El próximo gobierno tendrá pocas cartas para jugar con el FMI

Desde el momento en el que el FMI se convirtió en el principal acreedor institucional de la Argentina, quedó claro que la necesidad de rediscutir el acuerdo vigente pasa a ser central en el escenario con el que deberá trabajar el próximo gobierno. Con los u$s 44.000 millones que recibió la actual administración, queda poco margen para que el presidente que asuma en diciembre pueda negociar y recibir un monto que represente un alivio real. Si los u$s 5400 millones y los u$s 1000 millones que está previsto desembolsar este año, entran después del cambio de gestión, los analistas consideran que como mucho podrían esperarse otros u$s 8000 millones en total a lo largo del 2020

Por esa razón, empieza a surgir una pregunta clave: hasta dónde el FMI está dispuesto a ser "reperfilado", y qué le pedirá al próximo gobierno. Algunas voces empiezan a señalar que la nueva conducción del organismo no permitirá que los pagos que debería hacer la Argentina a partir del 2021 sean sometidos a algún tipo de quita, como se especula en Buenos Aires. No hay en Washington vocación de darle al país más beneficios de los que ya recibió. El programa aprobado en 2018 es el más importante adjudicado por el ente multilateral y equivale a 47% de su cartera crediticia. O sea, la prioridad de Kristalina Georgieva, la sucesora de Christine Lagarde, será asegurarse el recupero de ese préstamo al 100%, porque si bien no es un banco, depende de ese flujo para renovar su asistencia a otros estados.

En conclusión, cabe esperar que haya algo de fondos, así como una intención primaria de ayudar al gobierno entrante. Pero nada es gratis, y menos en la dura mesa del FMI. El consenso entre los que conocen las dos orillas es que aceptará negociar otro formato de préstamos (un crédito de Facilidades Extendidas) que habilitan más plazo de pago pero a cambio de reformas estructurales básicas, que pondrán una presión política inevitable al próximo gobierno. Alberto Fernández habla de diálogo social y exhibe buena relación con la UIA. Pero sus aliados gremiales no están interesados en discutir una reforma laboral. Menos aún un cambio en el régimen previsional.

El problema para los candidatos (pero más para el postulante del Frente de Todos) es que estos rubros van a ser parte de la discusión sobre cómo sigue la deuda con el Fondo. Sin espacio para obtener financiamiento en el mercado después de una reestructuración, o para cambiar de prestamista institucional (China es mucho menos generosa que Washington, vale decir), este dilema va a tener que ser resuelto de alguna forma. En este frente, al peronismo tal vez la política lo ayude más que a Macri. Porque habrá que ponerle otros nombres o ser más elásticos. Pero lo que no se podrá es mirar para otro lado.

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