¿Cuánto éxito puede tener el "Plan Massa"?: lecciones del Plan Austral

A poco de cumplirse dos meses de la gestión de Sergio Massa al mando del "superministerio" de Economía, se han conseguido algunos resultados interesantes. El riesgo país cayó 516 puntos básicos desde su máximo, alcanzado el 21 de julio. El dólar paralelo también cayó, y hoy está lejos de los $ 338. La brecha cedió. Llegó a coquetear con el 150%, y hoy se encuentra "solo" en 89,4%. Incluso la bolsa, medida en dólares, ha tenido su "rally".

¿Hasta dónde puede durar esta relativa calma? ¿Será posible, incluso, profundizar la mejora? ¿O no será que estamos atravesando, como tantas otras veces, otro "ojo del huracán"?

Para intentar responder esta pregunta, tal vez sirva traer al presente la experiencia de Argentina con el "Plan Austral", a poco de publicarse un libro de Juan Carlos Torre, que rememora sus vivencias en el Quinto Piso del Ministerio de Economía, acaecidas entre los años 1983 y 1988.

Con más dólares en las reservas, ¿se viene el plan Austral de Massa?

En el primer lustro de la década de los '80, Argentina atravesaba problemas muy similares a los vividos en la actualidad: elevados niveles de inflación, brecha cambiaria, y una situación fiscal y de deuda que llevaba al gobierno de Alfonsín a un permanente "ida y vuelta" con el Fondo Monetario Internacional.

En una grabación del año 1984, Torre indica que "en definitiva, los números del déficit que se manejan no son viables; por lo tanto, al final, el déficit será mucho mayor. Un déficit mucho mayor, en torno al 13%, no puede no estar acompañado por una inflación descontrolada de más del 300% por año".

En efecto, esos eran los números que se manejaban. La inflación en diciembre de 1984 cerró en un asombroso 688% anual. El déficit fue de 8,7% del PBI.

Gráfico 1. Tasa anual de inflación (dic-1983; ago-1988)

Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Otro tema recurrente de la década de los '80 era la relación con el FMI. La historia era la de siempre: el supuestamente malvado Fondo pedía recortes al gobierno que éste se rehusaba a acometer. Raúl Alfonsín, por ejemplo, es citado diciendo en 1984 que "de ningún modo aceptaría una caída de los salarios" y que, por lo tanto "no pensaba autorizar ningún acuerdo con el FMI sobre una pauta de déficit que descansase en una caída de los salarios". Más adelante ese mismo año el presidente se ofuscaba con el aumento de la tasa de interés, un requisito del acuerdo con el Fondo: "¿Cómo es esto del aumento de la tasa de interés, algo que siempre combatimos a largo de la campaña electoral?

Tal vez una frase de Adolfo Canitrot sea la que más vigencia tenga hoy en día. Analizando las recomendaciones del Fondo, el funcionario de la Secretaría de Planificación sostenía que éstas "deben ser cuidadosamente evaluadas. No aceptarlas puede significar una severa crisis internacional. Aceptarlas puede producir serios problemas internos".

Ese mismo dilema es el que terminó de separar a las dos facciones de la coalición gobernante: el kirchnerismo duro, que no quería de ninguna forma aceptar un acuerdo con el FMI, y el albertismo, que accedió a la firma, aunque vendiéndola como una verdadera victoria para la posición argentina.

El ida y vuelta con el organismo internacional no ayudó a estabilizar las variables económicas en ese entonces. Para marzo del 1985, el tipo de cambio en el mercado paralelo superó los $ 400 (Pesos Argentinos), y la brecha con el dólar oficial superó el 30%. La inflación alcanzó en junio el récord de 1.129% anual.

Gráfico 2. Tipo de cambio y brecha cambiaria previos al "Plan Austral".

Fuente: elaboración propia en base a Juan Carlos de Pablo.

Fue entonces que el equipo económico, ahora liderado por Juan Vital Sourrouille, lanzó el "Plan Austral". El plan combinó medidas ortodoxas (cambio del signo monetario del Peso Argentino al Austral, reducción de la emisión monetaria y recorte del gasto público para achicar el déficit fiscal), con algunas medidas heterodoxas como el mantenimiento del control de cambios y el establecimiento de diversos controles de precios en sectores "clave" de la economía.

