Los dos patrones de Alberto Fernández y el gol de Horacio Rodríguez Larreta

A la hora de generar un camino para suavizar la cuarentena sanitaria, fue quien ganó la pulseada tripartita del camino a seguir porque logró meter en la cabeza de Axel Kicillof y de Alberto Fernández el apotegma de la responsabilidad individual por sobre el ideario colectivista regente.

Ya no más #QuedateEnCasa. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta se adjudicó en el último segundo el efímero título de personaje de la semana, debido al evidente aprovechamiento que hizo del mareo que mostraban sus rivales políticos, al imponerles un concepto del que los peronistas recelan. Más allá de la aceitada organización que ha montado para atender la gravísima situación que plantea la epidemia de Covid-19, a la hora de generar un camino para suavizar la cuarentena sanitaria fue él quien ganó la pulseada tripartita del camino a seguir porque logró meter en la cabeza de Axel Kicillof y de Alberto Fernández el apotegma de la responsabilidad individual por sobre el ideario colectivista regente. Ante la presión social, pero también colgados de las cuerdas por el desastre económico que se avecina, sus interlocutores tuvieron que acceder aunque, seguramente, lo estarán esperando: la guerra es otra cosa.

Este episodio fue tan fulgurante el viernes pasado que resultó ser la última gota de acíbar para el Presidente, quien quedó irremediablemente cascoteado tras una semana para el olvido, ya que fueron para él días de tropiezos y enredos que ayudaron eventualmente más a oscurecer que a arrimar alguna luz a la profunda crisis que vive la Argentina. Como moneda de dos caras, Fernández se dedica por un tiempo a servir a la opinión pública mientras que en los demás ratos dedica sus afanes a enderezar las críticas que caen sobre él desde el Instituto Patria. Tanto desorden es, al fin, una fenomenal pérdida de tiempo que el país sin defensas y con numerosas enfermedades prevalentes hoy no parece estar en condiciones de soportar.

Entre todos los dimes y diretes surgidos del bunker de Cristina Fernández, dardos que le han movido la estantería al Presidente y sobre todo lo han cansado en demasía, él se vio obligado a dar ese manotón para empezar a salir de la jaula de la triple cuarentena, proceso que todavía no ha sido merituado en profundidad por quienes lo critican desde adentro de su espacio. Algún tuit de la vicepresidenta o algún lenguaraz de ese palo seguramente le recordará pronto que no hay lugar ni por un ratito para lo que ellos suelan llamar peyorativamente “neoliberalismo y que las regulaciones y directivas son el alma del proceso que desean capitanear sin dejarle nada a la iniciativa de los ciudadanos.

Es bien evidente que cuando el presidente de la Nación deja en cabeza de ellos la responsabilidad de seguir con el proceso de aislamiento, él mismo ha tenido que bajar algo sus brazos en una pulseada ideológica que resulta trascendental para quienes, bajo el cliché de Estado-presente, se ufanan de sostener un Estado regulador y omnímodo. Esto que ha pasado seguramente le gusta menos a los cristinistas que el Grupo de los Seis que rodeó al Presidente en Olivos. Es notorio también que desde el 9 de julio para acá las idas, vueltas, rectificaciones y aclaraciones que tuvo que hacer Fernández siempre detrás de los acontecimientos fueron pasos que, superpuestos, lo han dejado exhausto y que abrieron un espacio para que Rodríguez Larreta colara sus ideas.

Igualmente, para dilucidar el entramado, no se produce todavía un acuerdo claro entre los observadores para explicar por qué se le mueve tanto la estantería al titular del Ejecutivo. Hay quienes suponen que, como peronista que es, él representa y cree exactamente lo mismo que quien lo llevó a ese cargo y que hay mucho de pantalla en las diferencias que parecen haber con su número dos. De otra forma, dicen que todo es un acting para mantener una ficción de divergencia, mientras que otra parte de la biblioteca cree que el Jefe de Estado es una víctima de la vicepresidenta y que terminará volcándose con su “lapicera a atender intereses más generales y diferentes a los de su mentora, tal como solicitó el titular de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi.

Esta columna sostenía hace más de tres meses que si con 80 por ciento de imagen positiva el Presidente no se jugaba por el desamarre, la cosa se le iba a ser cada vez más difícil a la hora de las vacas flacas. El tiempo de una menor imagen le llegó y no solamente como debilidad objetiva para él, sino también como elemento que fortalece a quienes lo critican desde adentro y aceleran su desgaste. Sin “comité de expertos que lo ayude en materia económica, este costado negro de la pandemia trastocó la luna de miel que existía entre la sociedad y un Fernández que gustaba porque lucía protector y apegado al cuidado de la salud. Este proceso de declinación lo ha dejado de a poco a merced de los tiburones más radicalizados de su propio universo, quienes parecen ir tanteando a ver qué pasa. Quizás esta soga de Larreta lo ayude un poco desde ahora a recuperar algún plafond frente a la opinión pública. Otra vez, las dualidades que hacen imposible estar en la procesión y en la Misa al mismo tiempo..

