Lo nuevo: un mundo multipolar
Los esfuerzos recientes iniciados por la República Popular China bajo XI Jinping para expandir su política de multilateralismo durante el G7 y la Cumbre Árabe no son una coincidencia. China bajo Xi está mostrando una nueva política de pluralismo paso a paso. El último ha sido la reunión de X'ian en donde China y cinco naciones de Asia Central trazaron un nuevo plan para sus relaciones internacionales en una cumbre histórica en Xi'an.
Tampoco fue una coincidencia que la ciudad de Xian, en el noroeste de China, fuera elegida como sede de la reunión de dos días. Hace más de 2100 años, un enviado de la dinastía Han partió de Chang'an, ahora Xi'an, para abrir la puerta a los intercambios comerciales entre China y el mundo occidental.
El presidente chino, Xi Jinping, estuvo acompañado por los líderes de los países de Asia Central, el presidente Kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, el presidente kirguís, Sadyr Japarov, el presidente tayiko, Emomali Rahmon, el presidente turcomano, Serdar Berdimuhamedov, y el presidente uzbeko, Shavkat Mirziyoyev.
X'ian no fue simplemente otra reunión política y social internacional. En su discurso, Xi les prometió estos líderes salvaguardar la soberanía, la independencia y la integridad territorial de sus países (un principio que es la piedra angular de la política exterior de China y la razón por la cual China no ha apoyado pletamente la invasión de Ucrania por parte de Rusia).
Los seis líderes firmaron la Declaración de Xi'an en la que se comprometieron a construir una comunidad más unida con un futuro compartido. También acordaron aumentar los intercambios entre China y los países de Asia Central y también acordaron turnarse para organizar futuras cumbres bienales, con la próxima prevista para Kazajstán en el 2025.
Estos países son uno de los eslabones de la cadena comercial que está construyendo la iniciativa Belt and Road. También son países que forman parte de la zona fronteriza de seguridad de China, parte de la preocupación por la integridad territorial de China.
Al mismo tiempo, se celebró la 32ª cumbre de la Liga Árabe en Jeddah, Arabia Saudita, donde el presidente sirio, Bashar al-Assad, asistió a la cumbre por primera vez desde que su país fue suspendido de la Liga Árabe tras el estallido de la guerra civil siria en 2011. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, realizó una arriesgada visita sorpresa para recabar apoyo para Ucrania, en una reunión de estados árabes que, aunque han estrechado los lazos con Moscú, se han mantenido en gran medida neutrales en la guerra de Ucrania. El presidente chino, Xi Jinping, envió un mensaje de felicitación al rey Salman bin Abdulaziz Al Saud de Arabia Saudita, presidente rotatorio del Consejo de la Liga Árabe.
Estados Unidos ya no lidera hegemónicamente y el mundo se vuelve cada vez más complicado. China está ansiosa por enfatizar el papel de pacificador que quiere desempeñar en el "mundo multipolar de hoy" global. En diciembre de 2022, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China publicó un extenso informe sobre "Cooperación entre China y los países árabes en una nueva era" en el que se destacaba que Beijing era "un socio estratégico y un amigo sincero" que desempeñaría un papel constructivo en Oriente Medio y evitaría hacer cualquier cosa en su propio "interés geopolítico", un ataque indirecto a la "política exterior de que debe haber un interés estadounidense involucrado", justificación tradicional de EE.UU. para intervenir en la política exterior de otro país. Más allá de las apariencias y principios que defiende cada bando, lo cierto es que Estados Unidos está perdiendo la iniciativa y China está avanzando paso a paso.
El desafío de China fue captado de manera precisa y sucinta por el erudito chino Wu Xinbo, quien señaló que "China no representa una amenaza existencial para Estados Unidos, pero sí amenaza con diluir la hegemonía estadounidense, compartir su papel de liderazgo mundial y demostrar una alternativa a su modelo de desarrollo y gobernanza". La multipolaridad parece reinar en la política exterior mundial. La multipolaridad es una distribución de poder en la que más de dos estados-nación tienen cantidades casi iguales de poder.
La contienda entre Estados Unidos y China presenta modelos contrapuestos de gobernanza política y desarrollo económico, así como puntos de vista contrapuestos sobre la estructura y las reglas del orden internacional.
Cada lado está determinado a maximizar su posición y su libertad de acción en relación con el otro. Esta competencia, sin embargo, no debe ser necesariamente una relación de confrontación, o un concurso de suma cero o donde el ganador se lo lleve todo.
No es, o al menos no debe ser, exclusiva de la cooperación bilateral, que de hecho será necesaria y vital para ambos países y para el resto del mundo. Y, contrariamente a muchas opiniones predominantes, no es producto de la personalidad o las ambiciones personales del líder chino Xi Jinping.
El resto del mundo no está preparado para subirse al carro de ninguno de ellos. Se dan cuenta de que pueden beneficiarse de mantener abiertas sus relaciones.
