía creadora de los actores privados -lo que incluye la desregulación interna y la inserción exterior, que en el paquete de medidas hasta ahora promovido parece estar aún algo menos ponderada y que, por lo visto, deberá esperar un poco más.

Si el ideario propuesto prevalece, la matriz de organización de la economía argentina cambiará sustancialmente.

La Argentina es un mosaico de contradicciones. Pero lo que nos ha afectado hasta hoy es un gran fracaso colectivo: grandes profesionales en sus materias, no pocas empresas innovadoras (especialmente pymes, que no han podido escalar debido al mal contexto) y oportunidades basadas en las riquezas potenciales, han convivido con los efectos de un intervencionismo excesivo, la perniciosa politización de la economía, la nefasta obstrucción de los vínculos internacionales y el cortoplacismo que ha conducido la agenda con efectos negativos durante muchos años.

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Las reformas hasta ahora planteadas han generado optimismo por los que se beneficiarían y temores para quienes han depositado buena parte de la razón de su subsistencia en regulaciones que se pretenden remover.

Pero la Argentina no es 'una'. Hay (si se permite el ejercicio) muchas argentinas desde la perspectiva productiva. En términos generales, podemos encontrar al menos 'cuatro argentinas': la de las grandes ciudades (como Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Rosario) que tiene predominantes sectores -como los que desarrollan una emergente economía de servicios- que responden a parámetros socio-económicos similares a muchas otras importantes urbes ciudades mundiales; la de los conurbanos (como el GBA, el Gran Rosario o el Gran Mar del Plata) que están sumidos en condiciones propias de los países más pobres y degradados de la Tierra); el interior competitivo (como aquel en el que prospera el agro tecnologizado, la producción energética con sus inversiones y muchas innovaciones en economías regionales, y donde predominan condiciones altamente competitivas a tal punto que más de dos tercios de las exportaciones argentinas provienen de allí); y, finalmente, el interior subsidiado (que se sustenta en transferencias fiscales y apoyos gubernamentales).

Por supuesto que esos cuatro tipos no son puros, y hay zonas grises en las que se mezclan porciones de alguno de esos modelos con otros. Hay, por ejemplo, 'islas' en el interior con industrias con alta internacionalidad que mezclan el modelo de las 'primera' y 'tercera' Argentina, y hay también espacios menos competitivos en el interior productivo y algunos buenos éxitos genuinos entre el interior subsidiado. Pero la clasificación permite comprender cuatro modelos diferentes (según lo que prevalece en cada caso) en la generación de valor, calificación de recursos, organización productiva y desarrollo social.

La Argentina ha generado por años un modelo en el que (en términos generales y debiendo reconocer que esta clasificación se efectúa al mero efecto del análisis -porque en la realidad hay muchos grises-) la primera y la tercera han generado la riqueza y la segunda y la cuarta han dependido de las relativas transferencias de rentas.

Ese modelo ha generado un atraso al conjunto. Además del estancamiento económico, el incremento de la tasa de pobreza, la exacerbación del empleo informal y la muy menor relación entre cantidad de empresas y la dimensión de la economía, la Argentina ha perdido mucha calidad en su desarrollo productivo. Y ello se ha debido a cinco grandes desequilibrios: lo estatal sobre lo privado; la política sobre las instituciones; el corto plazo sobre lo sostenible; lo domestico sobre lo internacional; y la distribución de rentas sobre la generación de valor.

Asistimos ahora a una oportunidad, que es la posible generación de un sistema apoyado en tres grandes pilares: economía de mercado; gobierno limitado a sus funciones esenciales; e inserción internacional. Si ello se instaura, las dos Argentinas' más productivas podrán acceder a inversión, tecnologización, inserción externa y desarrollo calificado (que deberían mejorar sustancialmente al conjunto).

Y las otras dos deberían romper, como consecuencia, las barreras que la alejan de aquellas dos más prosperas e integrarse paulatinamente a ellas -por ejemplo, a través de la generación de empleo de mejor calidad y la vinculación por prestación de servicios básicos en los conurbanos y del desarrollo de relevantes actividades dormidas que pueden generar nuevas capacidades en el interior subsidiado.

La política predominante durante lustros ha puesto a unas contra otras. Dos contra dos. Pero una mejor organización económica puede poner a todas a interrelacionarse. La economía del tercer milenio está basada en encadenamientos, asociaciones, redes. La Argentina ha estado separando a través de una excesiva ficcionalidad lo que espontáneamente puede integrarse.

Pues para superar esta crisis, es precioso acudir a las cuatro dimensiones críticas del ambiente de negocios que ha propuesto José María Peiró: simplicidad, estabilidad, baja aleatoriedad y acceso a recursos. Mientras, hasta hoy (y en cambio), hemos tenido alta complejidad, inestabilidad, mucha aleatoriedad y restricción de recursos.

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