

El discurso de 40 minutos que ofreció Mauricio Macri para inaugurar el período legislativo 2018 no dejó muy conforme a los que reclaman más acción en el frente económico. Lo singular es que los analistas y sectores empresarios más críticos del gradualismo quedaron -sin proponérselo- en la misma vereda de la oposición, que directamente le achacó al Presidente incapacidad para enfrentar los problemas del país.
Macri, es cierto, fue poco preciso en algunas materias claves, como el tema inflación: solo indicó que este año terminará en un nivel más bajo que el del año anterior, pero eludió embrollarse con las metas. No mencionó la reforma previsional (que debe discutirse a partir de abril) y apenas anticipó que girará al Congreso el proyecto de inclusión laboral, nombre con el que se rebautizó el blanqueo ya discutido con la CGT. Aprovechó para recordar que la desocupación está bajando, en parte por el impulso que recibió la construcción la reactivación del crédito hipotecario. Y no mucho más.
Lo que Macri procuró fue hablarle a las personas más que a los legisladores. Por eso además de avalar nuevamente el debate del aborto (sobre el que está en contra), anticipó que promoverán una extensión de la licencia por paternidad, y que una ley les permitirá a las mujeres reclamar cuando sufran discriminación salarial. Habló sobre inseguridad (reiteró su apoyo a las fuerzas de seguridad) y de incluir penas más duras a los que causen muertes por conducir alcoholizados o bajo el efecto de drogas.
Es cierto que las decisiones más importantes impulsadas para la economía absorbieron la atención del Congreso y el Gobierno hasta el cierre del 2017. Macri eligió usar su tiempo para plantear una agenda que a priori parece menos urgente, aunque no por eso es menos importante. "Lo peor ya pasó", dijo el primer mandatario. En varios sectores económicos comparten ese optimismo, aunque admiten que no todos lo perciben igual. El Presidente no le habló ni a los enojados ni a los escépticos, sino a los que mantienen su fe.














