

Lo que la política no pudo, ahora lo intenta el Banco Central (BCRA). Y lo hace con artillería monetaria pesada, en un mano a mano con un mercado que amenaza con espiralizar esta devaluación que, en principio, debía apenas acompañar el movimiento de depreciación contra el dólar a nivel global.
Ayer quedó claro que el mensaje de Mauricio Macri terminó por exacerbar lo que buscaba neutralizar: el acelerado deterioro de la confianza en la conducción económica.
Luis Caputo, con subastas de reservas, no venía logrando mucho. Hace menos de 15 días ya había usado casi todas las herramientas en su caja monetaria, desde una suba de 5 puntos porcentuales en la tasa de referencia a 45% pasando por el desarme de Lebac (con menú de nuevos instrumentos para los bancos) y una suba de 3 puntos en los encajes bancarios que retiraba pesos de la calle ávidos por ir al encuentro del dólar.
Entonces, y apenas fugazmente, pareció que se había logrado ponerle un techo a la divisa en los $ 30. Ahora, se trata de frenarlo antes de que se tope con los $ 40.
Una nueva suba de los encajes, esa porción de los depósitos que las entidades deben inmovilizar a tasa 0%, secará un poco más la plaza. Pero la bazuca se usó con la tasa: una suba de 15 puntos al 60% aumenta dramáticamente el atractivo de estar en pesos (aunque habrá que ver qué tan convincente resulta en el cálculo inversor), pero promete en todo caso no sólo frenar al dólar sino también terminar de congelar la actividad.
El peligro estaba servido: si no se domestica al dólar, la inflación se escapa de las manos, incluso en un escenario de retracción del consumo que ya no deja tanto margen para retocar precios. Y el uso de reservas, con gestos más disuasivos de los que vimos hasta ahora, no pareciera una opción popular en estos días con el FMI mirando sobre el hombro.
Pero con esta tasa muchos hoy respiran hondo: hará frío. Se viene una era de hielo para la economía.