Esta no es una lucha ideológica existencial, como la que mantienen Estados Unidos y la Unión Soviética. Las ideologías y los objetivos estratégicos de las dos partes no son mutuamente excluyentes, o al menos no necesitan serlo. China no busca destruir el sistema estadounidense ni suplantar a Estados Unidos como potencia hegemónica mundial.
De hecho, es casi seguro que Beijing ha calculado que la hegemonía global es inalcanzable, innecesaria para asegurar los intereses de China y no algo que se desee en particular. Los líderes chinos probablemente reconozcan que buscar la hegemonía global sería contraproducente y desestabilizador en formas que no serían propicias para los intereses de China o su seguridad. Quizás históricamente ello sea consecuencia de su ubicación territorial. Seria un imposible para China invadir a Estados Unidos o Europa y lo mismo para el mundo occidental invadir China y controlar a miles de millones de personas.
Probablemente también calculen, basándose en parte en haber observado el ejemplo de EE.UU., que conseguir esa hegemonía sería gravosa e insostenible. Dado este análisis de costo-beneficio, Beijing está preparado para conformarse con algo menos que el predominio global, razón por la cual los líderes chinos hablan mucho sobre la "multipolaridad" global. Y siempre le recuerdo a los lectores la queja de China en la conferencia de Anchorage hace dos años: China no quiere ser "patronizada" por el mundo occidental, "considera que ha crecido y quiere sentarse a conversar en una mesa de iguales".
Es dentro de este marco de búsqueda y promoción de la multipolaridad que China busca legitimar su modelo de gobernanza y desarrollo, no imponerlo a otros países.
Esta política es un producto de los "cinco principios de la coexistencia pacífica" históricamente consagrados por China a mediados de los años cincuenta. Su énfasis está en el respeto mutuo, o al menos la tolerancia, de los sistemas de gobierno alternativos y la búsqueda mutua de soluciones a los desafíos e imperativos globales compartidos. Estos son los famosos cinco principios históricos de la coexistencia pacífica que son las normas fundamentales y eternas de China que guían sus relaciones internacionales.
Los Cinco Principios son: respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, no agresión, no injerencia en los asuntos internos de cada uno, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica. Fueron establecidos por primera vez por el primer ministro Zhou Enlai en su charla a la delegación india al comienzo de las negociaciones que tuvieron lugar en Beijing desde diciembre de 1953 hasta abril de 1954 entre representantes de los gobiernos chino e indio sobre las relaciones entre los dos países en el Tíbet, em donde India quería mantener los privilegios que disfrutaba bajo el régimen inglés.
De manera similar, cuando los líderes chinos hablan sobre la "reforma de la gobernanza global", claramente están hablando de reforma, no de reemplazo del sistema internacional por uno creado por China. Beijing ve que el sistema internacional existente tiende a su favor. Pero quiere ajustar y actualizar el sistema para que sea aún más reflexivo y representativo del equilibrio de poder del siglo XXI en el mundo.
La contienda entre Estados Unidos y China no es una lucha ideológica existencial. El mundo de hoy no se caracteriza por dos campos ideológicos opuestos alineados con Beijing y Washington. Estados Unidos está integrado y es interdependiente con China en formas que nunca lo estuvieron con la Unión Soviética. De hecho, la competencia con China no tiene precedentes porque Washington nunca se ha enfrentado a un rival estratégico o ideológico que actuara de manera conjunta mientras era competitivo en varios ámbitos.
En resumen, el desafío de China fue captado de manera precisa y sucinta por el erudito chino Wu Xinbo, quien señaló que "China no representa una amenaza existencial para Estados Unidos, pero sí amenaza con diluir la hegemonía estadounidense, compartir su papel de liderazgo mundial y demostrar una alternativa a su modelo de desarrollo y gobernanza". Esa es la naturaleza y el alcance de la competencia que ahora enfrenta Estados Unidos.
Estados Unidos necesita reconocer que el equilibrio de poder en el mundo ha cambiado como consecuencia de los acontecimientos históricos recientes y el impacto de la globalización y la interdependencia. Washington necesita reconocer que la "primacía" de EE.UU., ya sea dentro del este de Asia a nivel mundial, casi con seguridad ya no es viable ni sostenible; y que esta es una de las razones por las que los aliados y socios de EE.UU. en el extranjero no están dispuestos a unirse a EE.UU. en una competencia de suma cero con China o en una que se centre en la contención o el cambio de régimen.
Estados Unidos necesita enfocarse en lo que siempre ha hecho mejor: a) ante todo en revivir y movilizar su competitividad económica y tecnológica; b) continuar con políticas comerciales abiertas; c) ofrecer inversiones alternativas a las chinas (en lugar de simplemente quejarse de la diplomacia económica de Beijing y, especialmente, de su expansiva "Iniciativa de la Franja y la Ruta", a la que a menudo caracteriza erróneamente como expansionismo militar encubierto). Washington debe competir contra China ofreciendo alternativas a los países a los que China apunta en busca de recursos, mercados, acceso e influencia; y d) necesita revivir y movilizar la diplomacia estadounidense, que aparentemente se ha quedado en el camino y carece de fondos suficientes.
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