En un discurso que resuena épocas actuales, el Ministro establecía que:

"A partir de ahora el sector público deberá afrontar sus gastos con recursos genuinos -impuesto y tarifas- y con financiamiento externo. Por lo tanto, no será necesario recurrir a créditos del Banco Central. En otras palabras, no habrá necesidad de emitir billetes para financiar al sector público. El gobierno está persuadido de que el éxito de la política económica que se inicia depende decisivamente del control de las cuentas públicas. Esta es su convicción y también su compromiso. El reciente acuerdo a que se ha arribado con el FMI ratifica esta voluntad del gobierno".

En un principio, el plan fue exitoso. Como se ve en el primer gráfico, la inflación mostró una impresionante reducción desde valores de 4 cifras hasta un mínimo de 50,9% anual, un año después de anunciado el programa. La brecha cambiaria también alcanzó un mínimo en julio de 1986, inferior al 1%, reduciéndose significativamente durante todo el primer año de implementadas las nuevas medidas.

Gráfico 3. Tipo de cambio y brecha cambiaria durante el "Plan Austral".

Fuente: elaboración propia en base a Juan Carlos de Pablo.

El déficit fiscal del año 1986 fue del 4,1% del PBI, el más chico de todo el período de gobierno de Alfonsín. Sin embargo, dicho "ajuste" era demasiado para lo que la política podía tolerar.

Ya en noviembre de 1985 Torre contaba que, a pesar de los logros en materia de inflación que se estaban alcanzando, "percibimos un descontento hacia nosotros dentro de las filas radicales. Se nos acusa de ser poco flexibles, se nos reprocha que por nuestra rigidez estamos boicoteando la posibilidad de hacer política con mayúscula".

Y de los dichos, los sectores del gobierno que no dependían del control del Ministerio de Economía comenzaron a pasar a los hechos. Torre sostiene:

"Parece claro que, en el programa económico en curso, el factor, si se quiere desestabilizante, proviene del sector de la economía en manos del gobierno, las cuentas públicas (...) Como dijo Adolfo el otro día, mucho radicales llegaron al gobierno con la idea de poder utilizar los fondos públicos. No hay en ellos ninguna convicción, ninguna disposición a aceptar las restricciones que plantea la situación actual. Y esto naturalmente erosiona la marcha del Plan Austral."

Esta falta de consistencia y poder político interno llevó a que el gobierno de Alfonsín nunca pudiera realmente cerrar la brecha fiscal tal como tenían planificado el Ministerio de Economía y el FMI. El desajuste del presupuesto creció en 1987 y todos los años hasta 1989. Finalmente, a la falta de convicción interna para realizar el ajuste, se sumaron las expectativas de un plan económico totalmente "populista", encabezado por el candidato opositor con más chances de entonces, Carlos Saúl Menem.

En una grabación de enero de 1989, Juan Carlos Torre sostiene que las expectativas se deterioraban, en parte "por las declaraciones de Menem, que anticipaba que una vez en la presidencia reduciría los impuestos a la mitad, duplicaría el salario real y no pagaría la deuda por tres años.".

Gráfico 4. Resultado primario y financiero del Sector Público, en porcentaje del PBI.

Fuente: elaboración propia en base a Orlando Ferreres.

Como puede verse, el "Plan Austral" tuvo componentes similares al actual "Plan Massa-FMI": reducción del déficit fiscal con recortes en el gasto público, y reducción de la emisión monetaria. Dos ideas bien orientadas y alineadas con el consenso de los profesionales en economía. No obstante, la política "no dejó hacer" lo que había que hacer. Es decir, nunca se cumplieron los objetivos porque no existió convicción política para llevarlos adelante.

La película hoy parece repetirse. Algunos componentes del "Plan Massa-FMI" tienen toda la lógica (y, encima parecen gozar hoy de mayor poder político para ser implementados). No obstante, será clave mirar que los compromisos asumidos efectivamente se cumplan y que la propia coalición de gobierno acompañe.

De lo contrario, la calma actual no será más que un transitorio paso hacia una nueva situación de estrés financiero y crisis.

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