Mientras tanto y como puede, Fernández trata de retomar la iniciativa y se ocupa de ventilar a las apuradas algunos planes de reconstrucción económica y social que se supone van a motorizar los tiempos de la pospandemia. Más allá de todas las correcciones macro que habrá que hacer en una recomposición de la sustentabilidad en varios frentes (deuda, emisión, tipo de cambio, tamaño del Estado, mercado laboral, reforma impositiva, etc.) a partir de una tarea que nadie sabe desde que escalón del subsuelo deberá iniciarse, parece ser que en lo productivo ya se ha decidido salir de la situación con un rediseño de país que sirva a la descentralización. Lo primero parece básico, sobre todo porque siempre fueron caballitos de batalla del peronismo: obra pública y viviendas.

Sin embargo, hay un capítulo aún brumoso que es el de la inversión privada, algo que el ideario peronista siempre sepultó a favor del consumo y que durante la semana pasada recibió otro golpe quizás más mortífero que la expropiación de Vicentín que patrocinó el kirchnerismo y que el Presidente hizo congelar o que el impuesto a los ricos de Máximo Kirchner que amenaza con reflotarse. Las imposiciones del gremio de Camioneros para desarticular la logística de Mercado Libre fueros interpretadas como algo más que la apetencia que siempre mostró la familia Moyano por tener más afiliados, sino que se observó allí mucho de ideología para golpear a un sector más que flexible que ha venido para quedarse. Con estos atropellos y con miradas tan sesgadas resulta casi imposible que las redes de la inversión recojan algo positivo durante los próximos años.

Desde lo político, Fernández ha hecho quizás demasiado equilibrio para agradar a propios y a extraños, a la vez que quiso demostrar que no está confundido por las presiones que sufre: “sé quiénes me votaron, qué represento y qué país quiero , acaba de decir en un reportaje dado a Página/12 en una frase por demás abarcativa. También el Presidente aprovechó para hacerle llegar una serie de mensajes a sus críticos de adentro, quienes seguramente prefieren el estilo de imposición que caracteriza a la vicepresidenta, cuando dijo que “en política se conduce dialogando . Otro recorte de esa entrevista es un ninguneo directo hacia quienes lo criticaron por aquella convocatoria a los empresarios: “es una lectura mínima, minúscula , les retrucó.

En este último sentido, los tropiezos más notorios del Presidente no solo tuvieron que ver con la presencia del G-6 en Olivos, sino con la recomendación que hizo la propia Cristina de una nota del periodista Alfredo Zaiat sobre el tema cuando dijo, sin referirse a quién, “para entender y no equivocarse , un mensaje para que quien quiera entender, entienda. Otros dos sacudones los vivió Fernández en la semana, a partir de un par de temas críticos en política exterior que juegan mucho en momentos en que “el amigo AMLO (el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador) se acaba de acercar casi carnalmente a Donald Trump: Venezuela e Irán.

Dicho de otra manera, Fernández se quedó solo en la patriada para recomponer la Patria Grande y después del informe de Michel Bachelet que caló muy hondo en él no ha podido decir otra cosa sobre los derechos humanos en Venezuela que lo que la Argentina señaló en la ONU. El kirchnerismo le pegó duro. También el Presidente tuvo que tragarse sus palabras de hace unos años sobre la responsabilidad iraní en la voladura de la AMIA. Para cerrar el círculo en el que quedó embretado, hay que considerar que Trump es la llave para cerrar la tan meneada negociación de la deuda, tarea en la que está empeñado el embajador en los EEUU, su amigo Jorge Argüello. Demasiados frentes abiertos, todos muy complejos, mucho desgaste y con un horizonte que no deja entrever la llegada rápida a algún puerto que sirva para reponer lo que se ha perdido en la esta tortuosa travesía de siete meses.

¿Por qué toda esta saturación que vive Fernández le agrega todavía menos claridad al rumbo de su gobierno, si es que realmente sabe adónde va? La Commedia dell’arte italiana expuso hace 500 años un arquetipo que la política ha retratado más de una vez. Sobre el escenario, Arlequín es un criado sin recursos que, para sobrevivir, se emplea simultáneamente al servicio de dos patrones. A medida que las demandas de ambos se superponen, la tarea de servirlos a los dos se torna imposible, por la maraña de equivocaciones que se generan. El refranero popular complementa la situación: no se puede quedar bien simultáneamente con Dios y con el diablo y es más que evidente que el Presidente ha quedado prisionero de esa dualidad.

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