Falabella sufre la pandemia, pero también la pesada mochila argentina

No hay una única razón que explique decisiones como la que anunció ayer la cadena Falabella, que quiere disminuir su exposición en la Argentina. Las medidas tomadas para combatir la pandemia sin duda profundizaron las pérdidas de la compañía. Pero tampoco hay que olvidar que la economía arrastra su tercer año de caída, y que muchas de las políticas fiscales, financieras y cambiarias adoptadas para enfrentar este combo complican la operatoria de las empresas. Y tarde o temprano ese efecto sale a la luz.

A esta altura del Covid-19, la cuarentena dejó de ser un factor particular para convertirse en un efecto global, ya que no hay país que no haya tomado decisiones similares como primera línea de defensa para prevenir los contagios masivos. La diferencia en todo caso pasa por la evolución sanitaria de cada país y el tiempo durante el que se debió aplicar el aislamiento. Falabella mantenía inactivos el 30% de sus locales en el país, cifra que contrasta con el 15% promedio que le tocó en el resto de la región.

La cuarentena extendida ha sido un elemento que ayudó a que la Argentina tuviera una baja tasa relativa de casos fatales por el coronavirus. Pero su impacto sobre la economía no ha sido menor. Así como las aerolíneas siguen prácticamente inactivas, como todo lo vinculado al turismo y buena parte del sector gastronómico, hay otros rubros igualmente golpeados. Todos aquellos comercios que basan su actividad en los shoppings o en tiendas de superficies grandes, están en un estado de crisis que cada vez cuesta más sostener. Por eso la primera reacción de Falabella es reducir la cantidad de locales y de personal. Dos de los cuatro elegidos pertenecen a Sodimac, proveedor de insumos para el hogar y la construcción, una actividad que todavía sigue restringida en el AMBA.

A todo esto se suman los daños colaterales que causa la Argentina. Sin cargarle a las empresas la pesada mochila macroeconómica que se generó a partir de 2018, vale mencionar dos problemas relevantes: los saltos cambiarios y su impacto en la inflación, determinantes para una compañía que importa buena parte de lo que vende y cuyo resultado está atado al funcionamiento del mercado interno.

El país padece un histórico déficit de dólares, lo que ha obligado a los gobiernos a fijar mecanismos restrictivos para la compra de divisas. Si la demanda no disminuye, lo que causa es la aparición de mercados paralelos y brechas que presionan sobre el valor oficial. En esta etapa, muchos importadores que no llegan al dólar mayorista terminan en el informal, pero sin poder trasladar la diferencia a precios. Si a eso se le suma la presión impositiva (diferencia que se hace más gravosa frente a los que eluden su pago), es más fácil entender el diagnóstico al que llegaron los ejecutivos de Falabella y de las demás empresas que se cansaron de dar pelea.

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